4. La llegada al campamento

21 6 0
                                    

Los estudiantes y sus docentes estaban a punto de llegar a las instalaciones del campamento North Hills

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Los estudiantes y sus docentes estaban a punto de llegar a las instalaciones del campamento North Hills. La brisa de la tarde era un tanto más fresca, el calor extremo había disminuido. Al mirar a su alrededor, pudieron observar que ya no había rastro de ninguna edificación, ahora todo era un frondoso campo, repleto de flores y maleza. Era un sitio vacío y pacífico, alejado por completo de la sociedad. Los abundantes ríos emitían un sonido grato y relajante.

—¡Qué lugar tan hermoso! —dijo la señorita Henderson, fascinada.

—Tienes razón, Dina, me encantaría vivir en un lugar como este —comentó el profesor Edward, dedicándole una sonrisa.

—¿Ya estamos cerca?

—Sí, al parecer, estamos a punto de llegar.

Inés Gallagher interrumpió la conversación.

—¡Gracias a Dios! En verdad ya no soporto estar sentada —exclamó, fastidiada—. Espero que aquí el sol no sea tan abrasador.

—Inés, debes acostumbrarte a este clima. Recuerda que estaremos aquí durante algunos días.

—¡Oh, Edward! No creo que pueda soportarlo. Es tan... horrible... y...

—No seas exagerada. —Sus compañeros pusieron los ojos en blanco.

A lo lejos, se pudo observar un gran letrero de madera que decía: «Bienvenidos a la gran reapertura del campamento North Hills». Todo era fascinante: las extensas áreas verdes transmitían gran tranquilidad, el toque minimalista de las construcciones era llamativo y el aire de paz y armonía que se sentía era inefable. Observaban el sitio con admiración, les parecía único e incomparable. En ese momento, uno de los guías se acercó hacia la ventana del conductor.

—Bienvenidos, ¿sería tan amable de entregarme el comprobante de pago, por favor? Necesito verificar la información —expresó el hombre con una sonrisa de oreja a oreja.

—Saludos, permítame un momento. —William sacó el papel de su mochila—. Aquí tiene, es todo suyo.

—¡Perfecto! Su cabaña es la SC-02. Para evitar que se pierdan, dos de nuestros compañeros se encargarán de llevarlos hasta allá. El sector C es bastante extenso, por ende, preferimos acompañarlos hasta la puerta de su vivienda, todo es por su seguridad.

—Se lo agradezco. Estaremos esperando.

Un auto les pitó desde lejos, indicando que ya estaban listos para partir. El docente encendió la buseta y procedió a seguirlos. El sector C estaba desolado, las cabañas vecinas tenían un enorme letrero que decía: «Disponible. Aproveche ahora». Los jóvenes apreciaban las colinas a través de la ventana, el silencio lo inundaba todo. Al cabo de unos minutos, llegaron a su destino.

—¡Ugh! ¿Esa es nuestra cabaña? —dijo Mina, señalándola con el dedo índice.

—Creo que sí. Me gusta que tenga un estilo antiguo, creo que la hace sentir más acogedora —comentó Klaffnner con una leve sonrisa.

La ColinaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora