Capitulo 11

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El apellido Dyer era conocido por dos razones: armonía y prestigio.

El salón parecía pequeño con toda esa masa de gente en los asientos. Todos eran familiares, amigos, conocidos de los músicos que subían a ese escenario tan resplandeciente. Hoy era uno de los conciertos más importantes de New York para la música clásica. Al menos para los que se dedicaban al piano y al violín. Entre el público, habían tres cabezas que destacaban. Eran la de Lía Dyer, Josep Dyer y Angélica Dyer. Josep y Angélica son hermanos y músicos sin embargo Angélica era reconocida  en el mundo por tocar el piano.  Lía, es la señora de Dyer pero es la encargada ahora ya que su difunto marido no está. Así que ella tiene que ser la que se encargue de saber quién será el siguiente Dyer que traiga el honor a la familia con sus melodías.

Daphne era la hija de Josep Dyer, que a diferencia de su padre toca el piano. Desde que ella tiene memoria, se ha enseñado a tocar el piano gracias a la generosidad de la amiga de su padre. Ella siempre le decía a Daphne que lo importante al tocar el piano era expresar lo que se sentía con la nota.

“Pero la partitura no me está indicando esa nota”

“Daphne, la partitura solo te ayuda a tener un camino. Pero la verdad es que tú eliges a dónde quieres ir con ese camino. Incluso Beethoven estuvo perdido en sus comienzos”

Han pasado 12 años desde entonces. Su padre siempre estuvo presente en sus clases. Él decía que cada día sus melodías y armonías traspasaban su alma. Incluso ella y su padre se ponían a tocar una canción juntos. El, el violín y ella el piano, alegrando así a su madre y su pequeño hermano. Cuando tuvo su primer concierto los cuatro asistieron,  ella había escogido una canción de Mozart para la ocasión, se puso un largo vestido blanco que resalto su cabello castaño. Al principio sintió unos enormes nervios pues como toda persona, tenía miedo de la decepción.

¿Y si no les gusto?

¿Y si me equivoco?

¿Y si me tropiezo con el vestido?

Sentía una gran adrenalina en el momento en que dijeron su nombre y su cuerpo tembló. Pero tenía que hacer frente a lo que venía si quería ser una pianista exitosa y admirada. Después de ese día, los rumores de Daphne como la mejor pianista de su estado  se llegaron a expandir.

Y ahora, se encuentra aquí, en un concierto de gala donde los jurados además de calificar a los participantes, dirán si son dignos de pertenecer a la Escuela Juilliard de New York. La mejor escuela de música de todo el mundo.

─ ¿Estas lista? ─ pregunta mi prima Raven.

─ Claro. ¿Y tú?

Su prima Raven sonrió con picardía. Al igual que Daphne, ella era pianista, pero a diferencia de ella, fue su madre quien le enseño a tocar el piano: Angélica Dyer. Raven era mil veces más elegante que Daphne y sus gustos eran refinados, por lo que sabía cómo destacar la clase al momento de tocar. Sin embargo, ambas primas siempre se daban ánimos al momento de tocar el mismo instrumento  así que sabían lo que era la presión en el escenario.

Los participantes fueron pasando de uno en uno. Unos al acabar su pieza salían casi derrumbándose por las emociones, otros simplemente seguían caminando como si nada hubiera ocurrido y otros, incluso lloraban. Al finalizar sus turnos, siempre se puede ver quien entrego todo.

Llego el momento de que Raven pasara primero que Daphne y ella, le deseo la mejor de las suertes. Raven se rio mentalmente.

¿Suerte? Ella no necesita suerte. Es Raven Brooks Dyer.

Toda la presentación fue un éxito. Salvo en la parte que acababa se exhausto pero a diferencia de los otros, fue la mejor. O al menos eso pensó, hasta que fue el turno de su prima Daphne. Al principio parecía ansiosa y nerviosa de llegar al piano, pero a medida que se acercó, vio el brillo de sus ojos al tocar la primera tecla. Todos la amaron.

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