6. Un paseo en las colinas

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Un polvoriento rayo de sol se colaba en la habitación

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Un polvoriento rayo de sol se colaba en la habitación. Thomas despertó con un poco de sueño: lo que le sucedió la noche anterior no le permitió dormir lo suficiente. Al colocar sus pies en el suelo, curiosamente, sus sandalias habían regresado como por arte de magia.

«Pero, ¿qué fue lo que pasó? Mis sandalias no estaban aquí anoche», se preguntó a sí mismo.

Al escuchar un ruido en la cocina, decidió ir a verificar quién era el que estaba preparando el desayuno. Se asomó por la puerta y observó a la dulce y carismática Dina Henderson preparando los alimentos.

—Buenos días, señorita Henderson, qué sorpresa verla despierta tan temprano —dijo con voz afable.

—Buenos días, Thomas —contestó ella, acompañada de una linda sonrisa—. Hoy me correspondió a mí preparar la comida.

El chico se sentó en el desayunador para conversar un rato con su maestra.

—¿Cómo dormiste? —Dina colocó los platos sobre el amplio desayunador.

—Más o menos...

Hubo silencio absoluto.

—¿Qué ocurre? ¿Hay algo que quieras contarme? Sabes que puedes confiar en mí.

—No se preocupe, solo me costó un poco acostumbrarme a estar lejos de casa, es todo —contestó él mientras jugaba con las esquinas de un viejo mantel.

—Está bien. —La cafetera emitió un chillido penetrante—. Ve a llamar a tus compañeros para que vengan a desayunar, por favor.

Los demás llegaron al comedor en cuestión de minutos. El desayuno ya estaba servido.

—¡Buenos días, chicos! Preparé esto con mucho cariño para ustedes, espero que lo disfruten. —Dina corrió a la cocina a traer un par de cucharas.

Mientras degustaban los deliciosos platillos, Corina conversó con Thomas sobre un asunto en particular.

—Thomas, ¿te puedo pedir un favor? —dijo la chica, señalándolo con un trozo de pan.

—¡Claro! ¿Qué necesitas? —expresó, amable.

—Quiero que dejes de hacerme ese tipo de bromas.

—¿De qué hablas? Yo no te he hecho ninguna broma. —Él ladeó la cabeza.

—Anoche, vi que entraste a mi habitación y dejaste tus sandalias sobre los pies de la cama, ¿con qué fin las dejaste ahí? ¿Acaso pensabas que me iba a reír de eso?

—Yo no hice nada, te lo juro...

—¡No te hagas el tonto! Tuve que despertarme a la mitad de la madrugada para ir a dejártelas. Yo quiero que...

En ese momento, Mina McCarthy interrumpió la conversación.

—¡Oh, no! Corina se va a morir solo porque Thomas dejó sus sandalias sobre los pies de la cama, ¡oh, no, llamen a emergencias! —exclamó de forma exagerada.

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