𝐂𝐇𝐀𝐏𝐓𝐄𝐑 𝐄𝐋𝐄𝐕𝐄𝐍: 𝐈𝐍𝐅𝐄𝐑𝐍𝐎

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CW: Menciones de lesiones, asesinato, sangre, gore, muerte.







Hay juegos en los que se gana y en los que se pierde.

Aunque también hay algunos donde se debería ganar pero se termina perdiendo.


— ¿Cuándo perdí tantas piezas? —Agatha pasó la mirada por el viejo tablero de madera en busca de una explicación lógica, más no la encontró. Se encontraba del lado perdedor una vez más, sin ninguna razón coherente. Repentinamente sintiéndose expuesta y vulnerable—. Estaba ganando.

—Quizá cayeron bajo la mesa —Renai fingió preocupación, precisamente observando bajo la mesa por un segundo, como si también estuviese buscando—. O tal vez nunca has estado ganando realmente.

—Eso no hace ningún sentido, yo estaba- —se frenó, podría jurar que llevaba la ventaja, incluso recordaba vívidamente el orgullo que había sentido después de descubrir las verdaderas intenciones de ambos vampiros con su viaje en el Deméter, el significado real del mismo. Si rememoraba aquello tan bien... ¿entonces por qué ahora estaba perdiendo? ¿En qué momento cambió su suerte? Observó a Drácula bebiendo tranquilamente de su copa, apuntándole con un tembloroso dedo—. Dijiste que no bebías.

El vampiro levantó una ceja y la monja pudo ver la misteriosa bebida bajando por su garganta—. Vino.

Tenía la mirada perdida en la cuadrícula del tablero: Pequeños cuadrados negros y blancos, piezas de madera pulida que se movían suavemente sobre la superficie plana. Su mente ya no le ofrecía estrategias y las pocas ideas que alcanzaba a tener eran soluciones pobres—. Si muevo el peón-

Drácula la interrumpió, arrebatándole la pieza de la mano en un rápido movimiento, apenas perceptible por el ojo poco entrenado—. Olvídate del ajedrez, concéntrate en el juego. ¿Quién está en la habitación número nueve?

Un escalofrío le recorrió la espalda y la piel se le erizó. Empujó la silla hacia afuera de golpe, poniéndose de pie sobre temblorosas piernas—. ¿C-c-cómo llegué aquí? ¿D-dónde estoy? —Titubeó, llevándose una mano a la frente, sus ojos azules moviéndose de un lado a otro, examinando la habitación desconocida.

—La respuesta se esconde a plena vista —Renai ladeó la cabeza—. Dime lo último que recuerdas antes de estar aquí.

—Estábamos en el convento, Drácula dejó ir a Mina —respondió, cerrando los ojos con fuerza por un momento para rememorar lo que había sucedido aquella fatídica, sangrienta noche. Sus memorias eran efímeros flashes: Los gritos del resto de las monjas, el penetrante olor a sangre. Resistió la urgencia de golpear los lados de la cabeza en un intento por sacudir lo que parecía ser su adormilado cerebro.

—En eso tienes razón —él habló con voz profunda, un rico tono barítono que se metía en sus oídos y resonaba en su mente como una macabra canción—, pero no te dejé ir... ¿O sí?

Se llevó las manos al cabello, brutalmente desesperada, como un animal acorralado caminando de un lado a otro en un reducido espacio. Pensó que era el fin, que meterse con cosas más grandes que ella la había terminado, que tocó el fuego con las manos desnudas, ignorando que se quemaría o quizá sabiéndolo perfectamente bien pero aun así arriesgándose—. ¡¿Dónde estamos?!

El arrebato hizo que Renai se levantase de golpe, yendo hacia ella, tomando su rostro entre sus manos pálidas largas, tan frías que Agatha sintió dolor—. Decirte la respuesta sería jugar justo... y ya no estoy jugando. Piensa.

Los ojos de Agatha se habían cristalizado cuando su cerebro finalmente le ofreció una respuesta: —Las personas de las que beben... las hacen soñar.

𝐈𝐍𝐒𝐎𝐋𝐈𝐓𝐄 | 𝐁𝐁𝐂 𝐃𝐑𝐀𝐂𝐔𝐋𝐀Donde viven las historias. Descúbrelo ahora