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Bagman y Crouch

Narra Tn:

Cedric me tendió la mano para ayudar a levantarme, la acepté y le sonreí.

Estabamos en a lo que, a través de la niebla, parece un páramo. Un par de magos cansados y de aspecto malhumorado estaban cerca. Uno de ellos sujetaba un reloj grande de oro; el otro, un grueso rollo de pergamino y una pluma de ganso. Los dos vestían como muggles, aunque con muy poco acierto.

Buenos días, Basil —saludó el señor Weasley, cogiendo la bota y entregándosela en mano al mago de la falda, que la echó a una caja grande de trasladores usados que tenía a su lado.

Hola, Arthur —respondió Basil con voz cansina—. Has librado hoy, ¿eh? Qué bien viven algunos... Nosotros llevamos aquí toda la noche... Será mejor que salgan de ahí: hay un grupo muy numeroso que llega a las cinco y quince del Bosque Negro. Esperen... voy a buscar dónde están... Weasley... Weasley...

Consultó la lista del pergamino.

Está a unos cuatrocientos metros en aquella dirección. Es el primer prado al que llegan. El que está a cargo del campamento se llama Roberts. Diggory... segundo prado... Pregunta por el señor Payne— Indicó.

Gracias, Basil —dijo el señor Weasley, y les hizo a los demás una seña para que lo siguieran.

Después de unos veinte minutos encontramos una casita de piedra junto a una verja. Al otro lado, habían miles de tiendas.

Hasta el partido— Se despidió el señor Weasley de los Diggory.

Nos vemos, Ced— Me despedí de Cedric.

¡Buenos días! —saludó alegremente el señor Weasley a un muggle.

Buenos días —respondió el muggle.

—¿Es usted el señor Roberts?

—Sí, lo soy. ¿Quiénes son ustedes?

—Los Weasley... Tenemos reservadas dos tiendas desde hace un par de días, según creo.

Sí —dijo el señor Roberts, consultando una lista que tenía clavada a la puerta con tachuelas—. Tienen una parcela allí arriba, al lado del bosque. ¿Sólo una noche?

Efectivamente —repuso el señor Weasley.

Entonces ¿pagarán ahora? —preguntó el señor Roberts.

¡Ah! Sí, claro... por supuesto... —Se retiró un poco de la casita y le hizo una seña a Harry.

¿Son ustedes extranjeros? —inquirió el señor Roberts en el momento en que el señor Weasley volvió con los billetes correctos.

¿Extranjeros? —repitió el señor Weasley, perplejo.

No es el primero que tiene problemas con el dinero —explicó el señor Roberts examinando al señor Weasley—. Hace diez minutos llegaron dos que querían pagarme con unas monedas de oro tan grandes como tapacubos.

¿De verdad? —exclamó nervioso el señor Weasley. El señor Roberts rebuscó el cambio en una lata.

El cámping nunca había estado así de concurrido —dijo de repente, volviendo a observar el campo envuelto en niebla—. Ha habido cientos de reservas. La gente no suele reservar.

¿De verdad? —repitió tontamente el señor Weasley, tendiendo la manobpara recibir el cambio. Pero el señor Roberts no se lo daba.

Sí —dijo pensativamente el muggle—. Gente de todas partes. Montones de extranjeros. Y no sólo extranjeros. Bichos raros, ¿sabe? Hay un tipo por ahí que lleva falda escocesa y poncho.

Distintas casas (Año 1-4)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora