10. The new deal.

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Entré a la sala mirando con renuencia a las personas dentro de estas, me sentía incomoda y juzgada de sobremanera, podía sentir el peso de sus miradas sobre mi, inhalando el aroma a café que rondaba por el aire. Mantuve la cabeza baja para ignorar el hecho de que yo era la persona más joven en el lugar.

Me senté en una de las sillas vacías y comencé a jugar con mis dedos hasta que las conversaciones cesaron cuando un hombre mayor se dirigió a mi.

—¿Perdón?—pregunté removiendome incomoda ante la atención de todos.

El hombre me sonrió de manera amable.

—Te preguntaba cual era tu nombre y por qué estabas aquí—su voz era tan calmada.

—Soy Ciara—me presenté con torpeza—, y soy alcoholica.

La reunion de alcoholicos anonimos fue exactamente lo que esperaba, moralista, religiosa y tan empatica que empalaga. Al parecer todos ellos encontraban respetable que una adolescente se presentara y reconociera que tenía un problema con el alcohol, pero todo esto no había sido mi idea, al menos no del todo, mi padre me había sugerido dar el primer paso en uno de mis problemas, y al parecer el más sencillo era reconocer mi problema con el alcohol, algo estupido tomando en cuenta que llevaba sobria dos días.

—Lo que haces es realmente valiente, Ciara—una mujer de mediana edad sostuvo mi hombro mientras yo me servia café en una taza desechable—. Quizas podrías hablar con mi sobrino, mi hermana dice que sale mucho de fiesta, está preocupada.

—Gracias, lo pensaré—le sonreí lo más amable que pude y tomé una rosquilla de la mesa—. Nos vemos en la siguiente reunion.

—Adios, linda.

Salí del edificio borrando mi sonrisa, no había forma en la que yo regresara a una siguiente reunión, debía de estar ebria para soportar eso de nuevo. Simplemente no se sentía bien.

Y se sintió peor cuando me encontré a alguien recargado sobre el coche frente a la entrada.

—Stefan—me detuve en seco al verlo tan tranquilo—¿Qué haces aquí?

—Los mismo debería preguntarte—dijo con sorna apuntando el lugar—¿Alcohólicos anónimos? ¿En serio, Ciara?

—¿Algún problema?—pregunté desafiante y él negó.

—No, honestamente ya era hora que buscaras ayuda—se encogió de hombros y yo resoplé.

—¿Qué quieres, Stefan? Creí que tú y Katherine se habían largado juntos.

—¿Celosa?—sonrió.

—Disgustada, de hecho—dije comenzando a caminar—, esperaba tener unos días sin molestias.—Stefan llegó a mi lado así que tuve que volver a preguntar—¿Qué quieres?

—Hacerte una oferta—respondió y yo me detuve a verlo con curiosidad.

—¿Qué clase de oferta?

—Sólo lo sabrás si vienes conmigo.

Arrugué las cejas y él sonrió con suficiencia. Podía negarme, quería negarme, pero mi curiosidad fue aún más grande. Stefan no tenía humanidad, no había razón para quedarse en Mystic Falls, así que debía de ser una buena razón.

Y vaya que lo era.

Miré la vieja casa Salvatore con renuencia. Desde mi llegada a Mystic Falls esta era la segunda vez que la visitaba, y al igual que la primera, sentía una satisfacción involuntaria al verla con claras evidencias del incendió que la hizo inhabitable llevándose consigo a varias brujas del pueblo.

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