4.-Disturbing Behavior

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La champaña burbujeó en mi garganta creando cosquillas en mi paladar. No era alguien de gustos refinados, pero mi garganta pareció agradecerme por algo más dulce y ligero que el licor agresivo que solía beber. Miré la ropa con curiosidad, tenían una cantidad considerable gracias a Klaus, pero de alguna manera perdí el interés en todo esto, no volvería a usar un vestido lindo para algún evento de los fundadores, lo que hasta cierto punto me gustaba.

—Creo que le falta una parte—Rebekah habló desde los vestidores.

—Te aseguro que no—respondí sentándome en la manga del asiento de Stefan—... probablemente.

Salió del vestidor con un vestido negro entallado y un cuello V. La tela asemejaba a una malla sobre un forro nude que le daba un toque sexy.

—Entonces las chicas de hoy en día se visten como prostitutas—contestó asqueada—. Me veían feo cuando usaba pantalones.

—Tú los usaste para que en la actualidad no usarán nada.

Se cruzó de brazos y me miró.

—Quiero lo que ella tiene.

—Apuesto a que sí—bebí de mi copa—. Si puedes quitármela, es toda tuya.

Mi ropa no era la más glamurosa, era práctica, fácil para mí trabajo con Klaus, solo unos jeans negros, una blusa verde olivo de tirantes en la espalda, una chaqueta de cuero y botas de combate.

—¿Y qué es esta música?—se quejó—Suena como un accidente de tranvía.

—Es dance—Stefan contestó—, me parece.

—¿Por qué?¿Danzan?

Nosotros asentimos.

—¿Terminaron?—Klaus preguntó con aburrimiento.

—¿Y por qué estás tan gruñón?—se acercó a su hermano.

—Necesitaba algo tuyo para que una bruja me dijera por qué mis híbridos se mueren—Klaus respondió irritado—, solo una cosa, y tú lo perdiste.

Miré a Stefan por el rabillo del ojo. El collar que Klaus buscaba era el mismo que Stefan le había dado a Elena tiempo después de comenzar a salir, antes de que ella supiera de los asuntos sobre naturales.

—No lo perdí, solo no aparece hace noventa años—miró a Stefan y yo me abstuve de decir algo—¿Qué te parece?

—Me gusta—respondió y yo sonreí tras mi copa. La rubia lo miró incrédula—¿Qué? Dije que me gusta.

—Sé cuando mientes, Stefan.

—¿Por qué no intentas con algo menos pegado?—pregunté intentando ayudarla para así detener sus incesantes quejas—Tal vez te ayude a sentirte más cómoda. La clave de la belleza es estar cómoda con lo que tienes.

—Al fin alguien que aporta algo—resopló y volvió al vestidor.

—Eso, buen trabajo—Klaus suspiró hacía Stefan.

—Tú le sacaste la daga del pecho.

—¡Ya los oí!.

—Oigan, voy a ir a tomar un poco de aire—Stefan nos avisó y me miró—¿Vienes?

—¿Y perderme del alcohol gratis y las quejas de Rebekah?—levanté la copa y una mujer se acercó a llenarla—Aunque ¿Podrías traerme algo del puesto que está a dos calles?

Sonreí y él asintió con diversión.

—No bebas demasiado.

Asentí y él se marchó.

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