Capítulo veintiuno

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Las cosas en Nueva York andaban sobre rieles. El Dr. Finnick Odair había cerrado un par de asuntos y mantenía la empresa sin sobresaltos, tal como le hubiese encomendado su amigo, el gran empresario Peeta Mellark. Eso le había dado el derecho de demorarse más de lo debido desayunando con su prometida. A pesar de ello había algo que lo preocupaba y mucho. Hacía más de media hora que revolvía su taza de café y ni siquiera había tocado sus huevos revueltos con tocino. Cuando su prometida dejó su monólogo para tomar aire y respirar, notó que algo no estaba bien. Para estas alturas, Finnick ya tendría que estar metiéndole mano en su tazón de ensalada de frutas y diciéndole que no debería estresarse porque todo estaba bien.

-Cariño, ¿Qué es lo que te pasa? Estás como ido. No has oído ni una palabra de todo lo que te dije. –Le dijo Annie frunciendo el seño. –Nuestra boda está pronta y hay muchas cosas que resolver. ¡Necesito tu ayuda!

-Perdón Ann, es que estaba pensando en Peeta. –Levantó la mirada de su taza de café y le lanzó sin rodeos.

-Finn, Peet está bien. Debe estar pasándola de maravilla con Kat. Es un lugar precioso, muy romántico. Deben estar sacándose chispas. No te preocupes que nada puede salir mal. –Le dijo guiñándole el ojo.

-Es que es eso precisamente Ann. Todo va a salir mal. –De repente se incorporó de su silla inquieto, haciendo tambalear todo a su alrededor.

Annie lo miró sin entender nada. Dos solteros que se atraían, solos en un lugar paradisíaco, ¿Qué era lo que podía salir mal? –No entiendo porque dices eso. –La cobriza estaba desconcertada.

-Cariño, estamos de acuerdo en que el idiota de Peeta está completamente enamorado de su jefa de legales y que Katniss está perdidamente enamorada del jefe de su jefe, ¿Verdad? –Annie asintió para que su prometido prosiguiese. –Perfecto. Entonces coincidirás conmigo en que darle una semana de amor a Katniss y luego mandarla sola a Nueva York dónde la estará esperando una carta de despido, no es la mejor idea ¿No es así?

-¿Qué? –Gritó Annie casi atragantándose con su jugo de naranja. -¿Pero qué demonios le pasa a Peeta? ¿Es que no quiere ser feliz? ¿Está loco o qué? –Sin darle tiempo a su novio a contestar, en forma atropellada, siguió razonando. –Entiendo que lo de Delly fue un horror, pero no puede vivir escondido en una cueva el resto de su vida.

-Lo mismo opino. –Sentenció el cobrizo. –Pero no pude hacerlo entrar en Razón. Sé que se va a arrepentir, pero no quiere escucharme Ann. No sé qué hacer. –El Dr. Odair estaba muy preocupado por Peeta. Era el hermano que nunca había tenido, su compañero, su cómplice y no quería verlo sufrir más.

-¿Y Prim? Quizá ella pueda ayudar. –Rápidamente pensó en cómo se le estrujaría el corazón a su nueva amiga y se sintió con el deber de alejarla del mejor amigo que Finn había tenido jamás.

-No quería involucrar a la enana en esto, pero me llamó ayer y le conté la situación. Me dijo que iba a pensar en algo pero luego con tanto jaleo se me olvidó que no supe mas nada de ella. Gracias cariño, voy a llamarla cuando llegue a la oficina. –Terció decidido mientras se despedía con un beso tierno sobre su cabello.

-Yo voy a hablar con las chicas Finn. –Le blanqueó duramente. –Si no podemos hacer entrar en razón a Peeta, alguien va a tener que estar listo para recoger los pedazos de Kat cuando vuelva. –Terció Annie con el celular ya en la mano.

Finnick la miró y asintió levemente con la cabeza. Sabía que se avecinaba el desastre. No solo por el sufrimiento de Katniss y Peeta, sinó por los tiempos que se vivirían en Mellark Industries hasta que Peeta decidiera mandar todo al demonio, incumplir sus prometas y volver a recluirse en Oia para lamer sus heridas.

Amar después de amar (Pausada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora