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Dentro de tu auto, en los asientos traseros nos estábamos devorando el uno al otro. Tus labios quemaban en mi piel mientras besabas mi cuello, tus manos recorrían cada centímetro de mi cuerpo haciéndome ver estrellas y tu boca deleitaba la mía con suaves caricias.

– Se mía Hannah – me susurraste al oído tan suave que toda mi piel se erizó.

– Sí – respondo apenas en un susurro, pero fue suficiente para que tu posaras tus manos en el cierre de mi vestido. Comenzaste a bajarlo y el calor dentro del coche comenzó a ir a más en aumentó. Quitándome el vestido miraste mi cuerpo entre la tenue luz de los focos de la calle.

– Eres hermosa y toda mía – atacando mi cuello con tus besos tu apartaste mis manos que intentaban tapar mi cuerpo.

Sonreí porque yo te gustaba.

No soy ellaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora