18.- La Melodía del Caos

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Si algo he descubierto en mis veintisiete años, es que cuando realmente existe la voluntad, cuando de verdad deseas hacer algo con todo tu corazón, no importa los sacrificios que debas realizar para lograrlo, simplemente actúas movido por tu anhelo. Porque incluso esos sacrificios, parecieran aportarle un matiz de valor y satisfacción a tus acciones.

—Sólo hazlo —me repetía siempre—. Te engañas cada día inventando mil excusas para no hacer lo que quieres, cuando en verdad sólo necesitas un motivo para hacerlo.

Esas palabras las atesoro dentro de mí y fueron las que me dieron el coraje para dejarlo todo y partir nuevamente, con miedos, pero también llena de sueños y esperanzas. Esas palabras las pronunció Diego, el hombre que una vez amé, el hombre que pensé estaría conmigo para siempre, sin embargo, la vida nunca deja de sorprendernos...

En ese momento no éramos pareja, sólo amigos, yo estaba en el último año de mi carrera de ingeniería y él hacía unas cátedras en la facultad de derecho que quedaba dentro del mismo campus. A menudo lo veía en la biblioteca, ya que solía sentarse justo frente a la mesa que me gustaba utilizar, así que me fui acostumbrando a su presencia, cada miércoles y viernes que iba, él estaba ahí. Fue una de esas veces al acomodar mis cosas sobre la mesa, que descubrí una pequeña nota que decía «¿Almorcemos?», levanté mi cabeza sorprendida intentando averiguar quién había dejado ese mensaje, no fue difícil descubrir que había sido él, ya que en ese preciso momento me encontré con sus ojos observándome ansiosamente, tan sólo a unos pocos metros de distancia. La comida siempre ha sido mi debilidad, por lo que acepté sin mayor vacilación, he de reconocer que tal vez sus ojos verdes y su atuendo tan formal fueron una estrategia persuasiva bastante efectiva para mí...

Desde ese día no dejamos de hablar y no pasó mucho tiempo para que comenzáramos una relación, ambos sentimos que nos conocíamos desde siempre, ya que mágicamente coincidíamos hasta en las cosas más pequeñas y teníamos tantos temas en común, que todos a nuestro alrededor decían que éramos almas gemelas, la pareja perfecta... incluso hace tan sólo meses, yo también lo creí.

Él fue quién me dio el valor y apoyó cuando muchos me cuestionaron, cuando incomprensiblemente para mi familia y amigos decidí lanzarme en esta aventura de escribir, y es que a veces las oportunidades se presentan sólo una vez y si no las tomas tú, alguien más lo hará. Tal vez siempre supe que era lo que deseaba, pero el miedo al fracaso, a la incertidumbre, fue mayor...

En la vida hay momentos así, momentos determinantes, donde una pequeña acción o decisión puede revolucionar completamente tu destino. Uno de esos momentos fue dejar mi carrera, que simbolizaba toda la estabilidad y seguridad que siempre ansié, y abrir la puerta a un mundo desconocido, donde la única certeza que tenía era mi pasión por este universo imaginario.

Aunque parecían haber muchas cosas en contra, decidí centrarme en las oportunidades y pequeñas señales que me enviaba el universo: ya había ganado un concurso de guiones para una serie y tenía la oferta de escribir unos capítulos pilotos para un proyecto experimental, pero cada vez se me hacía más difícil complementar mi carrera con mi pasatiempo. Escribir un buen guion requiere tiempo y dedicación, sin contar la investigación y entrega por parte de su autor, lo que inevitablemente me llevaba a pensar que si quería ser considerada en serio dentro de esta industria, debía entregar trabajos que reflejaran calidad y originalidad, y eso significaba elegir...

A veces intento visualizar cómo habría sido mi vida siendo ingeniera y mientras más lo pienso, más segura estoy de que mi felicidad no estaba ahí. Hay personas que erróneamente miden su éxito en el dinero, siendo que el único parámetro posible para medirlo debiese ser la felicidad. Una persona exitosa, es una persona feliz... y eso fue lo que hizo que mi balanza se inclinara a las historias.

Tal vez yo, tal vez tú©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora