Más que el paraíso (+18)

Capítulo VI

«Contra la pared, no sé lo que estoy diciendo
¿Por qué es tan difícil de creer que todo estará bien?»

— Transviolet - Kaleidoscopes (Feat. Reo Cragun) —

☁

Capítulo VI

Tengo las manos en mi pecho.

Una hiperventilación me está atacando.

La bolsa en mi boca; inflándose, desinflándose.

Siento el cuerpo débil, tirado en el piso, y esa dolorosa presión en el tórax.

Sin más, lo que me rodea muta y se transforma en una oscuridad asfixiante.

Revivo cada minuto, mientras permanezco sentado en la camilla. Mis pies permanecen al aire y mis manos entrelazadas en mi regazo. Miro el suelo, hundiéndome en recuerdos. Todo pasó tan rápido, no anticipé, ¿qué fue lo que me ocurrió? Una enfermera me informa que el psicólogo, el Dr. Carrey, vendrá en unos minutos para conversar conmigo. Nunca antes me había desmayado por un ataque de nervios, se sintió desagradable. Creí que moriría, que ésto acabaría y no iba a poder regresar a casa, con mi gran padre, mi dulce hermano y el resto de la familia.

El dolor en mi cabeza persiste, no ha desaparecido por completo.

Llevo noches sin dormir.

No paro de recordar.

Debo parar, o me irá mal.

Mente en blanco.

Respiro hondo y libero toda la presión.

Luego de poco tiempo, el Dr. Carrey aparece a través de las cortinas, se adentra en ésta pequeña habitación de la enfermería. Él me sonríe, agradable, y aproxima una silla hasta que está frente a mí, a escasos metros, y toma asiento. Yo también sonrío con los labios cerrados, pero siento que es más como una sonrisa de «ésto es un desastre y lo acepto, ha sido culpa mía».

—¿Cómo te...?

Sé lo que dirá, es por eso que le interrumpo.

—Me encuentro bien, mucho mejor que la vez que pasó en mi habitación —respondo, fingiendo naturalidad, calma.

En su semblante, se nota la incomodidad ante mis falsas palabras.

Suspiro en cansancio.

—¿Acaso es culpa de mis pecados? ¿Qué debo hacer para detener ésto?

Él me mira directo a los ojos, atento.

—Debes creer, tener fe en que ésto servirá. —Pone una mano en mi muslo, esa acción me alerta, es extraño, pero me limito a quedarme quieto—. La religión va de la mano con la psicología, y si una está mal la otra también lo estará, ¿o en serio crees que eso de las enfermedades mentales realmente existe?

¿Qué?

Abro la boca para opinar, pero él prosigue.

—No, falso. A las personas que les falta un tornillo es porque ellas mismas se han desalineado del diseño original de Dios, ¿y sabes qué cosa es ese tornillo?

—¿Dios? —dudo, nervioso.

—Correcto. Entonces deja de pensar tonterías y mejora tu salud mental. Los diagnósticos del médico no llevarán a nada, créeme, la directora ya se ha encargado de despedirlo. Ahora, tú decides, solo debes abrir tu corazón a Dios y cambiar. Nada más, Esaú —aconseja, luciendo sensato y seguro de sus palabras, deslizando su mano hasta las mías en mi regazo, las separa y sujeta una—. Confío en ti, sé que saldrás adelante.