Cap 10

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  Llevo más de diez minutos en el baño intentando que mis ojos no luzcan tan hinchados pero no funciona. Lo bueno es que cuando lloro se ponen más claros. Oh si. Luego de la reconciliación emotiva deje a Daniel viendo tele mientras iba a cambiarme. Mi pijama es de unicornios bebes. No hay comentarios al respecto. Me gustan los unicornios. Punto. Tenía que cambiarme ya que el señorito se estuvo burlando de mí. No quería discutir, no me sentía con ganas de pelea. Me puse una remera larga que me daba hasta las rodillas. Eso era cómodo. Bueno… no pienso seguir en el baño, ya debe estar aburrido. Seco mi cara con delicadeza y acomodo mi cabello en un moño. No. Ni el corrector sirve para tapar mis horrorosos ojos.

  -¡Al fin!

  -¿Eh?

  Camine hasta el sofá donde estaba sentado y me tire encima de él.

  -Auch –dijo riendo–, ya estas engordando. 

  -¡Oye! No estoy gorda –lo abrace y me eche en su pecho como siempre.

  -Claro que no, pero si algún día terminas como un hipopótamo serás mí hipopótamo –me contestó remarcando el “mí”.

  Estuvimos en silencio un buen rato. Pero era un silencio cómodo, era un silencio único. Su perfume. El sofá. Él. Yo. Nosotros. Extrañaba tanto los momentos así.

  Esa semana sin Daniel fue una absoluta mierda. Amo las vacaciones, pero detesto no poder verlo todos los días. Es terrible acostumbrarte a una persona. Pero ya no hay remedio. Estoy acostumbrada a su presencia, así no quiera. Cada segundo sin mi mejor amigo es una tortura. Mejores amigos, solo eso podíamos ser. Amigos, simplemente amigos y nada más. Levanto la vista, él me está mirando también. Me obsequia una tierna sonrisa. Es muy difícil enojarte con alguien cuando esa persona lo es todo para ti. Siento su mano en mi cabeza. Vaya idiota. Acaba de soltar mi moño. Ahora tiene mi liguita del cabello en su poder. Está sonriendo. Eso es malo. Si. Tenía que haberlo imaginado, la tiró al suelo.

  -Idiota –susurro mientras me levanto del sofá– madura, tonto.   

  Estaba a punto de recoger la liguita, pero alguien se me adelanto. Daniel. ¿Cómo llego tan rápido? Se supone que estaba echado. Maldito.

  -¿Quería esto? – preguntó sarcásticamente.

  -Oh, niñito –lo mire a los ojos–, cuando te atrape te arrepentirás.

  -Sabes que me gusta verte con el cabello suelto –se puso mi colleta como pulsera y se acercó a mí–. Se te ve muy sexy.

  ¿Estoy soñando? ¿Realmente dijo lo que creo que escuché? Si, lo dijo. No sonrías. No sonrías. Mierda, sonreíste. ¿Por qué soy tan vulnerable?

  Él también me sonrió y puso un mechón de mi enredado cabello detrás de mi oreja. Es muy malo, pero su lado tierno es muy encantador. Por ese tipo de cosas mi enojo no duraba mucho. Ni hablar de las veces que cambiaba de mejor amiga, yo me la pasaba llorando y entonces aparecía el diciéndome lo mucho que me quería. Una no puede resistirse a alguien así.

  -Estas rojita –acarició mi mejilla y me estremecí.  

  -Cállate, idiota –sonreí.

  -Y yo que pensaba que solo te sonrojabas de enojo –tomo mi cara entre sus manos sin dejar de mirarme–, pero también lo haces cuando te digo cosas lindas.

  -Casi nunca me dices cosas lindas.

  -Lo estoy haciendo ahora.

  -¿Se puede saber el motivo? –su actitud me ponía nerviosa.

  -Es porque te quiero mucho, preciosa.

  Sonrió. Yo sonreí. Como no sonreía ante eso. Su sonrisa me encantaba. Se le formaba un hoyuelo en la mejilla derecha. Eso me hacía saber que era una sonrisa sincera.

  -Yo también.

  Aun seguíamos así. Tan cerca. Solo a centímetros. Estaba mirándome a los ojos pero de pronto desvió su mirada a mis labios. Fue solo un segundo, pero me percate de aquello. Yo también observe sus labios. Era una situación incomoda en la que yo moría por un beso suyo. Entonces supe que lo iba a hacer. Iba a besarme. Estaba acercándose. Cerré los ojos esperando el momento en que nuestros labios se unieran y… se escucha un ruido. Ambos saltamos. Era la puerta. Segundos después mi tía Marce entra con una sonrisa. Le devolvimos la sonrisa. Sonrisas fingidas. Vaya manera de arruinar ese momento. Quería que la tierra me tragase. No podía pasarme esto justo a mí.

  -Hola, chicos –saludo ella mientras cerraba la puerta.

  -Hola –dijimos al unísono.

  -Nos salvo del pecado –me dijo en un susurro Daniel.

  -Si –atine a decirle.

  Él tenía razón. No podíamos hacerle eso a Mariana. Ella era mi amiga. Y él seguiría siendo tan solo mi mejor amigo.

Holaa :3 Gracias a todos por leer<3

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