Capítulo #5 (Celos enfermizos)

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La noche pasó rápidamente y, agotada, la princesa Serenity se dejó vencer por el sueño. Al amanecer, los suaves rayos del sol comenzaron a filtrarse por la ventana, iluminando la habitación con un cálido resplandor. Serenity se estiró y se levantó, sintiéndose renovada. Rápidamente, tomó una ducha refrescante que la ayudó a despejarse y a prepararse para el día.
Berjerite, una de las hermanas que servían como su guardia personal, ya estaba en la habitación con una charola de plata repleta de deliciosos manjares.

—Buenos días, princesa. Le traje esto para que desayune —dijo Berjerite con una sonrisa radiante.

Serenity, al ver la abundante comida, no pudo evitar sonreír.

—¿Esto es un banquete para un regimiento, mi querida Berjerite? —exclamó con un tono juguetón—. Ve y llama a tus hermanas, diles que vengan a desayunar a mi lado.
Berjerite, sonrojándose ligeramente, respondió con timidez:

—No puedo aceptar, princesa. ¿Qué diría el príncipe si nos ve comiendo con usted?
Serenity le guiñó un ojo y le dijo:

—¿Acaso él tiene que saberlo? Será nuestro pequeño secreto.

En ese momento, Petzite entró con un hermoso vestido y escuchó la conversación.

—Usted, mi princesa, nos meterá en graves problemas, pero ¿cómo resistirse ante sus encantos y la manera tan gentil que tiene con nosotras? —dijo Petzite, sonriendo.
Kalaberite y Karmesite, las otras dos hermanas, ayudaron a su princesa a vestirse y peinarse, admirando su belleza con ojos llenos de asombro.

Al cabo de unos minutos, Serenity les pidió que la acompañaran a dar un paseo, y las hermanas asintieron con entusiasmo.
Mientras caminaban por los jardines del palacio, de repente se cruzaron con el príncipe Zafiro, quien se notaba que había pasado una mala noche. Gritando, les dijo:

—¡Lárguense, déjenme a solas con ella!
Serenity sintió cómo sus piernas comenzaban a temblar, recordando la petrificante experiencia que había tenido con él. Sin embargo, no podía demostrar miedo; sabía que él podría aprovecharse de ello. Con firmeza, le respondió:

—¿Qué te sucede? ¿Por qué tratas así a tus hermanas? ¿Acaso no puedes ser un poco más amable, príncipe Zafiro?
Zafiro, ignorando sus palabras, le preguntó con voz dura:

—¿Qué hacías con mi hermano ayer? ¿Por qué estaba tan cerca de ti? ¡RESPÓNDEME!
Serenity, dándose media vuelta, le contestó con desdén:

—¿Y quién te crees tú para pedirme explicaciones? Además, no entiendo a qué te refieres. ¿Qué es lo que me quieres decir?

Zafiro le tomó del brazo con fuerza, acercándose peligrosamente, y le dijo:

—No evadas mis preguntas, princesa. ¿Respóndeme, te gusta mi hermano, no es cierto?

Serenity, intentando soltarse de su agarre, le gritó:

—¡Suéltame, idiota! ¿Qué manera es esa de tratar a una mujer? ¿Acaso crees que sometiéndome a tus maltratos ganarás mi corazón?

Zafiro, mirándola con una mezcla de deseo y furia, tomó su rostro entre sus manos y volvió a preguntar:

—¿Te hirvió la sangre tener a un hombre tan cerca de ti?

Serenity, abriendo los ojos con sorpresa y frunciendo el ceño, le respondió con desprecio:

—Qué comentarios más vulgares. Se nota que nunca has tratado con una dama como yo.

Zafiro la acercó a su cuerpo, sus labios casi tocando los de ella, y le susurró:

—¿No entiendes, princesa, que me enloqueces? Anoche no logré conciliar el sueño, atormentado por el recuerdo de cómo los vi juntos. Me muero de celos al pensar que él pueda estar ocupando tu corazón. Te deseo, princesa, te deseo, te necesito solo para mí. Permíteme llevarte a la gloria y demostrarte qué es un hombre de verdad. Permíteme ser el primero que beba el elixir de tu cuerpo, llevarte al éxtasis en mis brazos, someterte a mis más bajos deseos, y caminar contigo por el sendero de la lujuria.

La princesa, boquiabierta ante la audacia de sus palabras, le contestó con firmeza:

—Suéltame, degenerado sátiro. No me compares a las mujerzuelas que has tenido. Jamás, y escúchame con atención: jamás me entregaría a un hombre como tú, malo y ruin. Prefiero morir que ser tuya.
Diamante, que había estado observando la conversación desde la distancia, sonrió complacido ante las palabras de la princesa. Se sentía victorioso, como el hombre más feliz del universo.

Zafiro, cegado por la ira, tomó a Serenity del rostro y la besó apasionadamente. La princesa, ante aquel acto inesperado, reaccionó rápidamente y le dio un fuerte golpe en la cara.
Zafiro, furioso, le tomó del pelo y le dijo con voz amenazante:

—¡ENTIENDE, SERENITY! ¡TÚ SERÁS MÍA, SOLO MÍA, QUIERAS O NO!
Diamante, incapaz de soportar la situación, intervino con firmeza:

—Suéltala, Zafiro. Entiende que ella no te quiere.
Zafiro, lanzándole una mirada desafiante, le respondió:

—No te metas en mis asuntos, Diamante. Ella pronto entenderá que es a mí a quien necesita.

La tensión entre los hermanos era palpable, y la lucha por el corazón de Serenity se intensificaba. La princesa, sintiéndose atrapada entre dos hombres que la deseaban con fervor, se preguntaba si alguna vez podría escapar de esta situación. La lucha interna entre el deseo y el deber la consumía, y en medio de aquel caos, Serenity anhelaba encontrar una salida, un camino hacia la libertad que le permitiera regresar a su hogar y a la paz que tanto deseaba.

—Eso está por verse, hermanito —le dijo Diamante con tono burlón, sintiéndose muy seguro de que él había robado el corazón de la princesa. Una sonrisa confiada se dibujó en sus labios mientras miraba a Zafiro con superioridad.

Zafiro, herido en su orgullo, apretó los puños con fuerza. —Siempre has creído que solo soy una molestia para ti y para nuestro planeta, pero te prometo que esta vez será diferente —mencionó enojado—. Lucharé por ella, Serenity será mía. Verás que pronto sucederá y tú no podrás hacer nada para detenerlo.

Diamante soltó una carcajada que resonó en los pasillos del palacio.
—¿Tú, luchar por el amor de la princesa? No me hagas reír, hermanito. Olvidas que soy el mayor y que siempre he sido el favorito. ¿Qué te hace pensar que esta vez será diferente?

Zafiro, con los ojos brillando de determinación, se acercó a Diamante hasta quedar frente a frente.
—Porque esta vez estoy dispuesto a todo. No me importa pisotear nuestro lazo de hermanos con tal de tener a Serenity para mí solo. Ella será mi reina, mi amante, mi todo. Y tú no podrás impedirlo.

La tensión entre los hermanos era palpable, y Serenity observaba la escena con una mezcla de temor y fascinación. Jamás imaginó que su presencia podría desatar tal rivalidad entre los príncipes de Némesis. Pero, en el fondo de su corazón, una chispa de esperanza se encendía. Tal vez, si lograba manipular sus sentimientos, podría encontrar una oportunidad para escapar de su cautiverio.

Diamante, notando la mirada calculadora de la princesa, se acercó a ella y, tomando su mentón con delicadeza, le dijo:
—No creas que te será tan fácil, mi querida Serenity. Tú eres mía, y no pienso compartirte con nadie, ni siquiera con mi hermano. Pronto te darás cuenta de que es conmigo con quien debes estar.

Lujuria lunar +18 (Diamante X Serena)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora