Carla

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No me da tiempo a contestar. Ana corre las cortinas y choca contra la puerta de cristal entornada. Se lleva una mano a la frente y se echa a reír escandalosamente mientras el resto del grupo le hace los coros. Menudo pedo lleva.

Me separo de Iván, agradeciéndole a mi mejor amiga la interrupción, y termino de abrir la puerta para que salga a la terraza.

—Carla, Carla, ¿has visto? —chilla. Se da la vuelta y señala al sofá— ¡Marta, cabrona, no te rías, que esto es culpa tuya! Si nos dejaras vivir en la mierda no habría intentado traspasar un cristal invisible.

Yo la he entendido porque la conozco, pero lo cierto es que se le traba tanto la lengua que los vecinos solo deben estar oyendo algo parecido a un chimpancé en celo.

—No grites, que al final nos llamarán la atención.

— ¡Qué les jodan! —dice acercándose peligrosamente a la barandilla.

Iván, que parece más lúcido que hace un rato, le agarra a tiempo y la pega a su cuerpo. Yo me trago el recuerdo de lo a gusto que se está entre esos brazos.

—Ana, ¿por qué no te vas ya a dormir?

— ¿A dormir? ¿Qué dices? Si solo son las... —Entrecierra los ojos para ver la hora en su reloj.

No lo consigue. Yo pongo los míos en blanco y la arrastro dentro del apartamento donde la fiesta ha decaído notablemente.

Me acerco a apagar el equipo de música y ninguno de los presentes se queja. Claro, ¿cómo lo van a hacer si han caído en coma? Sofás y suelo están completamente llenos de vasos, prendas de ropa y cuerpos roncando. Solo quedan algunos supervivientes, como Marta, que no deja de acariciarse la tripa con una mueca de disgusto. Me apunto mentalmente llevarle algo de comer en cuanto meta al chimpancé en la cama.

—Vamos, Ana.

Ella lloriquea, pero no pone mucha objeción cuando la llevo a nuestra habitación. De pronto, me frena en seco con brusquedad, haciéndome daño al tirar de mi brazo, y se planta en mitad del pasillo con los labios formando unos ridículos morritos de enfado.

—No. Yo duermo con Iván —dice señalando la habitación del final del pasillo en la que deberían dormir Marta y Ale.

—No, Ana, tú vas a dormir en tu cama. Que además está más cerca del baño —esto último lo murmuro para mí, sabiendo que en cuestión de horas todo el líquido que ha ingerido saldrá por donde ha entrado.

—No... —se queja con voz infantil.

—Ana... —replico.

Ella se pone firme y cruza los brazos a la altura del pecho, mostrando así su disconformidad.

Yo suspiro y miro a Iván, al que parece que le hace gracia la situación.

—Tranquila, yo la cuido.

«Como si tú estuvieras para cuidar de nadie.»

— ¡Así me gusta! —suelta Ana feliz de la vida.

Pasa por su lado para entrar en la habitación y aprovecha para darle una palmada en el culo seguida de una risita. Iván sonríe y le dedica una mirada que promete tantas cosas que solo quiero meterme en la cama, taparme hasta las cejas y rezar al cielo para no pensar demasiado en el momento que he vivido con este chico que ahora mismo está cerrando con pestillo la habitación en la que no creo que duerma con mi mejor amiga.

#ProyectoPlayaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora