Primer día como juguetera

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Narra Rachel*

Me levanté de la cama, Alex seguía dormido, besé su cabeza (es lo que solía hacer cuando teníamos una vida común y corriente) y abrí el closet para elegir lo que me pondría para mi primer día de trabajo; pero para mi sorpresa, ya había un conjunto de ropa listo para mí con una nota en el gancho: "En base a las estadísticas, este es el tipo de ropa más común y que pasa más desapercibido, además, fué seleccionado para tu trabajo (Jueguetera), pontelo y luego ve a esta dirección ******** (Tu nuevo nombre es Sally) -Gray" no sabía quien era Gray, pero el nombre ya lo había escuchado antes... volteé el papel y ví otra escritura en una letra distinta "Estoy seguro de que esto te quedará precioso -Eddie" saqué el gancho donde estaba colgada la ropa: un suéter holgado de color lila suave, una falda plisada corta de color rosa pálido, unas medias largas blancas con borde azul celeste y unos delicados zapatitos a juego con el sueter, la verdad es que ese no era mi estilo pero ¿Quien soy yo para cuestionar a las estadísticas? Me puse la ropa de mala gana, recogí mi cabello y salí.

La verdad no esperaba que el nuevo trabajo me sentara tan bien, creo que mi apego emocional hacia mis peluches de niña me hizo querer transimitir el sentimiento a otros niños.

Mi labor consistía en coser y rellenar los peluches y, una que otra vez, entregarlos a los niños con una falsa sonrisa pintada sobre mis labios.

Podria decir que la mayoría del día me estuvo yendo de maravilla, y, de hecho, algunos niños elogiaban mi atuendo y me hacían cumplidos, pero cuando faltaba apenas una hora para que mi turno acabase, ocurrió un... incidente...

Todo empezó cuando Sebastian, un adorable niño de no más de ocho años, entró a la tienda de la mano de la que supongo era su madre, dijo que su animal favorito eran los conejos y que nunca había visto un peluche de conejo amarillo, yo recordaba que teníamos uno así en una estantería, por lo que fuí a buscarlo, Sebastian no apartó los ojos de mi un solo segundo lo cual se me hizo incómodo, por lo que evité el contacto visual lo más que pude.

Le estaba entregando el peluche y ví que sus ojos se abrieron hasta tal punto que parecía que iban a salir de sus cuencas, yo solo mantuve una sonrisa amable aunque estaba confundida, el niño jaló un par de veces la falda larga color vino tinto de su madre hasta que esta le puso atención, me señaló y le dijo en lo que pretendía ser un susurro: "Mamá, ¿esa no es la chica que salió en las noticias esta mañana?" Yo fingí que no había escuchado mientras confiaba en que la madre, por una u otra razón, no me reconociera o solo me dejase en paz, pero por desgracia, eso no fue así.

Al principio, la madre me miró incrédula, luego arqueó una ceja como dudando y, por último le empezaron a temblar las manos mientras cogía su móvil, muy probablemente para llamar a la policía, pero luego recapacitó e intentó hablar conmigo, no pude comprender lo que decía, mis ojos permanecían fijos en el reloj que casi marcaba las cinco en punto, indicando el cambio de turno.

Y el cambio de turno llegó, tomé mis cosas y me despedí rápidamente, salí corriendo de la tienda de juguetes, rumbo al apartamento.

Estaba casi llegando, solo me faltaban un par de calles cuando escuché una voz que me llamaba "Rachel, Rachel, sonrie para mi" y esas palabras, esas simples palabras, me hicieron recordar todo lo que pasó años atrás... Zack, Los ángeles, Dios, mi piso y todo lo demás.

Estaba casi hipnotizada por su voz... caminé hacia ella, "Zack... deseo... morir" le dije "Entonces será mejor que me seas útil" respondió mientras esbozaba una sutil sonrisa y sus ojos adquirían un pícaro brillo rojo.

Ojos sin almaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora