Capítulo 2: Viejos amigos con nuevos rostros

36 5 0
                                    

-¡Es tan bueno estar en casa otra vez! ¡Me pregunto cómo alguna vez decidimos irnos lejos! -exclamó Rosa cuando iba vagando por la vieja casa la mañana siguiente, llena de la satisfacción que uno siente al volver a visitar los rincones y esquinas familiares y al encontrar cambios.
-Para que podamos tener el placer de volver de nuevo -contestó Febe, caminando por el pasillo al lado de su amita, tan feliz como ella. -Todo parece igual a como lo dejamos, hasta los pétalos que usábamos para meter aquí -continuó la chica más joven, asomándose a uno de los altos jarrones hindúes que estaban alrededor de la sala.
-¿No te acuerdas cómo Jamie y Pokey jugaban a los cuarenta ladrones con ellos, y cómo intentaron entrar en ese otro azul y se quedaron atascados, y los otros muchachos nos encontraron antes de que yo los pudiera sacar? -preguntó Febe, riendo.
-Sí, por cierto, y hablando de los ángeles, uno está dispuesto a dejar oír el susurro de sus alas -agregó Rose, mientras un silbido agudo subía por la avenida acompañado por el ruido de los cascos.
-¡Es el circo! -exclamó alegremente, Febe, mientras ambas recordaban el carro
rojo y la carga del clan. Sólo había un niño ahora, por desgracia, pero hizo suficiente ruido como por
media docena, y antes de que Rosa pudiera correr hacia la puerta, Jamie llegó rebotando con un «rostro radiante de mañana», con un bate por encima del hombro, un rojo y blanco gorro de jinete en la cabeza, un bolsillo abultado con una pelota grande, la otra llena de galletas, y la boca llena de la manzana que estaba terminando a toda prisa.
-¡Buenos días! Acabo de venir para asegurarme de que realmente habían llegado y para ver que se encontraban bien -observó, saludando con un bate y quitándose el suave gorro con una contracción eficaz.
-Buenos días, querido. Sí, de verdad estamos aquí, y llegamos derecho tan rápido como fue posible. Pero me parece que eres más bien el hermoso, Jamie. ¿Perteneces a una compañía de bomberos o a un club de jinetes? -preguntó Rosa, subiendo el rostro una vez gordito, que ahora se hacía marrón y cuadrado alrededor de la barbilla. -¡No, señora! ¿Por qué?, ¿no lo sabes? Soy el capitán del Club de Baseball Estrella. Míralo, ¿ves? -Y, como si el hecho fuese de importancia nacional, Jamie abrió su chaqueta para mostrar en el pecho con orgullo un escudo en forma de corazón, de franela roja decorado con una estrella blanca de algodón del tamaño de un plato de té.
-¡Excelente! He estado fuera tanto tiempo que me olvidé que era un juego. Y ¿eres el capitán? -gritó Rosa, profundamente impresionada por el alto honor al que su pariente había llegado.
-Lo soy, y no es ninguna broma que debas creer, porque golpeamos nuestros dientes, amoratamos nuestros ojos, y dividimos los dedos casi tan bien como los grandes compañeros. Debes venir a vernos jugar un partido una o dos veces, entonces
vas a entender el trabajo duro que es. Te voy a enseñar a batear ahora sí sales al césped -agregó Jaime, deseando exhibir su destreza.
-No, gracias, capitán. La hierba está mojada, y vas a llegar tarde a la escuela si te quedas con nosotras.
-No tengo miedo. Las chicas no son buenas para mucho, en general, pero nunca utilizan la mente algo fresca y juegan cricket como una buena idea. ¿No han hecho alguna vez ese tipo de cosas, ahora? -preguntó el chico, con una mirada compasiva
a estas criaturas desgraciadas excluidas de las alegrías y los peligros de los deportes viriles.
-Todavía puedo correr y voy a llegar a la puerta antes que tú, ve si no lo hago - Y, cediendo al impulso del momento, Rosa se lanzó por las escaleras antes que el
atónito Jamie pudiera bajar y seguirla.
Él estuvo fuera, en un momento, pero Rosa tenía la ventaja, y aunque el viejo Sheltie hizo lo que pudo, ella llegó a la meta a la cabeza, y se quedó riendo y jadeando, toda color de rosa con el aire fresco de octubre, una bonita imagen para
varios caballeros que se encontraban conduciendo.
-¡Bien por ti, Rosa! -dijo Archie, enseñando la mano, mientras que Will y Geordie saludaron y el tío Mac se reía de Jamie, que parecía como si las niñas hubieran aumentado ligeramente en su opinión.
-Me alegro de que seas tú, porque no serás sorprendido. Pero estoy tan feliz de estar de vuelta que me olvidé que no era la pequeña Rosa aun -dijo Atalanta,
alisando su pelo al aire.
-Te ves muy como ella, con los rizos sobre los hombros al viejo estilo. Los eché de menos ayer por la noche y me pregunté de qué se trataba. ¿Cómo están el tío y Febe? -preguntó Archie, cuyos ojos habían estado buscando sobre la cabeza de Rosa, mientras hablaba a la plaza, donde una figura femenina era visible entre las rojas hiedras.
-Todos están bien, gracias. ¿Quieren venir y verlo por ustedes mismos?
-No puedo, querida, no es posible. Negocios, ya sabes, los negocios. Este
hombre es mi mano derecha, y no puedo prescindir de él ni un minuto. Ven, Arch,
tenemos que partir, o estos niños se perderán el tren -contestó el tío Mac, sacando su reloj.
Con una última mirada a la figura de pelo claro en la puerta y a la morena entre las vides, Archie se alejó y Jamie los siguió después, consolándose a sí mismo por su derrota con la manzana número dos.
Rosa se detuvo un momento, sintiéndose muy inclinada a continuar con su carrera
y con todas las tías en procesión, pero, recordando que llevaba la cabeza descubierta,
estuvo a punto de dar marcha atrás cuando un alegre:
-¡Mira! ¡Mira! -le hizo observar hacia arriba para ver a Mac que se acercaba a gran velocidad, agitando el sombrero, mientras llegaba.
-Los Campbell están llegando en masa y rápido esta mañana, y cuantos más mejor -dijo, corriendo a su encuentro.
-Te ves como un niño bueno yendo a la escuela, y que virtuosamente engaña su lección por el camino -añadió, sonriendo al verle ocupar su dedo fuera del libro que había estado, evidentemente, leyendo, y metido bajo el brazo, al igual como solía hacer años atrás.
-Yo soy un colegial, yendo a la escuela que más me gusta -respondió él, agitando una Pluma de aster, como si el mundo señalara el otoño más encantador de ellos, lleno de matices delicados, aires frescos, y el sol suave.
-Eso me recuerda que no he tenido la oportunidad de escuchar mucho acerca de tus planes la noche anterior; los otros muchachos hablaban todos a la vez, y sólo
hablaste de vez en cuando. ¿Qué has decidido ser, Mac? -Rosa le preguntó mientras caminaban lado a lado por la avenida.
-Un hombre en primer lugar, y uno muy bueno, si es posible. Después de eso, ¿lo que Dios quiera?
Algo en el tono, así como en las palabras, hicieron que Rosa buscara rápidamente en el rostro de Mac para ver una nueva expresión allí. Era indescriptible, pero se
sentía como si lo hubiese hecho muchas veces, cómo cuando observas la parte de las nieblas de repente, que dan destellos de alguna montaña, brillando serena y alta en el
azul.
-Creo que sería algo espléndido para ti, en verdad, para verte muy glorificado, pasar por debajo de este arco de hojas amarillas con el sol en tu cara -exclamó,
consciente de la admiración repentina que nunca antes había sentido por Mac, que era
el más sencillo de todos los primos.
-No sé nada sobre eso, pero tengo mis sueños y aspiraciones, y algunos de ellos son muy altos. Apunta a lo mejor, ya sabes, y sigue subiendo si quieres salir adelante
-dijo, mirando hacia las ásteres con un tipo de sonrisa interior, como si él y ellas tuvieran algún dulce secreto entre ambos.
-Estás más raro que nunca. Pero me gusta tu ambición, y esperamos que rinda frutos. Sólo que, ¿no deberías de empezar con algo pronto? Me imaginé que sería estudiar medicina con el tío, porque solía ser nuestro plan, ¿sabes?
-Yo, por el momento, al menos, porque estoy totalmente de acuerdo contigo en que es necesario contar con un ancla en algún lugar y no ir flotando en el mundo de la imaginación sin el lastre correcto. Tío y yo tuvimos algunas conversaciones al
respecto ayer por la noche y voy a comenzar tan pronto como sea posible, porque él se ha hecho el tiempo suficiente -y dándose a sí mismo una sacudida, Mac arrojó el spray, añadiendo a media voz

Rosa en florDonde viven las historias. Descúbrelo ahora