17 de 25: Medidas extremas

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El pasado.

Cuando Dégel llegó a Cabo Sunion, lo encontró tranquilo y silencioso. Poco después, Asmita apareció a cierta distancia. Dégel no se sorprendió de verlo allí. Al atravesar el templo de Virgo para descender hasta ese lugar, Asmita le había hecho saber que lo esperaría abajo, en espíritu.

Se veía real, aunque Dégel sabía que era una imagen proyectada. El cuerpo verdadero de Asmita estaba en su propio templo, como tantas otras veces en que lo dejaba allí para ocuparse de otros asuntos, a veces incluso sin solicitar permiso, como era el caso.

―El lugar está limpio ―dijo Asmita, continuando con la conversación que habían iniciado en su templo poco antes―. Pero algo me preocupa.

―¿Entonces, crees que esto pueda haber tenido relación con el tema de Kardia y Milo? ―preguntó Dégel, acercándose al borde del precipicio que daba al mar.

―Es posible. Pienso que Shaka intentó enviarme una señal. El mensaje llegó de manera distorsionada, pero tengo la certeza de que él quería que viniera aquí.

Dégel guardó silencio. Durante la noche había soñado también con ese lugar. Cuando el caos estalló estaba lejos de Milo, y apenas había podido hablar a solas con él unos momentos al atravesar Escorpio. Se veía distraído. Le preocupaba.

―¿Qué sugieres que hagamos a continuación?

―El estado de alerta no nos conviene. Limita nuestros movimientos dentro del territorio del santuario porque cada uno debe permanecer en su propio templo. Tenemos que deshacernos de él lo más pronto posible.

―Temo que Sage sospeche de todo esto ―dijo Dégel en voz baja. Asmita suspiró y se acercó a él, apoyando sobre su espalda una mano que sintió cálida, aunque no fuera más que una ilusión.

―Cuando vuelvas dile que no encontraste nada fuera de lo normal. Que Poseidón sigue donde está, pero que pudo haber habido un brote sorpresivo de energía, aunque eso no significa que haya despertado... como se da a veces con los volcanes durmientes.

Dégel meneó la cabeza. Sabía que Sage tenía la experiencia y la inteligencia suficiente como para desbaratar su red de mentiras en un abrir y cerrar de ojos si se lo proponía.

―No sé cuánto tiempo más podamos sostener esta situación.

―La verdad es que nosotros tampoco sabemos lo que ocurrió, así que si le dices eso no será una mentira ―susurró Asmita, adivinando sus pensamientos. Dégel lo miró de reojo. Asmita estaba de cara hacia el mar―. Ve con Milo, pregúntale si sintió algo. Estaré vigilando este lugar e intentando establecer un contacto con el futuro. Quizás el mensaje tenía que ver con que este era un lugar propicio.

―Y tu templo...

―Ah, sí ―dijo Asmita con una sonrisa, su imagen elevándose y tomando la posición de loto―. También estoy allí. De hecho, parece que tengo un visitante, tendré que atenderlo antes de que se impaciente.

―Ten cuidado, Asmita... no es necesario que hagas tantas cosas a la vez.

Asmita no necesitaba ver ni tocar a Dégel para percibir que su rostro estaba contraído por la pesadumbre.

―No hace falta que te preocupes por mí ―respondió, mientras su figura se diluía en el aire―. Aunque es interesante.

Dégel lo vio desaparecer y se volvió, dispuesto a emprender su camino de regreso con lentitud.

En Escorpio y a la espera de algo que no tenía idea de qué era, Milo se sentía intranquilo. Todo había ocurrido demasiado rápido, y su cuerpo se sentía más extraño que de costumbre. Un cosquilleo constante venía recorriéndolo desde el momento en que se había desatado el incidente que pusiera al santuario patas arriba. Ahora tenía la impresión de estar caminando sobre una nube. Y cuando Dégel le había preguntado cómo estaba al pasar por su templo, Milo había balbuceado una respuesta que ahora no estaba seguro de recordar.

Fiebre: la llave del tiempo (completa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora