Ana

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Extiendo la toalla en la arena y me dejo caer suspirando de pura felicidad. Madre mía. Qué bien le sienta a una follar todos los días. Bueno, casi. Aunque yo esté de vacaciones, Iván trabaja y el tío es responsable, así que no hay manera humana de convencerle para llegar una hora tarde (o tres) y disfrutar de mis atenciones. Y mira que me esfuerzo. Pero nada. Ni siquiera colgándole el muerto a mi mejor amiga diciéndole a Iván que deje un día sola a Carla para ver cómo se desenvuelve en el Agua Marina. Me tenía que tocar el único chaval de veinticinco años que prefiere trabajar a follar. Hay que joderse. Nunca mejor dicho.

Me río sola de mi propia ocurrencia. Recoloco mis gafas de sol que tenía puestas en la cabeza y las ajusto bien a mis ojos. Esta tarde de julio está pegando fuerte el sol. Creo que mi precioso bronceado canela va a pasar a cangrejo en cero coma. Y eso que Marta me ha embadurnado en crema como si fuera mi segunda piel.

Aparto de mi cabeza el momentazo que he vivido con Iván hace unos minutos, antes de que saliera corriendo hacia el bar con la camiseta a medio poner y una chancla en la mano y observo a las chicas jugar con una pelota hinchable en la orilla.

— ¡Ale! ¡Va para ti! Que estos dos no la coja —grita Sergio lanzando la pelota a una altura a la que mi amiga no llega ni de puntillas.

—Creía que era un juego individual.

—Es más divertido si tú y yo jugamos en equipo —le guiña un ojo y ella se sonroja.

Yo sonrío mirando a la pareja. Desde aquel primer encuentro en la playa al segundo día de estar aquí, se han hecho inseparables. Me hace gracia el comportamiento de Alejandra: es como si no quisiera pasar tiempo con Sergio porque se pone muy nerviosa cuando ronda cerca de ella, pero al mismo tiempo hay una especie de fuerza que la atrae hacia él sin remedio. Ya he perdido la cuenta de las veces que se han escapado al Club, donde el chico trabaja como monitor de natación y otras actividades dirigidas a los niños del pueblo. No sé qué ocurrirá tras esa enorme puerta de cristal, pero la niña siempre vuelve con una sonrisa enorme. Él siempre deja un espacio invisible para que sea Ale la que marque el ritmo de ese acercamiento, que yo, veía inevitable desde el primer momento, y ese detalle me parece tan bonito que me tengo que morder los labios muchas veces para que la sonrisa no me traicione. Sé que las demás también han notado este rollito que se traen, pero ninguna vamos a decir nada hasta que sea la propia Alejandra la que decida ponernos al día. Sabemos que no es bueno presionarla.

Me alegra comprobar que se sienten tan a gusto con nuestros nuevos amigos como yo. Tenía miedo de que mi acercamiento con Iván hubiera forzado las cosas, obligando a mis amigas a pasar el verano con una gente que no les cae bien. Pero, mira por dónde, la cosa no ha salido tan mal; Carla ha encontrado trabajo después de muchos años triste en el sofá de casa de su hermana sintiéndose una inútil. Nunca me lo ha confesado, pero la conozco como si la hubiera parido y sé que era eso lo que le rondaba la cabeza cada día. Cuando me lo contó le abracé tan fuerte que casi la levanto del suelo, cosa de por sí complicada porque es un poco más alta que yo y no tengo una mierda de fuerza. Menos cuando estoy con Iván. Ahí saco al Hulk que llevo dentro. Sé que, aunque no lo admita, le gusta pasar tiempo en el Agua Marina con Iván y la gente que todas las tardes acude en busca de compañía agradable y un buen aperitivo.

También tenía mucho miedo por Alejandra. Más que por ninguna. Ella es la más tímida e introvertida de las cuatro y no le gusta conocer gente nueva; odia con toda su alma salir de su zona de confort. A veces siento que si la miramos demasiado se romperá. Pero luego recuerdo todo lo que ha sufrido desde pequeña, lo sola que se sintió recorriendo Inglaterra a causa del trabajo de mánager de sus padres; lo fuerte que en realidad es. Tuvo que crearse una burbuja a su alrededor para poder sobrellevar las giras, el no tener tiempo para hacer amigos por no tener un hogar fijo, la soledad... La soledad se convirtió en su mayor aliada, y una vez que volvió a España no supo dejarla atrás.

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