18#: Armas, drogas y... ¿qué?

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Soporté las ganas de abofetearlo. Mi cuerpo se llenaba de adrenalina y sentía ganas de destrozarlo. ¿Cómo pudo haber dicho eso? Entiendo que sea celoso y esas cosas... Pero el que no confiara en mí, dolía. Y muchísimo.

Al ver su palidez y sus ganas de no darme respuestas, las lágrimas y el nudo dejaron de amenazarme de a poco. Mi respiración volvió a ser la de antes.

—Ben... yo no... yo... —titubeó.

Mis manos se convirtieron en puños y bajé la mirada. ¿Había estado en lo correcto al gritarle así? Jules siempre estuvo a mi lado en las malas, y sabía que debía tratar de ponerme en su situación: yo también no le hubiera dicho nada, para protegerlo. Sin embargo, luego de esto, no habría hecho un escándalo. Habría esperado respuestas lógicas o explicaciones del porqué hubo un beso.

—Jollie estuvo enamorado de mí todo este tiempo —comencé, luego de tranquilizarme y notar que Jules se había quedado mudo—. Yo nunca le correspondí. Él sabía eso, así que me besó. Yo no podría corresponderle, Jules. Él es como un hermano pequeño para mí.

Jules pareció pensarlo un poco. En cuanto levanté la mirada para observarlo, él miraba hacia otra parte, pensando. ¿Qué tendría que pensar? ¿Era un idiota?

—De acuerdo... —dijo. Me miró y sus ojos volvieron a tener el mismo brillo especial de siempre—. Lo siento, Ben. Yo no... Yo no intentaba...

Asentí, cansado. Me sentía tan agobiado que no podía pensar con claridad. A lo que sí, necesitaba actuar como un adulto normal. Necesitaba arreglar las cosas y esperar que nada peor pasase. Ya toda mi vida estaba de pies para arriba. Me daba miedo preguntar qué más podría pasar.

—Jules... —murmuré. Lo miré a los ojos. Mi pecho sintió una pequeña calidez, que se expandió hasta hacerme sonrojar—. Lo siento. No debí haberte gritado. Pero, de todos modos, me debes varias explicaciones. Y las quiero ahora. No puedo esperar.

Una sonrisa apareció en sus labios como por arte de magia. Parecía feliz de quitarse un peso de encima, y de ponerme al tanto de las cosas.

—Está bien. Te lo explicaré todo. —Miró hacia los costados y luego volvió a mí—. Pero para explicártelo, necesito que vayamos a otro lugar.

Abrí la boca para responderle que estaba bien mientras él no intentara nada erótico, pero un grito sin sentido me detuvo. Al principio no entendí de dónde salió aquel. Pero eso quedó en el pasado cuando me di la vuelta y pude ver a Moneda corriendo hacia nosotros. Sus ojos no parecían mejor que antes. Estaban igual de rojos e hinchados. Aunque, sí tenían algo diferente. Estaban brillando como fuego. Un gran fuego rojo y ardiente.

¿Pero por qué venía corriendo hacia nosotros?

Miré a Jules y comprendí con rapidez. Traté de ponerme al frente de ella y detenerla. Aunque fue algo tarde. Muy tarde.

Moneda me pasó por el lado como un huracán y tomó a Jules del cuello. Lo levantó con ambas manos y lo sostuvo contra la pared. Mis ojos se abrieron como platos al notar que lo había levantado del suelo como si nada.

—¡Moneda! —exclamé, acercándome a ella y tironeando de ella—. ¡Suéltalo, maldita sea!

Ella pareció hacer caso omiso a lo que había dicho. Siguió mirando a Jules a los ojos. El miedo me consumió por completo al ver que él lanzaba patadas y puños sin éxito. Moneda esquivaba sus piernas y lo había levantado demasiado alto como para llegar con las manos.

 —¡Basta! —grité. Comencé a entrar en pánico. Jules no podía respirar—. ¡Azul, basta!

Moneda no aflojó el agarre.

Si las llamas se apagan (Yaoi-Gay)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora