Extracto VI: Preludio.

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-Déjame verlo más claramente- dijo el ciego, cogiendo la mano del hombre. Seguidamente, le hizo un corte en la palma de la mano con una navaja y vertió la sangre en el cuenco. -Un regalo para los dioses. Quizá así vea tu destino más claro.
El ciego echó polvo de plata en el cuenco y lo removió. Sumergió las runas en la mezcla sanguinolenta y las dejó reposar por unos minutos, mientras él recitaba unos mantras y espolvoreaba un aceite por encima. Al cabo de un rato las sacó e hizo una tirada.
-Interesante...- dijo, moviendo las runas para verlas mejor. -Veo muchas formas de actuar pero el final siempre es el mismo.
-¿Y cómo es ese final?- preguntó el hombre.
-Trágico.
-¿Trágico?
-Lastimoso, horrible, funesto. Nada bueno, obvio.- Cogió las piedras y comenzó a limpiarlas con un paño. -Los finales no siempre son agradables- añadió.
-Quizá no tenga por qué ser así- respondió el hombre.
El vidente dejó pasar unos segundos, mientras terminaba de quitar la sangre a las últimas runas.
-Los dioses escriben el destino de los hombres y yo solo me limito a desentrañarlo- dijo con voz pausada. -Y una cosa puedo decirte seguro de todas las veces en las que he respondido a las preguntas de aquellos curiosos que requieren mis servicios, sin ánimo de equivocarme: cada vez que un destino ha sido dictado no hay forma de deshacerlo y volverlo a encauzar.
-Quizá los dioses cambien de opinión como cambian de amantes o como cambian el tiempo. A su antojo. Y quizá mi destino no tenga que ser el que asegura ver- contestó, de forma un tanto severa.
El anciano volvió a hacer una pausa, y después de varios segundos volvió a responder.
-Rico o pobre, joven o anciano, rey o campesino, la mayoría de los que me acaban preguntando por su destino creen poder cambiarlo una vez que lo saben. A veces me pregunto por qué queréis saber cosas si no sois capaces de afrontar las respuestas.
-Todavía no me ha respondido.
-Me has demostrado que no eres capaz de soportarlo, aun cuando no te lo he dicho en su totalidad- concluyó, aunque un instante después continuó hablando. -Es innecesario cargar con un peso que uno no es capaz de soportar. Ahora mismo lo estás cargando a medias y aun así te resientes.
-Si supiese el cómo, tendría en mi mano todo lo necesario para evitar que llegase. No le tengo miedo a los dioses, si es que es verdad que sus decisiones son inamovibles y yo soy el único capaz de hacerle frente a mi propio destino- espetó el hombre.
El ciego guardaba las runas en una bolsa de cuero blanco mientras lo escuchaba. Cuando el hombre hubo terminado, se levantó y, bajo la mirada de este y tanteando las estanterías, dejó la bolsita sobre una de ellas. Después, volvió a la silla, aunque se apoyó con los brazos sobre la mesa y se inclinó hacia él, para hablarle más de cerca.
-Aunque así pueda parecer, hay algo que quiero que tenga claro- comenzó. -A veces tenemos por ciertas algunas ilusiones. Estas se asemejan a los espejismos en el desierto: reales para el observador, pero para nadie más, al no ser que los demás que lo acompañan sean igual con su fe, pero el caso es que nunca nadie más verá la misma quimera dos veces. Podemos pensar que somos los más fuertes, los más hábiles, los más inteligentes o los más ingeniosos, hasta que viene otra persona mucho más fuerte, hábil, inteligente o ingeniosa que nosotros. Lo somos, pero eso no nos permite cambiar la totalidad del mundo y mucho menos cambiar a aquellos mejores- volvió a decir con voz pausada y tranquila. -Probablemente,- continuó- sean ellos los que tengan ese control sobre nosotros. Los que dicten las reglas, aunque invisibles, y los que se rían de los espejismos que ven tus ojos. Todos tenemos cierto rango de elección, pero únicamente sobre el cómo llegar a ese final, ya preparado. Y al no ser que seas capaz de cambiar la voluntad de los dioses, hay algo que tienes que tener presente...
Hizo otra pausa para inclinarse un poco más.
-Nunca manda el capitán del barco, señor, siempre manda el mar. Así que espero que sepas ganarte al mar de tal forma que te libre de ser ahogado- y sonrió.

Extractos de una historia incompleta.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora