5. Loco

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Eduardo

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Eduardo

Nunca tengo nada que decir.

El psicólogo no quiere quitar unos minutos de nuestra cita de los jueves, llevo un rato pensando porque tiene una pila de almohadas en la esquina de su oficina, y por qué aun no las he usado.

─ ¿Estas ansioso por marcharte? ─ pregunta tomando su pluma, dejando la punta cerca del papel para anotar cualquier cosa que se me ocurra decir.

─ Le he contado todo ─ respondo volviendo a pensar si tengo algo más que contarle.

Siempre tengo la duda de que escriben los doctores en sus notas, ¿anotarán algo tan intelectual como el complicado comportamiento del ser humano?, ¿qué significa cada una de las palabras que salen de mi boca?, o tal vez no es algo tan impresionante como eso, quizás sea una simple frase que le haga recordar que debió escoger otra carrera en vez de ver a un chico malhumorado dos veces a la semana, quien sabe, yo haría garabatos.

─ ¿Qué te parece si hablamos de la semana en la que desapareciste? ─ esta vez no intenta sacarme información con discreción como lo hizo la última vez.

─ Accedí a darle clases de baloncesto a alguien ─ cambio de tema como cada vez que intenta hablar de eso ─ Ella es realmente mala ─

­─ ¿Y crees ayudarla a mejorar? ─ suena como una invitación a que lo haga.

─ No será fácil, ella habla mucho y no se concentra, la verdad solo quiero hacerlo por mi mejor amigo, tal vez al final me lo agradezca por hacer que tengan algo en común ─ me recargo en el respaldo y alcanzo a percibir el olor a plástico de este sillón.

─ Hacer las cosas por conveniencia nunca es una buena razón ─ ahí van las frases de terapia, al parecer lo que pago vale la pena.

─ Trataré de no pensar en eso ─ no será tan divertido si no lo hago.

─ ¿Hay alguna otra razón por la que esta chica te haga sonar malhumorado? ─ cuestiona.

Escucho la risa de un niño en el pasillo, tal vez mi hermana ya saco un dulce de su bolsa y ahora son los mejores amigos, siempre encuentra la manera de conocer personas y no hay nada mejor para ganarse a un pequeño que con una buena paleta con sabor a fresas.

─ No lo sé, tal vez  no me gusta que esté con nosotros todo el tiempo ─ hago una pausa ─ me refiero a Raúl, a Patrik y a mí ─

─ Y aun así le ayudarás ─ levanta la ceja derecha y me mira sin poder ocultar una sonrisa.

¿Un doctor puede burlarse? Aunque puedo ver la ironía en mi respuesta.

─ Ella fué quien me lo pidió ─ lo digo una y otra vez pero no cambia la idea de que esto pueda salir mal ─ Ahora que lo pienso debería olvidarlo ─

¿Los doctores siempre se ven tan pensativos?

─ Creo que no debes desaprovechar de oportunidad de conocerla, tal vez para la próxima vez que nos veamos puedas mencionarla sin sonar molesto ─ mira su reloj y antes de que pueda si quiera responder él dice mis palabras favoritas ─ Hemos terminado por hoy ─

ARRUINADOSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora