Capítulo 22

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Lavell agachó su mirada.

—te cité por que... En verdad me caes bien, aquí casi no tengo amigos, solo a Jammelah y su primo Al, pero ellos siempre están ocupados, solo quería pasar tiempo contigo, conocerte más, que seamos buenos amigos —Dijo maldiciendo en su mente.

<<¡solo eran cuatro malditas palabras, tú me gustas mucho, y eso era todo, soy un cobarde maldición!>> 

Pensó el ojiverde. 

—ah, si está bien me gusta la idea, si quieres que sea tú amigo lo seré, si quieres que sea tu hermano también lo seré. Lo que quieras que sea de tí, lo seré —profirió riendo Harry, aunque por dentro estaba algo desilusionado.

—¡oh, genial...! —no le salió más palabra alguna, eso significaba que si le pedía que fuera su novio, le diría que si, pero Lavell no pudo decírselo.

Caminaron un poco más hasta llegar a un pequeño lago. Harry comenzó a lanzar piedras al agua y Lavell se apoyó en un árbol, encendió otro cigarrillo, realmente estaba nervioso.

—entonces, ¿dónde vives? Me gustaría poder visitarte algún día

—vivo en una cochera

Harry sonrió.

—¡vamos, estoy hablando enserio! 

—yo también estoy hablando en serio —le dijo sonriendo —. La maldita de Jammelah me dio ese lugar mientras ella vive en un departamento.

—oye ¿por qué no la dejas? Es decir, ella parece ser problemática

—si, lo es, pero ya te lo he dicho cuando conversamos en el bar, yo no tengo familia, Al y Jammelah es todo lo que tengo.

—bueno, en mi opinión, una cochera no está nada mal, cuando era niño solía estar por días en la cochera —el chico reía recordando la anécdota—. Recuerdo que mi madre se enojaba mucho porque volvía de la escuela e iba a la cochera, ponía mi música favorita y bailaba por horas, comía y dormía allí. Hasta que mi madre me lo prohibió, pero es que allí yo podía ser libre, hacer lo que yo quisiera.

—¡interesante, desde pequeño te apasionaba el baile, es genial! —profirió Lavell. 

—así es, ¿y tú recuerdas algo de tu infancia? ¿Sabes algo de tus padres?

Lavell agachó su hermosa mirada.

—si, recuerdo de mi infancia cosas buenas y malas. Siempre recuerdo que antes de dormir mi madre me arropaba, me acariciaba y contaba cuentos. Eso sucedió hasta mis ocho años. Mi padre nos maltrataba, aun recuerdo las noches en que me acariciaba, sus manos y rostro estaban golpeados —el joven comenzó a llorar, y siguió—. A pesar de eso, siempre estuvo ahí para mí, hasta que un día al volver de la escuela, ví que habían muchos policías en mi casa, mi padre la había matado a golpes y luego se había ahorcado. Esto lo sé porque luego viví cuatro años con una tía, y ella no tuvo reparos en contarme todo, a pesar de que yo era niño.

Harry no pudo evitar que lágrimas cayeran de sus ojos.

—Lamento mucho que te haya pasado todo eso —se conmovió. 

—gracias Harry ¿sabes? Mi madre tenía ojos verdes, yo saqué sus ojos. Cada vez que me veo en un espejo y miro mis ojos, puedo ver la mirada de mi madre. Demonios extraño tanto sus caricias, después de mi madre jamás nadie me ha acariciado —decía entre lágrimas.

Harry no pudo evitarlo, lentamente levantó su mano y la apoyó sobre la mejilla de Lavell, lo acarició suavemente, el ojiverde cerró sus ojos.

—¿puedo abrazarte? —preguntó Harry conmovido. 

Lavell asintió con la cabeza.

Se abrazaron fuerte y Harry cerró también sus ojos. Podían sentir el latido de sus corazones.

El chico blanco siguió acariciando el rostro del moreno, hasta que se miraron a los ojos, sus labios estaban a punto de juntarse.

—¡pero miren nada más, dos señoritas enamoradas! —dijo un joven de aspecto hippie, detrás de él habían tres jóvenes más que rieron a carcajadas.

—oye ¿que podemos hacerle a estas mujerzuelas? —preguntó uno de ellos.

Los jóvenes se separaron enseguida.

—¡Alejense de nosotros!—les dijo Lavell poniendo su cuerpo delante del de Harry. 

Los cuatro jóvenes los rodearon.

—¿sabes por que los homosexuales no viven muchos años aquí? Porque nos encargamos de eliminarlos —dijo otro de ellos, eran cuatro chicos blancos y de aspecto hippie.

¿Paz y amor? Definitivamente ese no era el lema de ellos.

Los empezaron a atacar, los jóvenes se defendían como podían.

—¡Harry, corramos! —le gritó Lavell tomándolo fuerte de la mano.

Corrieron lo más rápido que pudieron saliendo de allí, no pararon hasta llegar a un lugar más seguro.

Harry tenía al costado de sus labios un poco de sangre, por su parte el ojiverde no había sangrado, pero si recibió algunos golpes.

Ambos agitados se miraron.

—oh, no ¿estás bien Harry? Te han herido.

—si, no te preocupes, estoy bien. ¡Malditos bastardos, arruinan todo!

—perdón Harry ha sido mi culpa.

—¿qué? —lo interrumpió— no ha sido tu culpa Lavell, esto le pasó a mi primo Davon también, por eso se tuvo que ir a San Francisco, no podía salir a la calle tranquilo.

—¿que haremos? ¿Nos pasará lo mismo?

—espero que no, pero igualmente quiero seguir viéndote, no me alejaré de tí.

—pero Harry, ¿y si nos vuelven a cruzar?

—¡solo los ignoramos y ya! 

—quizás debamos alejarnos ahora.

—solo por ahora, porque hoy tengo ensayo y me encantaría verte en Disco Studio, cuando quieras puedes ir  —le dijo Harry y acercándose a él, le dió un beso en la mejilla cerca de sus labios. Luego se fue de allí.

—¿quieres que te acompañe a tu casa? —le gritó el moreno.

—¡no hace falta! —le gritó de lejos y le lanzó un beso por el aire.

Lavell también le lanzó un beso y sonrió.

Aunque no duró mucho la cita, a ambos les encantó,  sería cuestión de tiempo para que uno se declare al otro.

Aún el ojiverde no había abandonado a su novia, sabía que no sería fácil, y comenzó a pensar en cómo podría hacerlo.

Disco Studio (LGBT)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora