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Riesgo

—Entonces... Fuiste a su casa.

—Aja.

—Y... Conociste a sus amigos.

—Sí.

Pepper tenía una expresión extraña en su rostro, como si no supiera si estar sorprendida o incrédula, tal vez ambas.

—Tony.

—Mmmm

—¿Te... Te das cuenta que...?

—¿Qué?

Pepper sabía perfectamente que el genio estaba tratando inútilmente de ignorar la situación. Siempre hacia eso cuando lo que estaba ocurriendo se salía de su control. Más o menos fue así cuando Peter llegó a su vida.

Pepper se mantuvo en silencio un momento, tratando de molestar a Tony con ello.

—¿Te das cuenta que..?

Y funcionó.

—¡Sí, Pepper!—gritó Tony, al tiempo que se ponía de pie de manera brusca y comenzaba a caminar de un lado a otro—Sí me doy cuenta.

—¿Cuenta de qué?

Tony la miró de manera acusatoria.

—¡Que estoy haciendo por ella cosas que nunca en mi mísera vida había hecho por nadie!—soltó.

Pepper no dijo nada. Se mantuvo expectante sin dejar de mirar a su amigo y jefe.

—¿Qué?—gruñó Tony con fastidio.

Pepper soltó un suave suspiro.

—No veo cuál es el problema—dijo ella de manera tranquila.

Tony bufó.

—Pepp. Todo está mal. En primer lugar me acerqué a ella porque solo quería una noche... Pero es tan correcta y... Y luego simplemente las cosas cambiaron y-y... No, me niego. Peter y yo hemos estado muy bien hasta ahora. Tu y yo sabemos que apenas y puedo con todo esto—terminó, señalando a su alrededor, refiriéndose a su empresa y obviamente a su labor como padre—. No debí permitir que esto pasara, y mucho menos involucrar a Peter. ¡Ah! Debiste ver su rostro cuando se dió cuenta dónde estábamos y cuando ella lo saludó.

Pepper sonrió levemente. Se inclinó un poco al frente y tomó la mano de Tony. El genio clavó su mirada en su amiga.

—No puedes vivir encerrado siempre en esa idea de que salir con alguien está mal—musitó Pepper—. Peter ya no es un pretexto, Tony. Creo que él estaría más que contento de que Stephanie forme parte de su vida.

—Sí, pero...

—Sí, pero ¿Qué te detiene?—interrumpió ella—Creo que vale la pena el riesgo, Tony.

Tony negó.

—No estoy solo.

—Bueno—Pepper se encogió de hombros y soltó su mano—, no es como si alguien calentara tu cama en estos momentos.

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