18 de 25: Orgullo roto

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El presente.

Al ver que Camus no atinaba a decir nada, Shura se adelantó:

―¿Estás bien? ―preguntó, reclinándose sobre Milo e intentando ver a través de su mirada confundida. El otro asintió apenas con la cabeza―. ¿Recuerdas lo que ocurrió en Cabo Sunion, Escorpio?

Esta vez no hubo respuesta. Camus se tensó al ver que en lugar de contestar, Milo lo buscaba con los ojos, como pidiendo una pista sobre lo que había ocurrido.

―Si no lo recuerdas no te preocupes, no tienes por qué hablar ahora ―susurró Camus―. Shura se encargará de investigarlo.

―¿Shura...? ―preguntó a su vez el escorpiano. Daba la impresión de no tener idea de dónde estaba parado. Y Camus, a pesar de su falsa actitud de tranquilidad, se sentía igual. Shura era el único que se mostraba completamente funcional, pero también era el único que no sabía nada de lo que en realidad estaba pasando.

―Es importante que me digas si recuerdas algo ―insistió Shura. La respuesta tardó en llegar, pero cuando lo hizo fue negativa, haciendo que Shura se pusiera en movimiento rápidamente, sin querer perder más tiempo en ese lugar―. Volveré luego.

Camus observó a Shura alejarse, y luego al chico que tenía enfrente, sin atreverse a preguntar nada. Finalmente, el otro habló con voz adormilada, pero que aún conservaba un cierto tono irónico.

―Todavía soy Kardia ―dijo, incorporándose hasta sentarse.

Kardia le dio la espalda a Camus; no se sentía con el valor de verlo a los ojos. Sabía que Camus esperaba a Milo, y no quería enfrentarse con su decepción, sabiendo que él era el causante. Había pasado un momento de confusión sin entender dónde se encontraba, pero poco después le había quedado claro que estaba en el cuerpo de Milo, un cuerpo ligero y sano que no le correspondía. Algo lo había arrancado del pasado, enviándolo lejos antes de que pudiera completar su plan. Ahora su mente estaba en blanco.

Se miró las manos y estiró los dedos. Se preguntó si Milo estaría bien, después de lo que había pasado, después de lo que él le había hecho. Se preguntó qué pensaría Dégel, y si acaso no habría empeorado las cosas una vez más. Estaba demasiado ocupado como para preguntarse quién diablos era Shura y por qué nadie se lo había mencionado. Es más, ni siquiera estaba seguro de que eso hubiera sido real.

Sintió que la mano de Camus le tocaba el hombro, pero aún así permaneció inmóvil.

―Kardia... ―dijo Camus en una cuidadamente voz suave y artificialmente controlada. Kardia sonrió con amargura al escuchar su nombre, y luchó por mantener la sonrisa aún cuando vio que Camus se paraba frente a él.

―Perdón ―susurró, acompañando la palabra con un tono que algunos podrían haber malinterpretado como sarcasmo, pero no era más que una manera de disimular su vergüenza. Estaba realmente arrepentido, y cuando vio la expresión de pena de Camus, ya no pudo evitar que su sonrisa se deshiciera―. Milo debería estar aquí

Cuando vio a Camus acercarse cerró los ojos y esperó en silencio la reacción del otro, por más que creía que no recibiría una respuesta.

―Pero me alegra que estés bien ―dijo Camus, rodeándolo en un abrazo afectuoso. Kardia no estaba seguro de merecerlo, pero lo necesitaba, y no se resistió demasiado.

Mientras Camus se limitaba a apretarlo con ternura, Kardia supuso que el maldito se estaba tragando las emociones, como de costumbre. Que pensaba en Milo, pero que no quería dejar en evidencia su decepción.

Pero Kardia tenía razón solamente en parte. Aunque él no lo supiera, el alivio de Camus por su retorno era sincero, porque él había temido que el fracaso del procedimiento significara que Kardia se perdería para siempre. Y Kardia era tan parte de Milo como Milo lo era de Kardia. No quería que ninguno de los dos desapareciera.

Fiebre: la llave del tiempo (completa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora