Capítulo siete

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Tenía muchas cosas por hacer. Contratos por leer, negocios por cerrar y riesgos que analizar; pero nada era lo suficientemente estimulante para que él dejara de pensarla. Cada vez que se sentaba con una carpeta; su aroma, el color de sus ojos o el recuerdo de sus labios pronunciando su nombre en medio del orgasmo lo asaltaban sin piedad haciendo que perdiese la concentración. Hacía tres días que no pisaba su oficina de Mellark Industries. Le había escrito a Finnick pidiéndole que solo lo llamase por algún motivo urgente y por primera vez había delegado casi toda la responsabilidad en alguien más. Solo se había traído de su despacho los legajos más importantes que si o si requerían de su análisis; aunque en vano porque no le interesaban en lo más mínimo. Había pensado irse a Oia y escapar de todo. De la empresa, de los recuerdos y de ella. Quería volver a ser quien era cuando regresase a Nueva York por la muerte de sus padres. Un hombre seguro de sí mismo, firme e impasible en sus decisiones... Un hombre al que no lo desvelaba ninguna mujer.

Abrió la puerta y se sintió extraño. El cuarto era más pequeño y menos luminoso que el que tenía en Oia pero debía de servir. Extrañó por un momento la vista que lo inspiraba pero enseguida resopló, cerrando la puerta a sus espaldas. Le encantaba pintar. Lo hacía cada vez que las emociones extremas lo embargaban y este era un momento de esos. Tomando un lienzo en blanco y un pincel, entró en trance. Pinto por varias horas hasta que el cuadro hubo estado terminado. Si la idea había sido aclarar un poco su mente, lo que podía decirse es que lo que plasmó en ese cuadro solo lo contrarió aún más. Era una imagen a blanco y negro, pero retratada con todo detalle. Una imagen sensual que parecía una fotografía. Así de talentoso era Peeta Mellark. No solo era bello e inteligente; sino que también pintaba como los dioses y cocinaba de muerte. Tenía unas dotes un poco extrañas para mezclarse en una sola persona, pero él hacía que todo se sintiera natural. Solía ser cálido y afable, pero eso solo lo había llevado a sufrir y ser engañado. Debía sacarse a la castaña de la cabeza antes de que fuese tarde; pero ahora no solo su mente le jugaba una mala pasada, sino que sus manos la habían pintando radiante... Con el pelo alborotado sobre la almohada, los ojos cerrados y una sonrisa pícara en los labios. Él la había inmortalizado así como la quería. Sonrojada y satisfecha después de un orgasmo... Tan suya como fuese posible. Admiró su trabajo y se odió; pero más la odió a ella por hacerlo sentir cosas que no quería. Fastidiado, salió del atelier dando un portazo.

...****...

Sentada todavía en su escritorio no podía dejar de pensarlo. Eran ya poco más de las 8.30 y ella seguía con el mismo contrato de entre unos que le había pedido Finnick a la mañana. No había podido concentrarse. Hacía tres días que nadie lo veía por la empresa y hasta su secretaria estaba preocupada.

-Portia, buenos días. ¿Podrías decirle al señor Mellark que tengo los contratos de la cuenta del Señor Salvatore? –Dijo nerviosa. Había aplazado ese encuentro todo lo que había podido.

-Dra. Everdeen, buenos días. El señor Mellark no vino esta mañana; de hecho me pidió que le pasase todos los asuntos al Dr. Odair porque no va a venir en toda la semana. No sé que le estará pasando, pero estoy segura que nada bueno. ¿Sabe? Ese muchachito no puede estar alejado del trabajo, por eso que no quiera saber nada de él es signo de alarma. –Terminó Portia preocupada.

-Portia, no te preocupes. Quizá solo necesita unos días para descansar. -Le dijo más para tranquilizarse ella misma que para alentar a la secretaria.

De repente su jefe apareció a su lado como por arte de magia -Katniss... Portia ¡Buenos días! –rezaba Finnick muy alegre mientras se dirigía a la oficina del rubio. Una vez que hubo estado dentro la llamó a los gritos.

-Katniss, no sé si te lo habrá dicho Portia, pero Peeta no va a venir en toda la semana. Me pidió que nos ocupásemos de éstas cuentas –Dijo mientras le tendía un listado.- Así que confío en ti para que me ayudes. No quiero aguantarlo de peor humor.

Amar después de amar (Pausada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora