Al Resguardo

Encanto

Los siguientes días fueron amargos y no precisamente para ella. De la noche a la mañana, Ronald Weasley anunció como si fuera cosa de todos los días, que se iría a vivir a Rusia, dónde había sido inviado a formar parte del cuartel de élite del ministerio ruso, algo mucho más grande que un sencillo auror, pero nada fácil de asimilar para toda la familia.

Molly se la pasó llorando cada vez que veía algo que le pertenecía a su hijo, o al menos eso creía ella pues Pansy juraba que algunas prendas habían sido usadas por los gemelos; Arthur fue comprensivo, pero decidió acompañar a su hijo en el viaje tan repentino al tener un lugar de sobra en el coche mágico que el ministerio ruso le había prestado al pelirrojo; los gemelos apostaban por cuánto tiempo duraría en el frio crudo de ese país; y Ginny, peligrosamente, estaba más silenciosa de lo que nunca estaba.

El que peor la pasaba era el azabache de la familia, quien al tener un par de días libres, se la pasaba bebiendo whisky de fuego; Ginny le había comentado de las dificultades con la bebida que había tenido el héroe en los años posteriores a la guerra, y a ninguna de las mujeres Weasley parecía hacerle caso cuando le pedían dejarlo.

- ¿No tienes un pasatiempo mejor? – Increpó Pansy temerariamente, al sacarle la copa de su mano antes de que diera el primer sorbo de la noche.

- No desde que dejé de jugar a las escondidillas con un lunático. – Exclamó Harry con ironía, suspirando resignado por perder su trago al verla bebérselo de golpe. – Me gustaba cuando se aparecía de sorpresa.

- Tenía su encanto después de todo ¿no? – Siguió el juego Pansy, sorprendiéndose de notar la tranquilidad con la que bromeaba sobre Voldemort.

- ¡Oh! ¡Sí! Peor que Draco cuando buscaba mi atención en el colegio. – Comentó Harry, cruzándose de brazos y de piernas.

Pansy solo se quedó observándolo por más tiempo del que debería, admirando lo bien que le iba y preguntándose cómo es que un hombre tan valiente y dedicado como él estaba soltero aún, pero quizás cuidarla a tiempo completo, además de a Teddy, lo tenía desligado de su mundo social. Bien le había advertido que lo estaban vigilando. Estaba balbuceando demasiado dentro de su mente, pues dio un respingo cuando sus orbes verdes se cruzaron con los suyos.

- Este no es un buen vicio. – Reprendió antes de dejar a un lado la copa, y Harry asintió apenado, suspirando, mirando ahora al cielo estrellado. – Tengo mucho tiempo de sobra estando aquí. – Aclaró a continuación. Harry la miró con el entrecejo fruncido sin comprender. – Puedes contarme la historia corta o la larga, pero te hará bien desahogarte.

- No es tan larga de cualquier forma. – Exclamó Harry con melancolía. – Ronald simplemente se cansó y se fue, y Hermione está siendo muy inmadura al encerrarse en su casa.

- ¿Hablaste con él? – Preguntó con curiosidad.

- Sí. No va a volver, pero al menos quiso mantener la promesa que me hizo. – Pansy lo miró confundida al notar la preocupación en Harry. – Se llevó a Luna y los gemelos. Allá estarán más seguros. Él era quien los cuidaba en una casa segura. Estando aquí, por más que quisieran no iban a poder a ver a Theodore. – Explicó rápidamente, sabiendo que tampoco iba a poder conocer a sus sobrinos postizos hasta que la condena de Theodore se cumpliera.

- No falta demasiado. – Solo seis meses más, pensó, y Harry negó en silencio. – Ronald no dejará de ser tu amigo. – Dijo en un intento de consuelo para el auror, no sabía que hacer, y le parecía tonto haberse ofrecido a escucharlo cuando ni ella misma podía darse consuelo.

- Lo sé. Solo estoy molesto por toda la situación. Sé que es lo mejor para él, pero fue demasiado repentino. – Respondió Harry sin poder ocultar el fastidio por la pérdida de su mejor amigo.