21 de 25: La verdad desnuda

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El pasado.

Defteros llegó al templo de Géminis y pasó a la parte residencial con todo el sigilo que le fue posible. Atrás habían quedado Escorpio y Virgo, donde Asmita estaba ahora meditando intensamente.

Sobre su espalda cargaba el peso de un secreto. Aspros era la persona que siempre lo había defendido cuando eran niños, cuando tantos habían querido deshacerse de él, cuando nadie confiaba en él, y no le gustaba la idea de tener que esconderle la verdad.

Entró a un pequeño dormitorio y encontró sobre la cama uno de los libros con los que Aspros solía enseñarle por su cuenta las cosas que no podía aprender de otra manera. No solamente le hacía un lugar en su vida, sino que además compartía sus conocimientos con él. ¿Ocultarle lo que sabía no sería acaso traicionarlo?

―¿Dónde estabas? ―preguntó Aspros, apareciendo repentinamente en la entrada de la habitación. Defteros se quedó en blanco por un momento. Su hermano lo conocía como nadie. Tendría que notar que algo no estaba bien. ¿Cómo podría mentirle?

―Cuando fue declarado el estado de emergencia decidí quedarme en donde estaba, pensé que sería peligroso moverme de allí con todo el santuario alerta ―respondió Defteros con la cabeza gacha, apenas atreviéndose a mirar hacia la puerta.

―¿No hay nada más que tengas para decirme?

Tal como había previsto, Aspros se veía desconfiado. Efectivamente sabía bien que le estaban ocultando información.

―Sentí una energía extraña y estuve a punto de actuar ―dijo Defteros. Necesitaba decir una parte de la verdad, aunque fuera de manera solapada, para aliviar el peso―. Tendré más cuidado, no te preocupes. No me dejaré ver.

Con aquello, la expresión Aspros se ablandó. Se acercó a su hermano sonriendo con amabilidad, aunque aún tenía ciertas reservas.

―Sí, deberías tener cuidado. Aunque seas bueno para pasar desapercibido, bien podrían descubrirte también. Ya llegará el momento en que seas libre de ir adonde quieras, pero entretanto tenemos que cuidarnos. No pierdas la calma.

Defteros sintió la mano de su hermano apoyarse sobre su hombro, e intentó luchar contra las ansias de contarle todo lo que estaba ocurriendo.

―¿Estás bien? ―preguntó Aspros. El aludido levantó la cabeza y miró a su hermano a los ojos. Su mirada era clara y sincera, llena de preocupación. Era la hora de definir cómo actuaría, y Defteros tomó una decisión irreversible.


El presente

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El presente.

Los dedos de la mano derecha de Saga treparon por el cuello de Kardia e inmovilizaron su rostro apretando sus mejillas como si fueran garras.

―No respondes. Y no tienes idea de quién soy ―observó Saga, acompañando sus palabras con una sonrisa displicente. Le divertía la intensidad de la furia contenida en los ojos de Kardia, su lucha evidente por no dejar escapar su bestia interna.

Fiebre: la llave del tiempo (completa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora