1.-Birthday.

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Caminé al borde del techo y asomé la cabeza mirando el suelo, libre de coches o personas, considerando si tres pisos de altura serían suficientes para terminar con mi vida y una nueva duda apareció ¿Dolería?. Posiblemente no, ya nada podía lastimarme o hacerme sentir algo, estaba muerta en vida, consumida por la culpa, el cansancio, la falta de comida y el abuso de magia, simplemente había llegado a mi límite, después de agonizantes meses al fin me había rendido, ni todo el alcohol del mundo podía salvarme.

Miré la pulsera púrpura en mi mano derecha, un recuerdo de Christian, aquel chico con el que salí, uno que llevaba conmigo como recordatorio de las cosas que hice, de sus gritos antes de morir, y del como no hice nada al respecto. Abracé mi mano, nunca creí que lo extrañaría tanto.

Saqué la punta de mis pies al aire, un ligero sople y todo terminaba, me salvaría pero condenaría a Stefan con eso. Sollocé con fuerza y bañé mi garganta de Vodka, hasta el licor había perdido su sabor amargo, se sentía como agua. Mientras esperaba que el aire y el alcohol me hicieran el favor, mi mente se traslado a todo lo que había abandonado al condenar mi vida a diez años de esclavitud a Klaus, acepté sin saber los términos, me había equivocado, pero no me arrepentía.

Pensé en mi padre, en lo horrible que se debía sentir, seguramente ya se encontraba ebrio esta noche, lamentándose por su novia muerta y su hija que había desaparecido sin decir adiós. Otro sollozo y otro trago. Pensé en Elena, quien debía estar hecha una bola de auto compasión y lamento ignorando toda la vida que tenía por delante y la maravillosa fiesta que Caroline le había organizado, lo sabía, la había visto. Está vez no hubo sollozo pero si un trago en honor a la rubia, Elena estaría bien, siempre lo estaría. Pensé en Damon, la razón de nuestro sacrificio, recordé su rostro, sus labios contra los míos y sus ojos que rebuscaban entre mi alma con cada mirada. No hubo ni llanto ni trago, básicamente por que ya no había.

Tiré la botella al suelo y esta se rompió en un escandaloso sonido. Sin cuidado me dejé caer al borde para sentarme, que más daba si caía o no, no borraría nada de lo que he hecho o me han hecho estos últimos meses. Miré al cielo, las estrellas parecían bailar para mi y sonreí al notar lo poético que sería morir el mismo día de mi nacimiento con dieciocho años de diferencia y con esa idea en mente me coloqué de pie de nuevo. No esperé por el viento o por el mareó del alcohol, solo me di la vuelta y me dejé caer, recordando todos los sucesos de este día que me había llevado hasta mi suicidio.

—¿Sabes que hacer?—Klaus me preguntó.

—Lo sé—entorné los ojos—, no es la primera vez que lo hago.

Bajé del auto y caminé por la vereda de la granja. A cada paso me mentalizaba para lo que estaba a punto de hacer, no era la primera vez, esa era la expresión de mi lealtad involuntaria a Klaus, manché mis manos y conciencia. Pude escuchar los llamados de una mujer a lo lejos, parecía gritarle a alguna mascota.

—¡Rudy!—ella llamó y me acerqué, tenía una belleza sureña muy clara. Cabello rubio sucio, cuerpo delgado, tez algo bronceada y unos jeans cortos a juego con una camisa rosa de tirantes—¡Hace mucho calor para ir a buscarte.

—¿Disculpa?—la llamé y ella dio un salto por el susto—Oh, lo siento, no era mi intensión asustarte.

—¿Si, dime?—preguntó con desconfianza.

—El auto de mi novio se averió hace un par de kilómetros—expliqué tratando de parecer amigable—, he caminado por más de una hora y tu casa es la primera que veo.

Ella miró tras de mi.

—¿Y tu novio?

—Se ha quedado en el auto—expliqué fingiendo molestia—. Creyó que era más fácil enviarme a mi sola que venir conmigo.

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