Capítulo XXIII. Rastro

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El sonido de pasos resonó por el oscuro pasillo, apenas iluminado por las escasas antorchas que colgaban en las paredes. El frío era tan abrumador que calaba hasta los huesos, atravesó unas cuantas puertas justo antes de detenerse en una en específico. A pesar de que las demás lucían viejas y oxidadas ésta era la única que se encontraba en perfecto estado, incluso parecía estar reforzada con una barrera de chakra para evitar que quien estuviese dentro pudiera escapar.

Extendió su mano para tocar ligeramente la puerta, mandando una pulsación de chakra para deshacer la barrera y abrirle paso a la oscura habitación.

La tenue luz que se asomaba por la entrada dejó ver aquella silueta sentada en el suelo contra la pared, abrazando sus piernas mientras su largo cabello cubría su rostro, la chica alzó la vista hacia el visitante, topandose con esa asquerosa sonrisa. Haru se acercó, dejando que la luz llegará al rostro de la chica, dejando a la vista esos tristes y vacíos ojos verdes, consumidos por el martirio de estar encerrada en aquel lugar. La chica la miraba con odio, el único sentimiento que podía profesar ahora, la mirada que alguna vez fue de un brillante esmeralda se había tornado a un opaco jade.

- ¡Que gusto verte de nuevo, Sa-chan! - le hablo la mujer, llamándola por ese desagradable apodo - ¿Cómo está mi prisionera favorita? - farfullo

- ¿Que es lo que quieres? - hablo en tono bajo pero cargado de ira y resignación

- ¡Que grosera! - se ofendió falsamente - tus modales aún no mejoran - sonrió de nuevo y se agachó tomando uno de sus pálidos brazos. La chica lo apartó bruscamente, soltando su agarre

- Aléjate - volvió a hablar, Haru solo sonrió y se levantó acercándose a la polvorienta cama que tenía para ella, dejó la bolsa que llevaba consigo y comenzó a sacar los objetos.

- Tengo dos noticias para ti, una buena y una mala - dijo aún rebuscando en aquel bolso - ¿Cual quieres que te diga primero?

La chica no la miraba, simplemente estaba sentada en silencio sin ninguna intención de responderle, Haru continuo jugueteando con las cosas hasta que sintió como un objeto afilado corto su garganta de lado a lado.

El cuerpo de la pelinegra cayó al suelo derramando sangre de forma descontrolada, la chica la miraba desde arriba con una sonrisa torcida, sosteniendo el fragmento de roca afilada en sus manos. Comenzó a caminar lentamente hacia la salida hasta que un dolor punzante se instaló en su cuello, todo comenzó a volverse borroso, el ambiente comenzó a tomar una forma arremolinada y la chica agarró su cabeza fuertemente comenzando a gritar de dolor.

- ¡Basta! - gritó de forma histérica - ¡Detente ya!

- Tardaste más tiempo que la última vez - la pelinegra soltó un bostezo - eso quiere decir que he mejorado.

La chica levantó la vista encontrándose con la puerta totalmente cerrada, la mujer estaba recargada en la pared mirando divertida la escena, someterla a genjutsus siempre era gracioso.

- ¿En qué momento? - pensó la chica, recordando que le había tomado el brazo justo un momento después de entrar. Apretó los dientes, cuánto odiaba a esa mujer.

- Vamos Sa-chan - se levantó de su posición y se acercó a ella - he dicho que tengo noticias - tomó su rostro de forma delicada, la chica apretó los puños - La buena es que pronto saldrás de aquí... - le dijo ahora moviendo su mano hacia el largo y lacio cabello de la chica, ella se sorprendió por tal afirmación - la mala es que no podrás si luces así, llamarías demasiado la atención...

Soltó su agarre y de nuevo tomo algo de esa bolsa, unas tijeras junto con un cepillo para cabello.

- ¡Te dejaré igual de linda que yo! - se burló. En un movimiento rápido la mujer la tomó por ambos brazos y la sometió fácilmente, tomo el cepillo y comenzó a peinarla. La chica estaba tan acostumbrada que ya ni siquiera luchaba.

El Camino Del Equipo 7Donde viven las historias. Descúbrelo ahora