En las manos del demonio

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Serenity se aferró con desesperación a la espalda de su príncipe amado, Diamante, sintiendo que todo lo vivido hasta ese momento era el más sublime de los sueños. La noche se había vestido de estrellas titilantes, y la luna, como testigo silente, iluminaba sus rostros con un resplandor etéreo que parecía bendecir su unión. En ese instante mágico, el mundo exterior se desvaneció; solo existía el calor de su cuerpo contra el suyo, la suavidad de sus labios y el latido frenético de sus corazones. Se entregó a la pasión que ardía entre ellos, olvidando quién era y todo lo que arriesgaba al dejarse llevar por el deseo. Cada roce de sus manos encendía fuegos en su piel, y cada mirada compartida era un pacto silencioso que prometía amor eterno. En su mente, todo lo que había sido dolor y sufrimiento se desvanecía; solo quedaba la pureza de su amor, un amor que parecía capaz de desafiar incluso a las estrellas. Era como si el universo entero conspirara para unirlos en ese momento perfecto, donde nada más importaba.

Diamante, embriagado por el dulce aroma de su amada, se perdió en la suavidad de su seno. Sus manos exploraban cada curva con reverencia, como si tocara un tesoro sagrado que había estado oculto durante siglos. Lamió una vez más aquella piel delicada, deseando deleitarse en un sabor que le parecía la misma gloria. Cada susurro de Serenity era un canto que lo hipnotizaba; en su mente no había lugar para la duda ni el miedo; solo existía ella y la promesa de un amor eterno que desafiaba al tiempo. "Eres mi luz en esta oscuridad", pensó mientras sus labios se encontraban una vez más. En ese momento, sentía que todo lo que había anhelado en su vida se había hecho realidad: una conexión tan profunda que parecía trascender lo físico y lo mundano. Su corazón latía con una intensidad desconocida, como si cada palpitar fuera un eco del destino que los había unido.

Pero aquel silencio mágico fue abruptamente interrumpido por una catástrofe inminente. Zafiro, el hermano de Diamante, irrumpió en la escena como un torbellino de furia y celos. Su orgullo estaba hecho trizas al ver a su amada en los brazos de su hermano. La traición lo consumía desde dentro, transformando su amor en un veneno mortal que amenazaba con devorarlo. La imagen de Serenity entregándose a otro lo convirtió en una bestia descontrolada; cada latido de su corazón resonaba como un tambor de guerra en su pecho mientras luchaba contra la tormenta de emociones que lo arrastraban hacia la locura. "¡No puede ser! ¡Esto no está pasando!", pensó mientras sus ojos se llenaban de una furia ciega. La rabia burbujeaba dentro de él como lava a punto de estallar; no podía soportar la idea de perderla ante quien consideraba su rival.

—¡MALDITO DESGRACIADO! ¡ME TRAICIONASTE! —gritó Zafiro, su voz resonando como un trueno en la noche oscura. Cada palabra era una daga afilada que atravesaba el aire cargado de tensión—. ¿Cómo pudiste acostarte con mi amada? ¡Eres un traidor miserable! —Su mirada ardía con una rabia incontrolable, reflejando el caos que reinaba en su interior. El dolor y la ira se entrelazaban en su pecho como serpientes venenosas dispuestas a atacar; sentía cómo cada segundo aumentaba la presión en su corazón y cómo la locura comenzaba a nublar su juicio.

Diamante, sintiendo el peligro inminente y la desesperación palpable a su lado, intentó calmar a su hermano con voz serena pero firme:

—¡TRANQUÍLIZATE ZAFIRO! ¡NO LA DAÑES! ¡TE LO SUPLICO! —las palabras salieron de sus labios como un grito ahogado en medio del huracán emocional que se desataba—. Esto no es lo que quieres; déjanos resolver esto sin más violencia. —Su corazón latía con fuerza mientras buscaba la manera de apaciguar la tormenta que amenazaba con arrasar todo a su paso. Sabía que debía proteger a Serenity a toda costa, incluso si eso significaba enfrentarse a Zafiro. La desesperación lo envolvía mientras imaginaba las posibles consecuencias de esta confrontación.

Pero Zafiro no escuchaba; estaba atrapado en un torbellino de emociones que lo llevaban al borde del abismo. La ira hervía en sus venas como lava a punto de estallar. Sin previo aviso, lanzó un ataque cargado de poder oscuro hacia ambos, gritando con toda la fuerza que le quedaba:

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Lujuria lunar +18 (Diamante X Serena)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora