Carla

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Un persistente zumbido me saca de la pesadilla que estaba teniendo. Hago caso omiso y me doy la vuelta en la cama, tapándome con la sábana. No sé qué hora será pero la fría brisa de la madrugada me ha puesto la piel de gallina.

El insistente sonido para de golpe y yo hago una especie de mueca, aliviada. Me acurro contra la almohada, rezando para que cuando el sueño me vuelva a atrapar, en él no haya más que cosas bonitas que me alejen de la horrible realidad que vivo. O no. A veces no me merece la pena vivir en un universo paralelo en el que todo es perfecto, para despertarme a la mañana siguiente y que esa burbuja explote a mí alrededor.

A los pocos segundos mi teléfono vuelve a vibrar y yo suspiro, exasperada.

—Apaga el móvil o te juro que lo tiro a la piscina desde la terraza.

Echo una mirada malhumorada a Ana que se ha tapado la cabeza con la almohada. Dada la cantidad de alcohol gratis que ingirió anoche, ahora mismo su cabeza debe estar a punto de estallar. Yo, por mi parte, incumplí la promesa que me había hecho a mí misma y que tantísimo tiempo había mantenido al beber la mitad del cubata de Ana. No debería haberlo hecho; por varios motivos, además. Pero no pude evitarlo cuando leí el mensaje de WhatsApp que había recibido.

Me levanto de la cama y me acerco a la mesita de madera que hay al lado del armario. Una rabia contenida se me instala en el pecho cuando veo el número en la pantalla. Hace tiempo que lo eliminé de mis contactos pero me sé las nueve cifras de memoria.

Salgo del dormitorio y cierro la puerta con cuidado. Me dirijo al salón apretando el móvil con tanta fuerza que sé que se me van a quedar marcados los botones del volumen. Atravieso la habitación y abro la puerta de la terraza. El sol se alza por encima de las montañas situadas a la derecha del apartamento, y el suave viento helado consigue erizarme aún más la piel.

Miro el teléfono, que sigue vibrando ente mis dedos, y decido contestar:

— ¡Dejadme en paz de una puta vez! ¡No quiero saber nada de vosotros! ¡¿Es que aún no has quedado claro?!

Un sonoro suspiro suena al otro lado de la línea. Sé que es la manera de mi madre de parecer serena cuando lo que realmente le apetece es ponerse a dar gritos como una posesa.

—Carla, cariño, escúchame...

—No te molestes en utilizar apelativos cariñosos. Estamos hablando por teléfono; nadie puede oírte —espeto de mala gana.

—Está bien —concede. Ha cambiado el suave y dulce tono de antes por uno más tenso—. Tenemos que hablar de la boda de tu prima.

—Yo no tengo nada más que hablar. Te lo dejé muy claro la última vez.

—Va a estar toda la familia. No nos reunimos desde aquella comida que organizamos hace ya tantos años. Nadie sabe...

— ¿El qué? ¿Qué me fui de casa hace siete años? ¿Qué hace dieciséis que no os habláis con vuestra otra hija? O, espera, ¿qué sois unos hijos de puta a los que solo les importan las apariencias y que no dudan en joderte la vida de puertas para adentro?

El grave gruñido que viene a continuación consigue que mi corazón se salte un latido. Hace ya muchos años que huí de esa prisión pero todavía me paralizo cuando lo escucho. Era lo último que siempre oía antes de que una mano impactara contra mi cara, o los dedos rollizos de mi padre me rodearan la garganta.

—Cálmate. Así no conseguiremos que venga y seremos la vergüenza de toda la familia —oigo que dice mi madre. Ni siquiera sabe tapar bien el altavoz.

Resoplo y aprieto el móvil con más fuerza.

—Voy a colgar. Dejad de llamarme u os juro que cambiaré de número de teléfono como hizo Lorena en cuanto os perdió de vista. Y cómo debería haber hecho yo —susurro para mí.

#ProyectoPlayaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora