Capítulo 4

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Pov's Simón

Han pasado tres días desde que Benicio mandó aquella foto. Tres días en los que la angustia y la desesperación estaban haciendo trizas todos mis sentidos y ahogando mi razón en locura.

Ese mismo día, en el que recibí la foto, le pregunté a Pedro dónde vio por última vez a Ámbar, me respondió que en el departamento que compartía con Delfi.

Interrogué a Delfina, me dijo que al regresar al departamento no vio a Ámbar, supuso que había ido a casa de Emilia, pero cuando pasó un día sin saber nada de ella llamó a mi hermana y se dio con la sorpresa de que tampoco estaba allá.

-Tenemos que denunciar, hacer algo. -Caminaba de un lado a otro. Matteo estaba llamando a un amigo suyo que era policía, Emilia y Delfina se habían ofrecido a preparar té para calmarnos, dudaba que una taza de té hiciera bajar mis revoluciones.

-Cálmate, en ese estado no lo lograrás nada, Simón. -Emilia me entrega la taza de té, su expresión es seria al igual que la mirada que me dedica. -Sé que la quieres y todos aquí lo hacemos pero por un momento enfoquémonos en ti.-Sabía lo que iba a preguntar. Los nervios comenzaron a hacer su trabajo en mí. Comienzo a sentir el sudor empapar mi camiseta en la espalda y cierto calor abrasar mis mejillas.

Jamás pensé que el día en el que revelara mi secreto llegaría, de hecho, ni me había planteado armar un discurso para explicar mis razones. Así que, ahora entre la espada y la guillotina, tenía que contar toda la verdad a los presentes. Además, de eso dependía que encontrarán a Ámbar. Si hablaba, tal vez los amigos policías de Matteo darían con ella en un abrir y cerrar de ojos.

Pero por más que quisiera hablar y soltar todo de una vez, no podía. Mi lengua estaba trabada y sentía mi voz apagarse, perder firmeza y las pulsaciones en mi cabeza hacerse más intensas. Todos me miran extrañados, expectantes a que abra la boca y relate todo lo que he venido callando desde hace tiempo.

Armarme de valor es lo único que me queda, así que eso hago. Inhalo y exhalo para controlar la ansiedad que me ha estado oprimiendo en todo ese lapso de tiempo.

Al dejar que las palabras fluyan, Matteo y Emilia y en cierta parte Delfina me miran sorprendidos, puedo sentir cierta decepción en la mirada de mi hermana. También cierto dolor. Supongo que es por no haber tenido la suficiente confianza en ella y contarle por lo que estaba pensando. Pero cuando les conté las razones del porqué no les había mencionado de mi lío, sus miradas se volvían escépticas.

Luego de terminar de contar todo, con cierto dolor en el pecho y en la garganta, dirijo mi mirada hacia todos. Un silencio sepulcral está invadiendo el ambiente. Y esa sensación de ser juzgado en sus mentes me aprieta, pensé que al contar todo me sentiría librado de todo. Pensaba que al fin encontraría aquella estabilidad y paz mental que tanto había anhelado pero sería así.

A veces llegaba ese momento en la vida, en donde tenías que afrontar las consecuencias de tus actos, de tus mentiras e incluso de tus secretos. En donde solo tenías que aceptar resignadamente ese designio de la vida y tratar de liar con eso. Eso me pasaba ahora, cuando mi hermana ese encuentra solo centímetros frente a mí y con la mano derecha levantada para, al parecer, abofetearme.

-¡Eres un irresponsable, Simón Álvarez! -Sus ojos están llenos de lágrimas y las venas se enmarcan en un lado en su cuello. -Nos mentiste. Nos expusiste a un inminente peligro. Y luego huyes así... tan de repente y nos sales con esta historia. -Ella cierra los ojos y los aprieta para luego expulsar el oxígeno contenido. -Debiste de confiar en mí, Simón, sabes que habría buscado alguna manera de ayudarte. Tienes esa maldita costumbre de guardarte todo.

-No podía saberlo nadie, además eran mis asuntos, tenía que resolverlo solo. Pero... ya no puedo más, no ahora, por eso les he contado, necesito encontrar a Ámbar. -En ese momento, imágenes de crímenes atroces se proyectan en mi mente como diapositivas, en ese momento sentí un vuelco en el corazón. Una punzada en el pecho como si me estuviese advirtiendo algo. Mamá siempre hablaba de las corazonadas y podría asegurar que ésta era una de esas.
E imaginar el solo hecho de que se deba a Ámbar en peligro hacía colapsar mi mente.

Dulce Delirio - Simbar (AU)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora