Capítulo 10

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Pov's Simón

Faltan pocos días para que Ámbar se mude a su nuevo departamento e ir a vivir con su amiga.

He asimilado por completo que ya no la veré más, bueno al menos en casa, y no podremos comer pollo frito de cena seguidamente.

Estas semanas, después de dejar al pequeño Rugge en el kinder, le he ayudado en pintar el lugar, obviamente ella ha escogido el color, yo sólo me he encargado de la mano de obra.

Quería sentirme más útil.

—¿Vendras al entrenamiento hoy? —Pedro llegó al departamento de la castaña, él aún no la conocía. Cuando él estaba conmigo Ámbar estaba en el hospital pero trataría de que se conocieran.

—Termino de pintar el dormitorio y voy.

El entrenamiento o mejor dicho, clase a la que debía ir era para manejar motocicletas. Como dije, soy pésimo con ellas y Pedro se había ofrecido amablemente a ayudarme y no hacer tanto el ridículo el día de la carrera, suficiente humillación con que perdiera.

Luego de media hora de dar la última capa a la última pared, me bañe, el baño no estaba por las puras y lo necesitaba para quitarme la capa de pintura seca en la cara y mano.

Con la mente fresca y los músculos relajados luego del baño de agua fría, cerré el apartamento con llave y salí rumbo al lugar en dónde mi amigo me había citado, estaba a unos treinta minutos de donde me encontraba.

—Pensé que no llegarías.

—Siempre cumplo, amigo. Parece que lo has olvidado.

—Pues ya no pasamos tiempo juntos, es normal que olvide algunas cosas...

—Eso no es sorpresa, tú te olvidas de todo, todo el tiempo —Estrechamos las manos y nos abrazamos, no siempre daba muestras de afectos pero con él era imposible negarse a uno. Pedro había sido tiempo atrás mi psicólogo –encargado por el FBI– y pues sabe mucho de mí.

—Es una acusación muy grave mi estimado, pero la omitiré esta vez. Ve a subirte a esa moto y esta vez trata de no caer dando el primer arranque.

—Lo dice quien no puede apretar el acelerador sin chocar.

—Touché mi amigo. Cada uno es experto en su campo, ahora ve.

Llevé mi dedo índice a la frente e hice un gesto triunfante, esta vez tendría que lograrlo, la carrera estaba cada vez más cerca y no podía darle a Benicio la dicha de verme tan derrotado.

La calle en donde practicaba estaba prácticamente vacía, ningún auto pasaba por ahí y de personas no había rastro alguno.

Era una calle rodeada de edificios abandonados, la mayoría tenía más de tres pisos lo cuál obstruía el paso de los rayos del sol, cubriendo la mayoría del lugar con una fría sombra.

De ahí lo único rescatable era la pista, era lisa y plana, ningún bache se alzaba y hacía más fácil mi recorrido.

—Debo admitir que esta vez lo has hecho bien. Muy bien en realidad. ¡No te caíste en las curvas! —Pedro aplaude escandalosamente mientras trato de estacionarme frente a él, pocos centímetros nos separan y río al ver su cara de susto.

—Menos mal dejaste de aplaudir. Ten por seguro que iba a pasarte la moto encima.

—No lo harías.

—No me retes, hermano. —Me quité el casco y lo miré divertido—. ¿Es todo por hoy?

—Sí. Tengo una cita con una agente.

Dulce Delirio - Simbar (AU)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora