★Beso; días impares: menos mal que existes y no tengo que imaginarte★

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Las rosas a su alrededor podían rivalizar con el color de su rostro en ese momento. Estaba sentado en la banca del centro del laberinto de rosas, sabiendo que al menos el más alto no llegaría a buscarlo ahí. En realidad, rezaba por eso. Si era sincero, estaba confundido, sus mejillas rojas por la impotencia, la vergüenza, sus ojos llorosos que delataban su confusión podían dar señales equívocas de lo que estaba sucediendo.

Se sentía incorrecto. Por primera vez en su vida desde que había jurado solemnemente evitar al chico anguila, se sintió mal por hacerlo. El enfado entre sus ojos, esa mano sujetando con suavidad sus mejillas, y esos dientes que rasgaron un poco sus... Llevó la yema de sus dedos a sus labios, que parecían algo secos después del beso en cuestión.

Floyd había tenido el descaro de besarlo con una brutalidad que Riddle prefería olvidar, pero que se repetía con avidez en sus memorias.

Se lo buscó. Una parte de él gritaba que debió dejarlo ir, que cuando Floyd tuvo la intención de apartarse después de todo, debió permitir que se retirara del lugar. En cambio, por algún motivo, sentía que los instintos de Floyd habían actuado para provocar un susto en Riddle. No obstante, en vez de estar enfadado, estaba anonadado, porque había tenido tiempo de separarse, y sin embargo, cerró los ojos, dio su consentimiento sintiendo un aleteo en su barriga antes de que los labios de Leech lo tomaran con brutalidad.

No debía ignorarlo, lo sabía, pero todavía le incomodaba su presencia, e incluso él lo dijo, que eran "sólo compañeros con tratos", ¿no?

¿Por qué le molestaba que lo ignorara? ¿en qué momento su dinámica cambió hasta ese punto?

Había tantos días desiguales, que seguro entre algunos de ellos, su relación también se desestabilizó. Días donde todo era un correr y esconderse de Floyd, y otros donde era absurdamente dócil, y Riddle no podía seguir el ritmo de esa volatilidad del más alto, por lo que lo evitaba.

Ahí, en el laberinto de rosas donde estaba escondido, la reflexión se hizo mayor mientras el viento runflaba y las hojas se estremecían con las flores teñidas de rojo. Un día era objeto de atención absoluta de Floyd, y al otro simplemente era ignorado cuando estaban Ace y Jamil por los alrededores. Otras veces desapareció completamente.

Riddle lo aceptaba, porque pese a que Floyd era el único que tenía el valor como para ponerle un apodo estúpido y tratarlo como un igual, el nacido en noviembre hacía eso con todos, y tenía bastantes personas con quienes distraerse.

Él no era especial. Y ambos no encajaban, en lo absoluto. Floyd charlaba y charlaba, bromeaba a diestra y siniestra con él, mientras el pelirrojo se dedicaba a ignorarlo de forma fría, porque no le interesaba la incesante cháchara sobre cómo su cabello y la piel pálida de su rostro lo hacían lucir como un pez dorado.

Quizás desde el inicio no debió acostumbrarse a la atención de Floyd, permitir que comenzaran a intercambiar un par de favores, o compartir algo íntimo. 

¿Tal vez Floyd consideró que los besos eran sosos, y algo estúpido de los humanos? pero incluso Riddle, ajeno a lo que es una relación de amistad o amor, entendía que había tipos y tipos de contactos.

Recordó las incesantes invitaciones de Floyd a vacacionar con él. E incluso la invitación al mar. Recordó sus manos cerca de su cabello y cómo se aferraba a su muñeca en el océano para que no se alejara de él.

¿Quizás sobre-analizaba la situación? ¿quizás tenía que resolverlo con él? ¡Pero no quería verlo! o eso habría querido pensar. Pero Floyd tenía más respuestas que Riddle.

No estaba seguro de que pudiera seguir con la incertidumbre que todo le causaba. Sus dudas crecían y crecían... ¿debía hablarlo con Trey? ¿quizás él le ayudaría?

Sentirse especial, compartir momentos privados, e incluso gastar tiempo como sucedió minutos antes de ese choque de labios que le había provocado mareos, vértigo, con un poco de incomodidad, sintiéndose tan... vulnerable.

Le gustaba eso. 

De algún modo, no podía dejar de pensar en Floyd. Pensar en cómo se estaba sintiendo ¿seguiría llamándolo "pececito dorado" con esa voz burlona, o se detendría de una vez por todas debido a esto? Una parte suya gritaba que eso quería Riddle, que necesitaba paz, relajo, que necesitaba volver a tener todo su tiempo para él, y no lidiar con el torbellino que era Floyd. Y una voz interna, muy internamente, sólo agradecía que Floyd pareciera haber tenido un poco de paciencia, y que lo hubiera advertido de forma sutil antes de romper la distancia entre ambos mientras estaba molesto.

De todas formas, un suspiro cálido escapó de sus labios mientras se ponía de pie y miraba a sus alrededores, encontrando una flor blanca entre tantas flores rojas, perfectas e inmaculadas.

A Riddle le gustaban las rosas blancas, pese a que lo correcto eran las elegantes rosas rojas. A Riddle le agradaba la presencia de Floyd, pese a que las reglas, y todo su amor y devoción por el orden, señalaban que su peor error sería involucrarse con él. 

Acercándose a la rosa, la acarició con la yema de sus dedos, y recordó el pequeño dolor punzante de su labio inferior.

Leech tendría que disculparse con él. No había dudas.

"De todas formas, es agradable que existan las rosas blancas entre las rosas rojas, aunque alteren la paz" pensó, en una alegoría que trataba de ocultar su verdadero pensamiento. Estaba agradecido, explícito o no, con la irrupción de Floyd en su vida, que le permitía generar cambios. Y de alguna manera, tenía que hacerle saber al más alto que no estaba tan disgustado con la situación.

No esperaba que Floyd en realidad fuera tan escurridizo. O quizás todas las veces que se vieron fueron sólo porque el menor lo permitió, con sus incansables ganas de jugar y llamar su atención.

Esa tarde, ese momento, todo cambió.

[Twisted Wonderland] Como el sol (Floyddle)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora