Capítulo 1

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Realmente, para contar de la vida de Soojin con Shuhua, hay que remontarse un poco en el tiempo. La mayor la conoció cuando ella no era más que una niña. Tendría ocho años cuando la vio por primera vez entrar  al colegio. Se acababa de mudar a la ciudad con su familia desde Taiwán y destacó muy rápidamente por su piel blanca, su largo pelo negro y su tímida sonrisa. Su hermana mayor, Yuqi, acabó en la misma clase que Soojin y, como no conocía el idioma, la morena se convertió en algo así como su guía en el centro. No es que ella entendiera chino ni nada por el estilo, pero desde la dirección creyeron que era la mejor persona para guiarla y no perderse en las clases a la vez. Aquello llevó a que su casa empezara a ser el lugar al que acudía la mayor cantidad de las tardes después de clases, para que sus lecciones de coreano no pararan con el colegio.

El primer día que fue a aquella casa sumamente acogedora, no pudo evitar sorprenderse al encontrarse con una niña tímida, incluso cohibida, que la miraba, con curiosidad y recelo a la vez, escondida tras la puerta de su habitación. Soojin, quien no era mucho más abierta por aquel entonces, se sorprendió y pensaba que la estaba juzgando o algo parecido. Tiempo más tarde descubiría que no era así, pero, como primera impresión, había sido demasiado fuerte. La mayor, sabiendo que debía dar el primer paso, se acercó a ella y la saludó.

- Hola, soy Soojin. Encantada de conocerte. - y le intentó sonreír, con el fin de tranquilizar a la pequeña.

Shuhua cerró rápidamente la puerta de la habitación, dejando a Soojin aún más sorprendida y con cara de no entender nada. La madre de las Yeh, la única que sabía algo del idioma, se acercó a la morena, quien no se había movido de delante de la puerta desde que la había cerrado.

- Soojin, no preocupes. Shuhua es tímida. ¿Qué merienda quieres? - Elkie la tomó del hombro para dirigirla a la cocina donde se encontraba Yuqi.

Desde aquel día, a Soojin le entró la necesidad de acercarse más a la niña, aunque no tenía claro porqué. Ella solo quería caerle bien y ser su amiga, quería ayudarla a adaptarse a aquel nuevo país, como estaba haciendo con su hermana. Así que, cada día que la veía o pasaba por su casa, Soojin la saludaba con una gran sonrisa y le daba unos caramelos típicos coreanos, los cuales vendía su tía. Al principio, la pequeña Shuhua solo los tomaba porque su madre se lo decía, pero luego salía huyendo de la escena para esconderse en su habitación o en cualquier sitio lo más lejos posible de la morena. Poco a poco, a medida que la niña iba entendiendo el idioma, fue abriéndose más y aceptándolos, incluso dirigiéndole alguna palabra de agradecimiento a Soojin.

Pero todo cambió cuando, un día como otro cualquiera, Soojin acudió a los baños del colegio entre clase y clase. Antes de poder hacer nada dentro de ellos, escuchó como procedía un llanto tras una de las puertas cerradas de los aseos. Se acercó a esta para intentar distinguir mejor el sonido y, cuando comprobó que efectivamente alguien estaba llorando, tocó a la puerta.

- ¿Hola? ¿Quién hay ahí? ¿Puedo ayudarte de alguna manera? – el llanto tras la puerta se detuvo.

Soojin se mantuvo en silencio durante unos segundos, esperando que la otra persona hablara. Sin embargo, la persona que estaba al otro lado solo esperaba a que la chica se fuera para seguir llorando tranquilamente. Pero la morena, al no obtener respuesta en unos minutos, volvió a hablar.

- Por favor, ábreme. Quiero ayudarte, de verdad. O, si no quieres que te ayude, déjame que llame a algún profesor y que... - pero la chica no pudo continuar cuando una voz le contestó.

- No, por favor. – Soojin conocía aquella voz, aunque la hubiera escuchado muy pocas veces, así que no dudó en insistir y preocuparse más aún.

- ¿Shuhua? ¿Eres tú? Por favor, dime qué ha pasado. Déjame ayudarte.

La pequeña pareció entender que la preocupación de Soojin era genuina porque, después de un tiempo de vacilación, abrió finalmente la puerta. Tras ella, la mayor se encontró con una Shuhua completamente descompuesta, con los ojos rojos de tanto llorar y más frágil de lo que Soojin la había visto nunca. Sin dudarlo ni un segundo, se lanzó a abrazar a la chica. No estaba segura de si esta la rechazaría, pero sentía que necesitaba mostrarle que estaba allí para ella. Shuhua dudó unos instantes, pero su congoja era tan grande que un hombro en el que apoyarse fue necesario para volver a explotar en lágrimas. Soojin dejó que se desquitara todo lo que le hiciera falta, y así fue. La mayor no volvió a su clase y se quedó con ella todo lo que hizo falta hasta que, finalmente, Shuhua se separó un poco de ella. Soojin vio como la pequeña se quitaba las lágrimas que aún quedaban por su rostro y decidió ayudarla.

𝑫𝒆𝒔𝒕𝒊𝒏𝒂𝒅𝒂 𝒂 𝒗𝒐𝒍𝒗𝒆𝒓 𝒂 𝒕𝒊 - SOOSHUDonde viven las historias. Descúbrelo ahora