15. La liberación de las almas

17 6 0
                                    

Inés Gallagher no paraba de regañar a Corina y Jordan; pensaba que lo que habían hecho podía considerarse como una falta gravísima

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Inés Gallagher no paraba de regañar a Corina y Jordan; pensaba que lo que habían hecho podía considerarse como una falta gravísima. Mientras tanto, Dina, Edward y William observaban la escena en silencio. Aquello les parecía algo incoherente y absurdo. En ese momento, Daniela Higgins irrumpió en la habitación.

—¡Profesores, surgió una emergencia! —farfulló, su rostro estaba pálido.

—¿Qué pasa, Daniela? —preguntó la señorita Henderson, preocupada.

—¡Thomas ha desaparecido!

—¡¿Qué dices?!

Inmediatamente, lo buscaron por toda la cabaña, sin embargo, no hubo alguna pista de su paradero. Al no obtener una respuesta positiva, los docentes decidieron separarse para tener más posibilidades de encontrarlo. El campamento era bastante extenso, por lo que debían cubrir más terreno. Las primeras gotas anunciaban la llegada de la tormenta.

—Bien, yo asignaré los equipos —dijo el señor Thompson, colocándose su suéter de cuello de tortuga—. Dennis, Daniela, Jordan y Corina, estarán con William; Klaffnner y Mina, irán conmigo; Christian y Luis acompañarán a Inés, y Dina se quedará en la cabaña por si Thomas regresa.

Cada equipo se separó para iniciar la búsqueda. Mientras caminaban por el terreno, Corina tropezó y cayó sobre un charco de lodo, Jordan corrió a auxiliarla.

—¿Estás bien, Cori? —La ayudó a levantarse.

—Sí, solo que me torcí el tobillo... —contestó, emitiendo un gemido de dolor.

Al observar hacia el frente, notaron que el señor O'Brien y sus demás compañeros habían desaparecido. Una espesa niebla comenzó a cubrir el paisaje. Los dos estudiantes estaban perdidos en medio de la nada.

—¡Demonios, esta niebla me impide ver! —exclamó Jordan, molesto.

—¿Qué haremos ahora?

—Me temo que tendremos que avanzar, porque ni siquiera sé en dónde estamos. ¿Te sientes bien para caminar?

—Sí, puedo hacerlo. —Aunque ladeaba un poco, Corina lograba mantenerse de pie.

Thomas Burke observaba el cielo a través de la ventana del auto; algo en su interior le decía que esa noche iba a ser inolvidable. Los secuestradores se quitaron la máscara, exponiendo su identidad. Se trataba de Zack Wilson y Manfred Clinton, un par de guías del campamento poco conocidos. Al percatarse de que el personal tenía algo que ver con lo que estaba pasando, sintió como la ira comenzó a tomar posesión de su cuerpo.

—¿Cuánto crees que nos va a pagar el jefe por llevarle a este jovencito? —preguntó Zack, entre risas siniestras.

—No lo sé, pero me imagino que nos dará una gran cantidad de dinero, ya que, según él, este chico es muy importante —explicó Manfred mientras conducía.

La ColinaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora