Iván

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Me desplomo boca arriba en la cama, aún jadeando, y miro a mi izquierda para descubrir a un pequeño diablo sonriéndome con suficiencia. Ana me mira divertida, con un codo apoyado en la almohada y sin rastro alguno de cansancio.

—Vamos tres a uno —comenta mientras alterna la mirada entre mi pecho y sus uñas. Casi me creo que no le importe el marcador con esa pose tan natural...

—Joder... —intento llevar todo el aire posible a mis pulmones—. Me importa una mierda quién gane... Oye, ¿cómo es que no te estás muriendo ahora mismo?

Ana suelta una risita antes de tumbarse sobre mí y darme un suave beso en los labios.

—Primero, que te da igual quién vaya ganando no te lo crees ni borracho. Eres demasiado competitivo y orgulloso. Lo sé porque yo también soy así y sé reconocer a los de mi especie —intento que las comisuras de mis labios se estén quietas, pero las muy cabronas deciden pasar de mí y se elevan formando una sonrisa divertida—. Y segundo, si esto te ha parecido agotador, espérate a la próxima vez. Muy poco aguante tienes tú, eh. Cómo se nota que no ligas demasiado. Claro... Con los grititos que sueltas cuando te tocan es normal que las chicas huyan.

Para rematar su discurso pasa a toda velocidad un dedo por la punta de mi aún erección provocando que me tiemble todo el cuerpo. Suelto una maldición, y cuando consigo que mi estómago deje de moverse por sí solo, le sujeto las muñecas y doy la vuelta en la cama, arrastrándola conmigo. El brillo burlón que veo en el marrón oscuro de sus ojos promete cosas para las que aún no estoy preparado.

—Eres un pequeño diablo, ¿lo sabías? —Por la cara de inocencia fingida que pone está claro que no es la primera vez que alguien se dirige a ella con un mote similar.

Es viernes y hoy no trabajo. Después de la paliza que me pegué al día siguiente de la fiesta del hotel, y al siguiente también, necesitaba un respiro. Le prometí a Chris encargarme del bar todo el fin de semana así que me ha dado este último par de días libres. Y no se me ha ocurrido otra forma de pasarlos que encerrado en mi habitación con Ana entre mis sábanas. No es el mejor modo de descansar, pero a mí me ha parecido un plan estupendo, y por lo que acaba de pasar hace unos minutos creo que a ella también le ha gustado la idea.

Noto como Ana intenta escapar de mi agarre, pero con su pequeño cuerpecito no puede quitarme de encima. Me aprovecho de la situación y, aún sujetando sus manos por encima de su cabeza, comienzo a soltar pequeños mordiscos por toda su tripa, sobre todo por aquellos lugares que he descubierto en las últimas horas que son más sensibles al roce. Ella se retuerce y se ríe, pero cuando paro y levanto la vista hay una mueca seria en su cara.

— ¿Qué pasa? ¿Te he hecho daño? Estaba de broma...

—No es eso —se pasa la lengua por los labios para humedecérselos y sé que lo que me vaya a decir a continuación será serio, pero yo solo puedo pensar en lo mucho que me ha gustado ese simple gesto. ¿Cómo puede caber tanta sensualidad en un cuerpo tan pequeño? Suelta un sonoro suspiro que me hace volver a fijar mis ojos en los suyos—. Verás, Iván... Es verano, y ya se sabe que el calor, la playa y demás... No me malinterpretes, esto está bien —hace una pausa y examina todo mi cuerpo desnudo encima del suyo. Luego sonríe abiertamente—. Muy bien. Pero no estoy buscando una relación. No tengo novio y tampoco lo quiero... Igual crees que soy una prepotente por pensar que tú querrías algo más conmigo cuando ni siquiera se te había pasado por la cabeza pero... Si vamos a seguir con esto, que a mí me encantaría, quiero que quede claro que entre nosotros no habrá más que sexo.

Sonrío para mí. Me ha parecido tan tierna la forma de confesarme que no quiere que seamos nada más que amigos con derechos, con esos titubeos y miradas esquivas, que por poco se me olvida que la chica pequeñita de pelo oscuro y mejillas sonrosadas que tengo debajo, es en realidad una de las mujeres más cañeras que he conocido en mi vida. Si no la más.

#ProyectoPlayaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora