ΩCapítulo 14Ω

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Desperté confundido, atado a una camilla, no, no atado, esposado, con un monitor conectado en algún sitio a mi pierna comenzó a titilar, supuse que alertando al personal del hospital de mi reciente incorporación a la lucidez.
Mi cabeza amenazaba con explotar al más sutil de mis movimientos, gracias a la luna las luces estaban apagadas, quise tratar de recordar como llegué aquí, pero cielos, dolía tanto pensar, sí, dormir era un mejor plan. Estaba tratando de dejarme ir en la obscuridad de la inconciencia cuando una persona ingresó, se acercó a mi cama, tomó mi muñeca y me pareció raro que no oliese a nada, traté de mirarle pero mis ojos se cerraron automáticamente con un gemido de dolor,

-¿Le duele algo señor Ramirez?Preguntó una voz femenina, algo en su tono me resulto vagamente familiar, pero no supe que.
-Mi... Migraña- medio dije, rayos duele hasta tratar de hablar
-Entiendo, iré a hablar con el médico a cargo para que le suministre algún medicamento, por ahora solo quédese tranquilo- dijo aquello casi con ¿tristeza?

Al quedarme sólo, mi mente trajo a la superficie un aroma, el que más he anhelado sentir en toda mi existencia, flores de duraznos, casi resultaba terapéutico, inhalé profundo llenándome de aquel exquisito aroma, -¡TE AMO!- resonó en mi interior, con suma dulzura, casi como un susurro arrullador, se sentía muy bien, demasiado bien y así arrullado por el amor lejano de mi Alexis volví a dormir.

Desperté alterado, agitado, sentía el sabor de la sangre en mi boca. En mi nariz, podía oler la sangre con ese fuerte aroma a pera muy dulce, aún siento en mi cara el calor de esa sangre que me salpicó, trato de llevar mis manos a mi rostro pero solo llevo una porque la otra esta sujeta a la cama, siento alivio al notar que esta libre de sangre, solo algo sudada, de repente una lluvia de imágenes se atropellan en mi mente, un charco brillante y caliente de sangre, unos ojos oscuros y vacíos sin vida,  unas garras llenas de sangre y trozos humanos, una puerta, una joven omega, un grupo de personas petrificadas del otro lado de la puerta, los ojos aterrados de Remi.
Mi corazón y mi respiración se agitaron aún más, de repente entra una enfermera apurada y toca unos botones en un monitor junto a mí, pronto me sentí más tranquilo, la enfermera, revisó todos aquellos aparatitos conectados a mi cuerpo y luego de hacer algunos ajustes me habló.
-Señor Ramirez, ¿su migraña se calmó?—

-e eso creo, sí- Dije escaneando mi mente

-Muy bien. Señor, ¿recuerda como llegó aquí?-  Preguntó con un evidente temor en su voz

-Lo siento señorita, no tengo ni la menor idea, ¿estoy enfermo?- Le pregunté

-Creemos que usted sufrió un repentino brote psicótico- Dijo cautelosamente

-¿Porqué estoy esposado?- La pregunta escapó de mis labios antes de yo poder retenerla

-Para que no pueda hacerse daño señor- dudó un momento y agregó: -o escaparse- concluyó evadiendo mi mirada

-¿Escapar?¿Porqué escaparía señorita?- Pregunté confundido

-Lo siento señor Ramirez, pero esas preguntas es mejor que las haga a su psiquiatra, ya mismo voy a ir a darle aviso para que se acerque a hablar con usted. Lamento muchísimo lo que sucedió Señor, realmente lo siento- Dijo aquello último con verdadero pesar y se marchó.

Entonces algo en mi interior vibró suavemente, esa enfermera, creo que le vi antes, podría haber sido tal vez ¿una clienta? Pero no olía a nada, ¿qué pasa con mi nariz?

Tierno AmorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora