Capítulo 17: El cielo es púrpura

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Hamal:

Los colores desparecieron en un parpadeo, y un estallido nos dejó en la oscuridad más pacifica que he presenciado, un cielo negro, hermoso y plagado de astros brillantes que nunca antes había visto cubierta por las nubes contaminadas de la ciudad, durante toda mi vida las nubes habitaban en mis ojos, la sensación de no poder ver más allá, solo esperando a que un día salga la luna.

Cuando despertamos solo nos observamos unos a otros, fuera, libres, sin un auto que nos proteja, y sin personas que nos sigan, era bastante agradable a decir verdad, pero tras toda esa calma nos levantamos , todos al mismo tiempo observando en el centro un cuerpo inerte que temblaba y se sacudía con fiereza, Pólux convulsionaba y su retorcido cuerpo se anudaba de manera inhumana, como un títere enredado en sus hilos. Retrocedimos, mientras su cuerpo se agitaba y seguía sin aparentes intenciones de detenerse.

"¿Qué puedo hacer?" "¿Qué debo hacer?", mi cuerpo invadido de pena y temor se paraliza y cierro los ojos, no puedo verla así, ni siquiera entiendo por qué no puedo, simplemente me causa dolor, no un dolor físico, ya quisiera yo poder sentir físicamente ese dolor, para no tener que sentirlo en mi corazón y en mi pecho, con un nudo inmenso en la garganta y unas inmensas ganas de llorar. Casi por impulso me lancé hacia adelante, en un intento, estúpido y desesperado, orquestado involuntariamente por un cuerpo adolescente mal desarrollado de detener lo que sea que le pasaba a una de mis pocas amigas.

En resumen, me lancé sobre mi amiga que estaba convulsionando y la aplasté como ebrio sin control. El lado positivo es que se detuvo, el lado negativo es que Antares casi me arrastra del cabello para que me quite de encima. El cabello largo negro y lacio de Antares caía en los hombros de Pólux, una sensación triste nos invadía, la llamaba, como si pudiera responderle, y de repente, despertó.

Como si se tratara de haber tomado una siesta, despertó en silencio y lo que dijo nos extraño a todos, el hablar de un color. Un color que nosotros notamos, como si ni siquiera supiera que pasaba, cuando estuvimos todos juntos ahí y miramos el cielo, juro que me sentí plena y completa, me sentí como... cuando comía mi comida favorita, o cuando cantaba con los miembros del culto, me sentí tan libre.

Esa noche, fui eternamente joven, feliz y brillante, como una verdadera estrella.

***

Esa noche todos juntos observaron el cielo limpio, unas estrellas pequeñas que desde abajo ya no se veían tan imponentes, solo luces distantes que adornaban el cielo, lejanas y pequeñas, algunas apenas perceptibles.

Cuando el sol salió y todos dormían en un grass falso bajo un árbol plástico color lavanda, el astro rey los iluminó suavemente bañándolos con su brillo en una caricia suave, como un padre abrazando a sus hijos.

Joe fue el primero en abrir los ojos, lento y disgustado, levantando una mano al cielo quizá para estirarse y quitarse la tremenda atrofia muscular que poseía, con una sonrisa entera, mostrando sus aperlados y blancos dientes y cerrando fuertemente los ojos, se levantó.

─Buen día, para estar perdidos. ─Dijo sonriente, en su interior una eterna sensación de miedo e incomodidad se acogía, pero haber escapado de quizá la peor tortura lo hizo sentir vivo, en calma al menos una vez.

─ Crees... Si te hubieran encontrado ¿te matarían? ─ Pólux se levantaba con un ojo cerrado ante el brillo cegador del sol en su rostro.

─Posiblemente.

─ Suenas calmado, para hablar de muerte quiero decir. ─ Se sentó a su lado, su cabello desalineado y su inminente curiosidad y bienestar físico la hacían un misterio para Joe.

─ Cuando eres patrullero, en cierto punto dejas de estar vivo. ─Joe observaba la planicie artificial frente a él, con nostalgia o dolor, no sabría decir. ─Dejas todo atrás, das tu vida y tu ser solo para formar parte de un sueño, personas que buscan ser justas.

─Los justos no matan personas Joe. ─ Ella lo observaba dolida, su ceño fruncido y sus ojos tristes lastimaban.

─ Yo tampoco soy justo entonces.

Aunque ella quería hablar prefirió no hacerlo, se notaba que él se sentía mal, que estaba lastimado y que recordar no hacía más que reabrir una herida que se negaba a sanar, permanecieron en silencio, uno largo y triste, solo observando había adelante mientras el sol se levantaba perezosamente. Un día nuevo, en un lugar desconocido.

─Joe...─ Dijo ella dudosa.

─Yo tampoco sé dónde estamos.

©STELLAR : La última constelaciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora