Capítulo veinte

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Habían firmado ya el contrato con Salvatore y la excusa que los había traído juntos a ese paradisíaco paraje de Italia, se había acabado. Ambos con la incertidumbre a flor de piel estaban en silencio desde que habían salido de aquella corta reunión. Ninguno de los dos quería dar un paso en falso, ninguno de los dos quería arruinar lo que supuestamente habían conseguido, lo que quisiera que fuese.

Katniss estaba segura que quería al verdadero Peeta de vuelta. No quería ser una más y pasar una semana con el hombre que todas sus amantes conocían; el complaciente, el seductor, el ardiente, el avasallante Peeta Mellark. Ella era ambiciosa. Quería al relajado, al sonriente, al atormentado, al inseguro... al autentico Peeta Mellark. Si le iba a permitir que le rompiese el corazón, que al menos fuese el real, el hombre que nadie más conocía; al que solo conocían quienes habían logrado llegarle al corazón aunque más no sea por un ínfimo instante. El gemelo falso sí que le gustaba, es más, la volvía loca con su seguridad y su sex-appeal; pero el simple, el mundano, el real... lograba atraerla como ícaro al sol, de una forma tan violenta e irresistible que no podía controlar. Ella había apostado todo y no quería perder.

El rubio en cambio, decididamente no sabía lo que quería; o si lo sabia pero no tenía el valor de admitirlo. Quería disfrutar a Katniss siendo el viejo Peeta; viviendo sin restricciones cada uno de los minutos que pasaba con la castaña, pero sabía que eso tendría consecuencias y él no tenía el valor de aceptarlas. En realidad, no quería sobrellevar el después... El después del huracán Everdeen. Sabía que si abría su corazón, en menos de 24 horas su mundo se hallaría patas para arriba, con un torrente intenso de emociones abriéndose paso de todas las maneras posibles. Volviéndolo inseguro, vulnerable y dependiente; y él no quería ser vulnerable nunca más. Nunca más iba a dejar que alguien lo pusiese de rodillas, lo arrastrase al fango de la angustia sometiéndolo a actuar sin pensar y destruyendo su mundo otra vez.

Solo la música los envolvió desde que Salvatore, insinuara lo que ambos pensaban. La voz profunda de Placido Domingo cantando opera, los acompañó durante todo el viaje dejándolos elucubrar cada uno su plan de acción. Katniss miraba el paisaje como distraída mientras su cabeza andaba a mil; y Peeta no paraba de pensar en llamar a Finnick ni bien pusiese un pie en "Le Camelia", la villa que alguna vez había sido propiedad de sus padres y ahora era suya. Si hubiesen apagado la música y hubiesen prestado atención, hubiesen podido oír los engranajes del otro mientras trataban de entender cómo resolver esta semana sin salir heridos.

Cayendo la tarde, "Villa Le Camelia" apareció ante sus ojos. Esa clásica pero moderna construcción rosada que parecía estar protegida a un lado por los acantilados y bendecida por el mar por el otro. Era una propiedad magnifica. Tenía la justa combinación de lo moderno con lo barroco. Ambientes amplios y minimalistas, decorados en blanco y negro; y habitaciones con tapices barrocos, de colores fuertes y gruesas alfombras persas. Como si la gente que habitaba allí, tuviese el alma tan agitada que necesitase de las dos diferentes tipos de decoraciones dependiendo de su estado de animo; como si la intensidad de la vida y los sentimientos de sus habitantes tuviesen a veces la necesidad de inundarse de la tranquilidad del lugar, en medio de las blancas paredes y el travertino impoluto que reflejaba todo lo que se imponía ante él, y otra veces necesitasen la energía que los colores intensos y cálidos que se hallaban desperdigados por toda la casa. Katniss descendió del auto y quedó hechizada por el encanto de "Le Camelia".

-¡Oh por Dios santo Peeta! ¡Pero si este lugar es maravilloso! –Dijo mientras caminaba absorta por la terraza, hacia una de las entradas laterales de la casa.

Peeta, también creía que la Villa era realmente extraordinaria, pero con Katniss cerca, no creía que "Le Camelia", fuese tan bella como aquella mujer. –Si, realmente es un lugar encantador.- Masculló mientras entraba dejaba su maletín en uno de los blancos sillones del recibidor. –Prometo enseñarte toda la casa mañana. Hoy deberás conformarte con que solo te enseñe tu dormitorio.- Terminó diciendo mientras se quitaba la americana y se desabrochaba las mangas de la camisa.

Amar después de amar (Pausada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora