002 «Joder, si. ¡Granger!»

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"Se vuelve brutal, su sentimiento es desesperado, se arroja encima de mí, come los pechos infantiles, grita, insulta. Cierro los ojos a un placer tan intenso."
«Marguerite Duras»

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Su último año en Hogwarts será muy especial. Estará sola sin la compañía de sus dos amigos, encima no podrá estar en compañía de su casa ya que había sido escogida como Head girl por la nueva directora tras Albus Dumbledore, Minerva Mcgonagall. Lo peor fue recibir quién sería su compañero como Head boy, su peor enemigo desde que comenzó su vida escolar mágica, el sangre pura más elitista que había conocido, el rubio más egocéntrico de todo el colegio, Draco Malfoy.
No solo debería compartir sus tareas sino también su lugar de estudios y su dormitorio.

Al parecer él aún no había llegado por lo que le daba ventaja para colocar sus cosas y elegir la mejor cama. El dormitorio era amplio con dos camas y dos amplias ventanas. Las camas se podian tapar por cortinas y el resto de la habitación estaba acupada por estanterías con libros y dos escritorios para ambos. También se podía diferenciar una pequeña cocina con un frigorífico y una barra para comer. Hermione no se imaginaba a Draco Malfoy preparándose el desayuno.

- Granger.

Una voz varonil sonó detrás de ella y se dio la vuelta para encontrarse con el rubio que ocupaba sus pensamientos ahora.

- Malfoy, cuanto tiempo.

Dijo volviendo a preparar sus cosas. No le prestó demasiada atención cuando este entró, supusó que también tenía cosas por guardar y colocar.

Se equivocó, cuando terminó lo encontró sentado hacia atrás en su cama descansando. ¿Descansando de qué?

- ¿Qué haces, Malfoy?

- Esperándote. Debemos dirigir a los prefectos juntos, ¿recuerdas?

Lo ignoró rodando los ojos. En unas tres horas la reunión inicial con los prefectos terminó y Hermione podría ir a leer cómodamente en su cama. O eso esperaba.

- Granger.

Una voz la llamó, dejándola helada en el lugar. Aquella voz le era muy conocida.

- ¿Parkinson?

- ¿Cómo estás?

Hermione miró a todos lados viendo a los prefectos salir de la sala, también salió el Head boy dejándolas solas. No era raro ver a esas dos discutir por lo que nadie las tomaría en cuenta pero esta vez Pansy parecía venir en son de paz.

- ¿Qué quieres?

Le preguntó a la chica seríamente. Esta sonrió perversamente y le tomó la cintura a acariciándola. Hermione le apartó la mano de un manotazo.

- Granger. Esa noche estuviste más que dispuesta.

- ¿De qué hablas? ¡Déjame en paz!

La apartó queriendo huir de allí pero escuchó una risa antes de irse.

- Niegalo todo lo que quieras pero seguro te masturbas recordando mi lengua y mi boca.

Hermione se giró con una mirada inquisidora. Sí las miradas pudieran matar, seguro que esta lo haría.

- ¡Cállate! No quiero oírte más.

Salió corriendo de allí. No podía creer la mala suerte que tenía. Para una vez que se liaba con una desconocida, no era una desconocida del todo. Ahora se burlaria de ella y se lo restregaria por la cara cuando ella quisiera.

Llegó a su habitación y echó las cortinas queriendo intimidad. Se sentó sobre su cama abrazándose las piernas intentando esconderse de todo y sobretodo de la vergüenza que la carcomía.

No escuchó cuando Draco entró a la habitación, ni sintió cuando este se había escondido tras sus propias cortinas también. Sólo se dio cuenta de que no estaba sola cuando escuchó la música rítmica de la voz del rubio gimiendo y diciendo un nombre.

- Si, sigue así. ¡Hermione!

Su nombre.

Su sangre se heló, no sabía si debía moverse e interrumpirlo. Pero su cuerpo se movió solo corriendo la cortina y viendo la sombra del chico a través de la cortina de la cama contraria. Podía ver su sombra, sentado en la cama respaldado contra el cabecero de la cama y con una mano subiendo y bajando sobre su gran falo, con la cabeza echada hacia atrás.

No se atrevió a interrumpirlo pero su mano se metió por la falda de su uniforme tocándose por encima de las bragas, que sorprendentemente ya estaban chorreando.

Con un último gritó del chico sintió que ella misma se iba a correr de solo escucharlo, llamándola entre su propio placer.

- Joder, si. ¡Granger!

Así supo que se había corrido junto a él. Pero ella tuvo que ponerse una almohada entre los dientes para no soltar sus gemidos ni el nombre del que ahora quería follarse.

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Sólo por esta vezDonde viven las historias. Descúbrelo ahora