12. La llave es encontrada

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El calor era insoportable, el aire bochornoso y los incandescentes rayos del sol quemaban la piel de los presentes en la escena del crimen

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El calor era insoportable, el aire bochornoso y los incandescentes rayos del sol quemaban la piel de los presentes en la escena del crimen. La investigación para descubrir al culpable aún seguía en pie.

—Bien, señor Joshua, ahora que tenemos unos minutos, me gustaría que conversáramos sobre el tema de nuestra buseta —dijo el señor Thompson, tocándole el hombro.

—Escúchenme bien, quiero que este asunto les quede claro de una vez por todas —expresó Joshua con seriedad—. El equipo de búsqueda ya está al tanto de la situación, si ellos no encuentran nada en el transcurso de estos días, no puedo hacer más por ustedes. No he obtenido respuesta alguna del paradero de su vehículo. Este caso está fuera de mis manos.

—¿Cómo dice? —preguntó Inés, molesta—. ¡Jamás me imaginé que usted fuera una persona tan apática!

—No estoy de humor para escuchar sus prejuicios. —El hombre se rascó la barbilla, incómodo—. Si no les molesta, me retiro, tengo asuntos que atender.

Joshua subió a su vehículo, se quitó sus gafas de sol y miró a los profesores.

—Lo lamento, los llevaría de regreso a su cabaña, pero debo reunirme con el comité para conversar sobre estos misteriosos asesinatos. —Se veía cierto desinterés en sus palabras.

—No se preocupe, señor —refutó Inés, apartando la mirada—. Nosotros no necesitamos nada de usted.

El auto se alejó a toda velocidad, dejando una nube de arena en el camino. Reinó el silencio.

—Ja, ese hombre es un infeliz —masculló la señora Gallagher, haciendo un gesto de desagrado—. No puedo creer que él esté a cargo de un sitio como este.

Los docentes caminaron de regreso a la cabaña, indignados. La actitud de aquel sujeto les parecía extraña e intolerante.

—Me preocupa este asunto, pero temo que no podemos hacer nada por ahora. —William agachó la cabeza—. Debemos preparar nuestras maletas para marcharnos de este lugar, recuerden que ya casi se cumple nuestra estadía.

—Es cierto —suspiró Dina—. Si nuestra buseta no aparece, ¿cómo nos iremos?

—No lo sé, supongo que tendremos que llamar al señor Gordon para comentarle lo sucedido. Tal vez nos envíe otro vehículo.

—Yo propongo que les robemos un auto a estos vagabundos, ¿qué opinan? —sugirió Inés, pensando que su idea iba a ser aprobada por los demás.

—¡Ay, Inés! ¡Por supuesto que no! —expresó Edward, poniendo los ojos en blanco.

—Lo siento, fue un impulso. Debo mantener la compostura.

Los estudiantes estaban en la cabaña muriendo de calor. El señor O'Brien procedió a preguntarles sobre el viaje.

—Jóvenes, ¿qué les ha parecido este paseo?

—Excelente, profesor, la experiencia ha sido muy enriquecedora —respondió Dennis, haciéndose viento con una vieja revista.

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