Parte 23.

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El crudo invierno había llegado ya, Aome sabía que aún no existían los calendarios pero si sus cálculos no le fallaban ya sería a mediados de octubre, casi noviembre. Con este pensamiento cabalgaba tan rápido como Pom le permitía, estaba tan ansiosa por llegar a la aldea, junto a Bankotsu, de llegar a su aldea junto a su Bankotsu. La fresca mañana le obligaba a llevar una fina capa sobre su atuendo de sacerdotisa. Así a paso rápido y a tan solo unas horas de su destino la sacerdotisa pensaba en la forma de aceptar y declarar sus sentimientos por y de Bankotsu. Pero es que la vida le daba tantas sorpresas que a veces creía que no podían ser ciertas. Al mediodía cuando había parado para que Pom descansara y bebiera agua, mientras ella merendaba, el sonoro ruido de un grito le llamaba, y es que era el momento de que enfrentara todo aquello de lo que había escapado, y bueno él era una de esas cosas.

-¡Aome! ¡Aome eres tú! Te he buscado por todos lados desde que supe que no estas mas con ese estúpido mercenario. He venido a por ti, para que nos casemos tal y como querías.- El hanyou había llegado por detrás, mientras Aome veía hacia el río frente a ella, sentada bajo un gran árbol con la capa gris y acariciando a una tranquila Pom. Por unos momentos pareciese más mujer, más madura, más bella.

-Hola Inuyasha.- Su voz era tan dulce y calmada, no como las últimas ocasiones en que sonaba tan fría y enojada.

-Aome por favor ven conmigo.

-Siéntate por favor Inuyasha, necesito que me escuches y no me interrumpas hasta que acabe ¿si?- Inuyasha no había respondido solo se había sentado debajo del gran árbol.

-Creo que por fin acepte que no estamos hechos el uno para el otro. Tal vez sea la reencarnación de Kikyo pero en definitiva no soy para ti. Lo entendí al fin gracias una amable persona- por un momento en su rostro sereno una pequeña sonrisa se poso al pensar en Rei- quiero a alguien que me quiere, no puedo decir como paso porque ni yo misma lo se, solo se que le amo, se que pertenezco a él y él pertenece a mi. Y es que ambos nos equivocamos, ambos nos agredimos, ambos atentamos a nuestras vidas por diferentes razones, pero aún así conocimos nuestros lados puros, recorrí una pequeña parte de la región para ayudar a la gente, para aprender de ellas y que ellas aprendieran de mi, tengo recuerdos muy bellos, llenos de amor y felicidad en cada aldea, y por fin entendí donde debo estar y con quien, alguien que me necesita de verdad, alguien que puede amarme de verdad. Y no estoy dudando de tu amor Inuyasha solo que no soy tonta y sé que al principio me amabas porque veías a Kikyo en mi, después mi esencia te convenció de lo demás. Pero es que a quien amo nunca me vio como alguien más, como una sacerdotisa, como un arma o como algo más, me vio solo como Aome, como la adolescente que soy, como la cursi que soy, y con todo eso me amo y me acepto. Nunca me condiciono, ni me limito, aún cuando hice este viaje lo acepto y me dijo que me esperaría los días, las semanas, los meses e incluso los años de ser necesario, y esos detalles han ganado mi corazón, ha hecho tanto por mi sin siquiera pedirlo, y le admiro tanto como le amo. Por esto mi corazón no puede pertenecerte más, no puedo casarme contigo porque ya no es el momento, las cosas cambiaron, mis sentimientos cambiaron, yo cambié, Inuyasha.

Por unos momentos todo el lugar se sumergió en un silencio calmo mientras el peliplata meditaba todo lo dicho por la azabache.

-Ya veo, así que el mercenario ha ganado ¿no?

-Su nombre es Bankotsu y no ha ganado nada porque no competía por algo, Inuyasha.

-Aome el no te conviene, ven conmigo prometo no dañarte más, todo se hará como tu digas, no hay nada más importante que tu.

-Lo siento Inu, pero he tomado mi decisión y esto no es algo temporal, es una decisión definitiva, es para siempre.

-Aome estoy seguro que esto no es lo que quieres, estas confundida por mis errores, pero por eso vine para aclarar la mente y prometo que no me equivocaré más.

-Inuyasha no acabes con mi paciencia y mi tranquilidad por favor, esta es mi decisión, por ahora no puedo tenerte cerca pero tal vez mas adelante podamos ser amigos.

-¿Es que no lo entiendes Aome? Yo no te puedo querer como una amiga ni hoy ni nunca, te amo, te amo con todo este loco y bobo corazón, te necesito tanto.

-Lo siento Inuyasha pero ya no te amo y no podré amarte más, mi decisión ha sido tomada así que pido que la respetes y te marches por tu bien, no te dañes aún más solo acéptalo y márchate.

-Si eso es lo que deseas Aome lo entiendo, me marcharé pero recuerda que siempre puedes volver a mi si así lo deseas.

-Hasta luego Inuyasha.- La azabache no había recibido una respuesta más que el sonido de las pisadas alejándose.

Y por primera vez después de mucho tiempo se sentía en paz, porque sabía bien que había hecho lo correcto. Tal vez no llegaría al anochecer a su adorada cabaña pero cuando el sol saliese de nuevo ella estaría ahí.

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La mañana había sido demasiado fría o al menos eso sentía Bankotsu. A primera hora había partido a revisar cómo marchaba la construcción de la cabaña para Kikyo, para su alivio esta ya estaba terminada y contaba con lo necesario para subsistir. Al llegar a su cabaña pudo ver como el pequeño kitsune recién se levantaba, mientras que Kikyo preparaba el desayuno.

-Tu cabaña al fin está terminada sacerdotisa, hoy mismo puedes cambiarte a ella.

-¿Me echarás así como si nada? Tan cruel eres como para hacerme partir.

-Yo siempre te lo deje claro estabas aquí porque no tenias a donde ir, ahora lo tienes y es tiempo de que te vayas, Shippo no puede crecer con tus constantes insultos y agresiones, Kikyo.

-¡No es tarea mía educarlo o criarle! ¡No soy la mala Bankotsu!

-Lo sé pero aún así no te quiero aquí, así que hoy mismo llevaremos tus cosas hacia tu cabaña y te quedaras ahí sin acercartenos a mí o a Shippo.

-¿Por qué le quieres tanto? No es nada tuyo nadie te culparía si le abandonases, al final de cuentas su querida "mami" ya lo ha hecho.- Una sonora bofetada resonó, y es que por más que Bankotsu hubiese querido contenerse no lo había logrado, sus instintos aún no eran controlados del todo y su furia y frustración habían sido liberados, si era honesto no se arrepentía y menos se disculparía por eso.

El pequeño pelirrojo que veía todo solo podía llorar, no temía a Bankotsu porque sabía que no podría lastimarlo, pero si compadecía a la pobre Kikyo porque fuese como fuera nadie merecía un trato como aquel.

-No te permito que vuelvas a hablar así de mi mujer o de mi cachorro ¿lo has entendido?

Todos estaban impactados por aquella frase, hasta el mismo Bankotsu, pero es que debía proteger a la que se había convertido en su familia.

-Esto no se va a quedar así Bankotsu.

Sin más, Kikyo había abandonado la cabaña. Y al fin podían respirar en paz, parecía que todo empezaba a ponerse en orden solo faltaba una cosa, una única cosa; Aome.

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