Tregua a sus temores

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Las cosas estaban bien y no más que eso. Harry se sentía un opresor a pesar de no hacer más que llevar a Pansy de un lado a otro dentro de la madriguera.

Le gustaba que saliera de esa habitación, pero verla cruzarse de brazos para evitar tocar nada que ella no quisiese, sentirla temblar ante cualquier ruido sorpresa que, en esa familia, teniendo a los gemelos experimentando con sus cosas en el patio y la construcción que estos hacían allí para tener a sus padres en mejores instalaciones a futuro, eran algo inevitables, y, lo peor de todo, que tuviese que mirarlo para hacer algo, como darle un sorbo a su bebida, le comprimía el pecho.

Pansy estaba aterrada, no daba un paso firme si no lo daba Harry con antelación. Él se tomaba el tiempo para esperarla antes de bajar en el desayuno, Molly les reservaba sus lugares en el extremo de la mesa siempre y nadie le dirigía ni la mirada para no incomodarla. Aún así, siempre la notaba dar un respingo cuando Molly se le acercaba para ofrecerle algo más de comida. Ginny parecía ser la única que se atrevía a confrontarla, se ponía frente a ella y a veces dejaba a todos boquiabiertos cuando le robaba el panecillo a la azabache, pero Pansy jamás decía nada.

Harry no sabía a qué se debía eso, sabía que la pelirroja no era así de mala, mucho menos luego de que Hermione lo pusiera al tanto después de la visita al refugio de mujeres así que solo se limitaba a darle su propio panecillo para que Molly no se apresurara a darle uno nuevo, incluso se limitaba a golpear con suavidad el hombro de su hija a modo de reproche para no alzar la voz. Era todo un proceso cada comida.

Ni que hablar de las despedidas. Harry decidió tomarse una semana libre para estar con ella después de sufrir con la mirada lastimera que ella le regalaba al verlo partir a su trabajo hasta la tarde, casi suplicándole que no la abandonara. Sin embargo, trataba de mantenerse distante estando allí, para animarla a moverse por su cuenta.

Valió la pena cuando una mañana Pansy se atrevió a bajar por si sola a desayunar, más temprano de lo normal, para encontrarse solo con la matriarca. Molly estaba tan emocionada ese día que se había quedado paralizada al verla dar unos pasos hacía ella tímidamente.

- ¿Me ayudarías a poner las tazas? – Preguntó Molly con una sonrisa de lo más cálida posible, al notar la ansiedad silenciosa de Pansy. – A veces creo que somos demasiados.

Harry, desde el descansillo de la escalera, aun vistiendo su pijama, vio como Pansy esperó a que la señora Weasley se fuera al otro extremo de la mesa para recién acercarse y acomodar las tazas en cada lugar correspondiente, respetando el nombre impreso en cada una con la persona que, al parecer, ya conocía por quién sería ocupado. Quizás Pansy había estado más alerta de lo que Harry hubiese creído.

A partir de ese momento que para muchos parecería muy poco, Pansy se animaba a un poco más cada vez y Molly no se cansaba de decir que ya la consideraba a la hija que Ginny nunca había sido, pues la azabache era todo lo delicada y paciente que no era la pecosa. Pasaban la tarde en los jardines, el mayor tiempo posible para que Pansy recuperara su bronceado natural luego de su cautiverio, aunque siempre con la mirada de Harry cerca para que ella no se alarmara.

Volver al trabajo a la segunda semana había sido un reto, pero Pansy lo aceptó con temeridad. Aunque fue Harry el que estaba preocupado ahora y no dejaba de pensar en ella, tanto que se distraía de su trabajo e incluso Hermione le decía que estaba muy dependiente y que necesitaba darle su espacio también, pero Harry seguía insistiendo que aún no la veía preparada para estar sin él allí y solo por eso solía irse antes de tiempo.

Quizás llegar temprano esa tarde había sido una consecuencia por no hacerle caso a su amiga, pero si servía de excusa, tenía la urgencia de hablar con los señores Weasley luego de recibir visitas inesperadas en su despacho para ponerlo en alerta.

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