Prefacio

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EN ALGUNA PARTE DEL TIEMPO

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EN ALGUNA PARTE DEL TIEMPO

Las explosiones surgieron a través de la pradera, que rápidamente se volvió un cementerio.

Los cuerpo molidos y destazados de los guerreros se encontraban esparcidos por el campo. El aire viciado y polvoriento quemaba al encontrarse de frente con la cara de Daniel. Olía a carne quemada, muerte y desolación.

El cielo tenía un humo viscoso, costaba demasiado respirarlo y mirar más allá de la nube de muerte que lo rodeaba.

Se adentro al interior de la pila de árboles caídos, uno tras otro en dirección a alguna salida segura. Continuo sin tener idea de dónde se encontraba su colega, o su enemigo. A pesar de eso, se arriesgó y se echó a correr al noreste. Las montañas se alzaban majestuosas al frente de su camino. La noche caía como una amenaza y podía sentir el frío que estrujaba sus músculos haciéndolo temblar.

No odiaba el frío. Él había crecido en un ambiente similar, y había estado en sitios mucho más austeros y glaciales que te congelaba hasta el cabello con una gruesa capa de nieve, lo que sí le provocaba era una sensación de peligro.

Durante aquella época, en esa línea del tiempo, el mundo había llegado a convertirse en el hogar de más de una especie. Los Demontres y los humanos habían logrado coexistir un par de décadas desde su descubrimiento. Después de eso, hubo una ola de invasiones a la Tierra por parte de los Agdistis y eso había provocado una guerra que no parecía tener fin.

Daniel no iba a ser quien la detuviera, su única misión era recuperar la Piedra del Mar de las manos de un ladrón.

El castillo se hallaba unos kilómetros adelante, en el centro del bosque, quizá su enemigo se había ocultado dentro y por ese motivo había enviado a sus hombres a derrotar a Daniel sin éxito alguno.

Se detuvo delante en una muralla de ladrillo de unos 80 metros de altura, ubico a dos guardias en las escalinatas de la parte superior y se mantuvo oculto entre la maleza del bosque.

Fue entonces cuando algo salió de la fortaleza delante de él, no supo que era lo que se arrastraba por el suelo, era una cosa viscosa y deforme que saltó entre las rocas y se movió en su dirección. La cosa viscosa se agitó con brusquedad y surgió una figura regordeta, de unos cuatro metros de altura, había partes humanas que brotaban de su cuerpo, un brazo, un pierna, ojos, cabello y partes que no reconoció. El tejido abierto de la piel que formaba parte del cuerpo. El monstruo tenía una boca enorme con dientes afilados como colmillos por un lado de su cuerpo y brazos como látigos que entraban y salían, chorreaban sangre y burbujas que salía hacía el cielo.

La figura se movió de un salto para inmovilizar a Daniel, lo aplastó con sus miembros extraños y lo empujó contra su cuerpo.

Daniel Harris abrió las palmas de sus manos, dejando salir el fuego y las llamas que cubrieron al monstruo casi por completo.

El Brillo de la Luna #2 ✅Donde viven las historias. Descúbrelo ahora