19 de 25: La trastienda

857 90 89
                                    

El presente.

Después de hacerlo volver a acostarse sobre la plataforma de piedra empujándolo con suavidad hacia abajo, Camus soltó también la mano de Kardia, y tomó el mismo lugar de pie junto al pedestal que había ocupado antes de que Shura abandonara el templo un rato antes.

El consejo sobre no mencionar a Sagitario despertaba la curiosidad de Kardia, haciéndole querer justamente ahondar en el tema. La novena casa estaba notablemente vacía en ese santuario, y no hacer preguntas sobre eso había sido una de las primeras instrucciones que había recibido. ¿Por qué volver a recalcarlo en este preciso momento?

Escuchó a Shura acercarse con paso firme y entrecerró los ojos, ladeando la cabeza y concentrándose en esforzarse por cumplir con el pedido de Camus de no hablar de más.

―Milo ―dijo Shura, en un tono un poco más suave que la vez anterior―. ¿Estás mejor?

Mordiéndose la lengua, Kardia asintió con la cabeza.

―Todavía está un poco confundido ―intervino Camus. Shura levantó la mirada hacia él, inspeccionándolo con ojos críticos. Luego volvió a dirigirse a Kardia, mientras Camus guardaba silencio.

―Necesito que me digas lo que recuerdas. Es importante. Cualquier dato será útil.

Kardia se tomó unos momentos para recordar lo que Camus le había instruido que debía contar. Esta era una ocasión en la que incluso él se daba cuenta de que improvisar no era lo mejor.

―Estábamos entrenando. Sentimos una energía extraña que venía de Cabo Sunion y nos dirigimos allí. No sé lo que ocurrió después ―respondió en voz baja.

―¿Cómo se sentía esa energía, podrías describirlo? ―preguntó Shura.

A Kardia le molestaba la insistencia, y todo lo que quería era sacarse de encima a aquella persona. Cuando abrió la boca para contestar, notó que tenía la garganta seca. No quería decir nada que pudiera volverse en su contra. Para disimular su ansiedad y evitar el impulso de mirar a Camus, se cubrió los ojos con el antebrazo.

―No sé. Algo fuerte. No recuerdo.

―Camus, ¿qué fue lo que pasó? ―Shura estaba ahora con la vista posada en el acuariano, que trataba de mantener la compostura y disimular el pánico que sentía ante la posibilidad de que Kardia dijera cosas que no debía.

―Eso mismo. Seguimos la pista de esa energía hasta Cabo Sunion. Milo colapsó cuando llegamos allí.

―¿Tuvo algún tipo de comportamiento inusual antes? ¿Dijo o hizo algo extraño?

―No.

―¿Cuánto tiempo estuvo inconsciente antes de que yo llegara?

―No lo sé ―susurró Camus, inseguro sobre qué contestar―. Unos minutos.

―¿Minutos? ¿Y permanecieron allí sin hacer nada?

Hubo un silencio que se alargó más de lo previsto. Camus estaba tardando en encontrar su respuesta. A Kardia le parecieron siglos.

―No estoy seguro del tiempo. Sentimos que era nuestra obligación asegurarnos de que no hubiera una amenaza mayor allí antes de abandonar el lugar.

―Nuestra primera obligación es proteger el santuario.

Cada vez que Shura volvía a indagar en el asunto, Camus se iba sintiendo más acorralado y más cerca de perder el control de la situación. Volvió a esperar un tiempo prudencial para contestar, asegurándose de elegir bien las palabras.

―Actuamos con ese ideal en mente. Aunque es posible que no hayamos tomado la decisión más correcta.

Durante unos eternos segundos, Shura y Camus intercambiaron miradas de evaluación mutua. Camus había logrado mostrarse lo suficientemente convincente y frío, y Shura decidió que no había razones para sospechar de su versión. Finalmente se puso en marcha para investigar por sí mismo en Cabo Sunion, por órdenes del patriarca.

Fiebre: la llave del tiempo (completa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora