Extracto XI: Marea.

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-¿Te encuentro en mal momento?
-No- respondió Atthis-.

Tomó aire y notó cómo este le inundaba los pulmones. La brisa del mar y el rumor de las olas hacían que se sintiese como en una pompa. Palpó la madera del pasamanos con detenimiento, como si eso le devolviese al ahora. Todavía seguía húmeda por las embestidas del oleaje de la noche anterior. También estaba fría.

Aunque seguía sumida en sus pensamientos, prosiguió, con los ojos clavados en el vaivén del agua:
-Solamente estaba mirando.
-¿El qué?- preguntó Jule, acercándose con cautela-.
-Las olas.
-Son bonitas- asintió-.
Atthis despertó un poco de su letargo ante dicha afirmación.
-¿Son bonitas? ¿Cómo sabes que son bonitas?- le dijo, con cierta sorpresa.
-No necesito ojos para ver.
Aunque le sorprendió más la afirmación que la respuesta, Atthis hizo un gesto de conformidad.

El olor a salitre impregnaba el ambiente y la humedad se sentía en cada poro del cuerpo. Las olas seguían con su bamboleo, como si intentaran mecer el galeón.

-Quería agradecerte el que aceptaras llevarnos, tanto a mí como a mis compañeros. Todavía no había encontrado el momento para decírtelo, y he sentido que este era el más oportuno.
-De nada- respondió-.
Durante varios segundos, solo se escuchó el chocar de las olas contra la madera de la popa. Al poco, se unieron los pasos firmes de Jule sobre la toldilla. Estos se frenaron en seco cuando Atthis volvió a hablar:
-¿Puedo preguntar...? Sé que quizá no sea el momento más adecuado, pero no puedo evitar tener cierta curiosidad sobre... saber qué ocurrió exactamente con tus ojos.
Jule guardó un breve silencio.
-Los perdí durante una batalla. Alguien a quien no recuerdo decidió hundir su hacha en mi cara. La parte buena fue que no llegó a hacerlo; la mala, que desde ese día ya no puedo ver las olas.
Esta vez, la respuesta no la dejó indiferente.
-Lo siento- respondió-.
-No lo sientas. Lo bueno de perder un sentido es que puedes desarrollar otros- dijo, mientras volvía a ocupar un sitio al lado de Atthis.

La brisa acariciaba la capucha de Jule, y a veces dejaba entrever la venda que siempre solía llevar, atada a la altura de donde ahora ya solo había dos cuencas vacías.
-¿Te tranquiliza el sonido del mar?
-Me conmueve- respondió, con un tono apagado.
-¿Te conmueve?
Atthis volvió a recorrer la madera del pasamanos. El azul del cielo se fundía con el azul del océano.
-A veces me paro aquí y miro- dijo con voz pausada-. El vaivén de las olas, los reflejos del sol... Y pienso. Lo veo todo tan amoral y lo siento tan libre... Luego me miro a mí, y lanzo preguntas al aire: "¿Qué soy?", "¿cómo soy?", "¿hago lo correcto?", "¿me puedo considerar una buena persona?", "¿quizá mala?", "¿quizá ninguna?".
Cerró los ojos por un instante. Sintió paz. Luego los volvió a abrir.
-Entonces nadie responde. Y yo sigo mirando las olas, escuchando su susurro, y siento que algo oscuro enturbia todo mi ser. Y veo que detrás de la máscara de la indiferencia, de la ira y de la tristeza, solo hay un perro herido lamiéndose las heridas.

Jule escuchó las palabras con detenimiento, como si las analizase.
-Los monstruos que aprenden a dominar su monstruosidad pueden dominar el mundo entero.
Atthis arqueó las cejas, sorprendida.
-¿Me estás llamando "monstruo"?
-Lo haré cuando creas que el sufrimiento con el que cargas justifica el daño hacia los demás- indicó Jule-. Ahora bien, si conoces lo malo que llevas dentro y aprendes a contenerlo, dejando únicamente que dé rienda suelta cuando sea necesario... Habrás aprendido a tratar con tu peor enemigo. Si tu peor enemigo ya está de tu lado, lo que quede en el resto del mundo será ínfimo. Una vez dominado lo peor, lo mejor no es una carga.
Giró la cabeza hacia Atthis. Esta sintió que aunque le faltasen los ojos, la estaba mirando. Podía notar su mirada clavada en la suya.
-Todos tenemos monstruos, Atthis. Unos más violentos que otros. El problema es cuando se pasa del "tener" al "ser".
Los pasos de Jule volvieron a sonar sobre la toldilla, aunque al poco se detuvieron.
-Domina lo que tienes, y no lo seas- concluyó-.
Y siguió andando.

Cuando el crujir de los listones dejó de escucharse, Atthis fue consciente de que la invadía una sensación muy extraña.
Intentó centrarse de nuevo en las olas, pero las palabras de Jule se repetían en su cabeza, una y otra vez.

«Quizá sí que pueda ver».

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⏰ Última actualización: Sep 30, 2020 ⏰

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