Capítulo nueve

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-Primrose Mellark –dijo mientras la penetraba con la mirada.

-¿Qué? –Preguntó confundida.

-Que la hermosa rubia que está conmigo en la foto es mi hermana pequeña –Explicó mientras se acercaba asechándola cual felino. Aunque su mente quisiese lo contrario, su cuerpo y su corazón solo querían una cosa: seducir a Katniss y hacerla suya para siempre.- Su nombre es Primrose. –Agregó con esa sonrisa de medio lado irresistible que lo hacía brillar.

-Es una foto muy bonita. Su hermana es preciosa Señor Mellark. –Dijo la castaña incorporándose intentando recuperar la compostura.

-No tanto como tú. –Dijo serio sin siquiera pensar y sin darse tiempo a arrepentirse.- ¿Qué quieres Katniss? Dímelo y acabemos de una vez con esto. -Propuso con la voz ronca de deseo mientras se le acercaba.

-Na... Nada. –No podía emitir palabra. Su mente estaba congelada y su cuerpo solo ardía de deseo. El azul zafiro de los ojos de Peeta la tenia hipnotizada.- No se a que se refiere Señor Mellark. –Pudo pronunciar mientras pensaba como iba a salir de esa oficina.

-Ay, Katniss, Katniss... -dijo el rubio acorralándola entre su cuerpo y el enorme sillón de director que estaba del otro lado del escritorio.- Tú no sabes mentir, ¡Pero si mientes fatal Dios! Dime qué planes locos tenía tu cabecita esta mañana cuando decidiste venir a la oficina así vestida. ¿Querías provocarme? ¿Querías que te hiciese mía ni bien te viese? ¿Querías saber cuánto te deseo? –Siseó en su oído mientras trataba de controlar con todas sus fuerzas, su impulso de tocarla.- ¿Querías que todos los hombres te comiesen con la mirada? ¿Qué todos los hombres quisiesen colarse en tu cama? –Sin darse cuenta escupió las últimas palabras con odio... Con una furia contenida que si se desataba, mandaría todo a la mierda.- Si quieres sexo solo tienes que pedirlo; no hace falta que te vistas así preciosa. No me gusta que otros hombres deseen lo que es mío.

Cuando la castaña escuchó el "Preciosa" salió del trance. Peeta también la estaba menospreciando y eso la envalentonaba aún más. – Ay, Peeta, Peeta... -Dijo ella tomando el control de la situación mientras imitaba su tono burlonamente.- Hay dos cosas que tienen que quedarte claro; Primero, si quisiese sexo contigo te hubiese mandado un mensaje... Seguramente la habitación 950 hubiese estado lista al instante. –Le decía retándolo mientras rozaba con su boca la oreja del rubio.- Pero no. Hoy no estás de suerte. –Sentenció sin mirarlo, separándose de golpe y rodeando el escritorio por el otro lado.- Hoy quiero que todo hombre que se cruce conmigo se toque pensando en mi, en mi cuerpo y en cómo pudo hacerlo vibrar. –Seguía rodeando lentamente el escritorio mientras él estaba como fijado al suelo con los puños apretados y echando lumbre por los ojos.- Pero lo que más quiero hoy es acabar en la habitación de un hotel barato en los brazos del primer extraño que se anime a tener buen sexo sin necesidad de mentiras, explicaciones y mucho menos compromisos... -Dudó en continuar porque sus profundos zafiros estaban a punto de consumirla.- Segundo, no soy tuya cariño. Que eso te quede bien claro. No soy una posesión de nadie... Amén que te falta mucho para llegar a conquistarme. –Terminó la frase sin mirarlo para no dudar.

Peeta no se había dado cuenta que estaba clavado al piso con el cuerpo en tensión hasta que la vio acercarse hasta la puerta de su oficina. Antes que pudiese salir, apretó con su cuerpo el suyo y mientras con una mano le acariciaba la pierna y con la otra apoyada contra el vidrio, se separaba un poco de su boca, le dijo –no juegues con fuego preciosa porque te puedes quemar. No me conoces y no sabes de lo que soy capaz de hacer para conseguir lo que quiero... -Comenzó a besar su cuello mientras le advertía.- Será más fácil todo si te rindes y nos matamos en ese bendito cuarto de hotel como estás deseando.- Antes de seguir hablando le acarició los labios con los suyos mientras ponía una de sus manos sobre su trasero y la otra en su nuca.- Sino vas a perder tiempo y te sentirás frustrada... Para terminar viniendo a mis brazos pidiendo aunque sea limosna.- Dicho esto, la beso con verdadero hambre y determinación. Era un beso rudo y exigente, pero muy caliente. Sin dudas Peeta Mellark sabía perfectamente lo que hacía y ella estaba perdida derritiéndose entre sus brazos.

Amar después de amar (Pausada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora