5. Sucesos extraños

17 5 0
                                    

Por fin había caído la noche, los estudiantes estaban lavándose las manos para cenar, mientras tanto, los docentes se encargaban de servir los alimentos

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Por fin había caído la noche, los estudiantes estaban lavándose las manos para cenar, mientras tanto, los docentes se encargaban de servir los alimentos. El comedor tenía un tamaño considerable y estaba ubicado cerca de la cocina. Había una gran mesa de vidrio en forma rectangular y un pequeño candelabro que colgaba del techo. Tras verificar que todos estuvieran en la mesa, dieron inicio a la cena. Mientras comían, Christian entabló una pequeña conversación.

—Disculpen, tengo una pregunta —dijo, levantando su mano.

—¿Qué ocurre, Christian? —preguntó William, bebiendo un sorbo de jugo de naranja.

—Noté que el piso cruje bastante y algunas tablas están sueltas, ¿es eso normal?

—Mm, esta cabaña es bastante antigua, por lo que no dudo que el piso esté algo desgastado. ¿Por qué lo preguntas? ¿Te da miedo escuchar pisadas durante la noche? —Soltó una risilla.

—Claro que no, señor O'Brien, solo era curiosidad...

Al terminar, cada joven se encargó de lavar, secar y guardar su respectivo plato; Inés los vigilaba constantemente. Tras concluir con su tarea, se cepillaron los dientes y se cambiaron para dormir.

—Buenas noches, jóvenes. Recuerden que debemos levantarnos temprano para iniciar con las actividades programadas —dijo el profesor Thompson con una cálida sonrisa.

—Buenas noches —respondieron en coro, dirigiéndose a sus respectivas habitaciones para descansar.

11:00 p. m.

Thomas abrió sus ojos de golpe. Su garganta estaba áspera y seca. Un fuerte escalofrío recorrió todo su cuerpo, una sensación negativa y espeluznante se percibía en la habitación. La sed que sentía era incontrolable, su boca gritaba por un vaso de agua. El chico sentía mucho frío, incluso estando cubierto con una considerable cantidad de cobijas.

—¡Rayos! —susurró mientras tragaba su espesa y amarga saliva—. Tengo demasiada sed, necesito beber algo ahora mismo.

Al observar a su alrededor, notó que todo estaba sumergido en una intensa y absoluta oscuridad, sintió un miedo incontrolable. Thomas intentó ignorar aquella sensación tan desagradable que sentía en su boca, sin embargo, sus intentos fueron en vano.

—No seas miedoso, todo está bien —musitaba una y otra vez.

Cuando colocó los pies sobre el congelado suelo de madera, pudo notar que sus sandalias habían desaparecido. Aquello le pareció un tanto extraño.

—¿Dónde están mis sandalias? De seguro mis compañeros me las quitaron en son de broma, pero ya van a ver mañana. —Resopló por la nariz.

Lentamente, abrió la puerta de su habitación y observó hacia ambos lados para verificar si había moros en la costa. El frío que se sentía en aquel lugar era inefable, constantes escalofríos recorrían su cuerpo. Thomas caminaba con mucho cuidado: no quería que Inés lo regañara y despertara a sus compañeros. En ese momento, pisó una tabla floja y esta emitió un gran crujido. Al escuchar esto, comenzó a correr cuidadosamente, bajó las escaleras a toda velocidad y al llegar a la planta baja pudo respirar en paz. Sus pies sentían las afelpadas alfombras de terciopelo blanco, aquella sensación le transmitió gran tranquilidad.

La ColinaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora