no me alejes de ti

206 22 7
                                    

Petzite y sus hermanas acataron la orden del príncipe y se marcharon rápidamente en busca del mejor doctor de némesis. Mientras tanto, Diamante, inquieto al ver a su amada en tan precarias condiciones, cambiaba la venda cada cinco minutos, ansioso por mantener la fiebre a raya.

La atmósfera en la habitación era densa, cargada de emociones no expresadas y un amor que parecía desvanecerse como el humo. Cada suspiro de Serenity resonaba en el corazón de Diamante, como un eco de su desesperación. La fragilidad de su estado físico contrastaba con la intensidad de sus emociones, creando un torbellino en el que ambos se encontraban atrapados.

La angustia de Diamante se manifestaba en sus manos temblorosas mientras trataba de contener el torrente de sentimientos que lo abrumaban: el miedo a perderla, la culpa por sus acciones pasadas y el anhelo desesperado de redención.Serenity se sentía débil, pero luchaba con todas sus fuerzas para no sucumbir a la oscuridad que la acechaba.

En su interior, una tormenta de emociones la consumía: amor, traición y un profundo dolor que amenazaba con ahogarla. Cada latido de su corazón parecía un recordatorio cruel de las promesas rotas y las ilusiones desvanecidas. De repente, el silencio se rompió.


—No deberías estar aquí, Diamante. Tu presencia en mis aposentos solo aviva las llamas de mi tormento —dijo Serenity, su voz entrecortada por el dolor—. No quiero ser el motivo de tu diversión. Prefiero abrazar la muerte a que sientas compasión por mí.

Diamante acarició suavemente el rostro de Serenity y respondió con una pasión contenida:—Oh, mi amada Serenity, no es compasión lo que siento; es un amor tan profundo que ni las estrellas podrían rivalizar con su fulgor. Pero dime, ¿acaso crees que no disfruto este juego? Eres como una marioneta en mis manos; cada lágrima tuya es un hilo más que me ata a ti. No permitas que esa mujer insignificante empañe la luz que irradias. Eres el faro en mi tormenta, el sueño que me da vida.

Serenity lo miró con desdén, su corazón dividido entre el deseo de creerle y el rencor que la consumía:—Tus palabras son dulces como veneno, Diamante. ¿Acaso crees que pueden borrar el sufrimiento que me has causado? Has destrozado mi alma con tus traiciones. Vete y déjame sola; si la muerte es mi destino, la abrazaré para recuperar la dignidad que perdí al confiar en quien solo me ha hecho daño.

La tensión creció entre ellos como una cuerda a punto de romperse; cada palabra era un puñal afilado que atravesaba las defensas emocionales construidas durante años.


Diamante se arrodilló junto a su lecho, suplicando con fervor:—No me apartes de ti, oh musa de mis días; te lo imploro. Desde el primer instante en que mis ojos se posaron sobre ti en el altar, supe que mi existencia carecería de sentido sin tu luz. Pero admitámoslo: también disfruto del drama. ¿Acaso no es más emocionante cuando todo parece perdido? No quiero perderte; no puedo perderte. Y si así fuera, preferiría enfrentar las llamas del infierno antes que vivir en un mundo sin ti.

Las lágrimas brotaron de los ojos de Serenity mientras sus defensas comenzaban a desmoronarse:—¿Por qué, Diamante? ¿Por qué me haces esto? Me duele tanto; no sabes lo difícil que es aceptar lo que siento... y el dolor desgarrador de saber que estuviste con otra mujer. Te vi; no puedes negarlo... Después de todas las promesas que me hiciste... ¿Cómo pudiste jugar conmigo así?

La angustia llenaba la habitación mientras ambos luchaban contra sus propios demonios: ella contra la traición y él contra su propia culpabilidad. El aire estaba impregnado con un sentimiento palpable de desesperación y anhelo; cada uno deseaba encontrar una salida a esta prisión emocional en la que se habían encerrado mutuamente.


La tensión en la habitación alcanzó un punto crítico cuando Diamante se volvió hacia Rubí con una furia contenida:—Habla sin vergüenza; revela ante esta noble dama que todo esto fue una vil trampa urdida por Zafiro y tú misma.

Rubí, temblando de miedo y sintiendo el peso del momento sobre sus hombros, apenas pudo articular:

—Yo fui... obligada. Perdónenme; no era mi intención...De repente, las puertas de la habitación se abrieron con estruendo.

—Príncipe Zafiro —exclamó Rubí con desafiante desespero.Zafiro entró como un torbellino, su mirada oscura y seductora fija en Rubí mientras la agarraba del cuello:—¿Te atreves a lanzar calumnias en mi contra, mujerzuela despreciable? ¡Eres tan insignificante!Rubí luchaba por respirar mientras intentaba liberarse del agarre cada vez más fuerte de Zafiro.

La escena era caótica: Zafiro emanaba una energía oscura y amenazante mientras Serenity observaba absorta el espectáculo.Serenity exclamó con firmeza:—Suelta a esa mujer, príncipe Zafiro; si continúas así, ella morirá.

Zafiro desvió su atención hacia Serenity y le respondió con desdén:—Tuviste suerte de que Serenity intercediera, meretriz sin valor. Mereces arder en las llamas del infierno por tus traiciones.

Diamante no pudo contener su furia mientras el aire se llenaba de tensión:—¿Tú tampoco te quedas atrás, Zafiro? Qué jugada tan astuta; admito que no la vi venir... Pero dime, ¿acaso crees que puedes jugar conmigo? Lástima que tu intento por manchar mi honor ha fracasado miserablemente.

Zafiro sonrió con malicia, disfrutando del caos:—No estaría tan seguro de ello, querido hermano. Serenity fue testigo ocular de tus infidelidades... ¿No es así, princesa? Y ahora te veo atrapado entre tu amor por ella y tus deseos más oscuros.

Serenity asintió lentamente y respondió con frialdad:—Efectivamente, príncipe Diamante... No hay justificación para tus actos. Solo puedo concluir que deseabas hacerme otra más en tu lista de conquistas.

La habitación se llenó entonces de un silencio tenso donde cada palabra resonaba como un eco ominoso; cada uno sabía que estaban al borde del abismo emocional y moral.

Lujuria lunar +18 (Diamante X Serena)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora